El debate de ideas en el actual proceso electoral confronta a los “defensores del modelo económico” con quienes consideran que hay que convocar una Asamblea Constituyente para “terminar con el modelo neoliberal”. No me identifico con ninguna de estas posiciones. Quien se dé el trabajo de leer nuestro plan de gobierno para debatir sobre ideas y propuestas, podrá notar que lo que se plantea es un cambio de modelo de economía política: transformar el crecimiento económico en un desarrollo que beneficie a todos y cada uno de los peruanos.
Parte de la élite empresarial y tecnócrata, defensora de “modelo económico”, comete el error de considerar que la economía y la política van por cuerdas separadas. Esto puede hacerse en un ejercicio académico, pero no para recomendar medidas concretas y menos para ejecutarlas. No forma parte de su vida cotidiana el contacto con poblaciones que viven en viviendas precarias, sin agua ni desagüe, con pistas de tierra, y pésimos servicios de salud, educación y transporte público, y que son una mayoría en el Perú.
Y parte de esa “élite miraflorina”, que se burla de mí porque no hablo bonito y solo tiene contacto con la mayoría popular a través de su personal de servicio, es la que enarbola el cambio de Constitución, sobre todo del “modelo económico”. Sus propuestas ya sabemos dónde nos llevan: a la pobreza e inevitablemente a la dictadura, como sucede en Venezuela o Nicaragua.
Nuestra propuesta política se basa en dos grandes conjuntos de reformas: la de las instituciones políticas y la de la gestión económica.
Debemos replantear la falsa reforma política de Vizcarra que, ahora lo sabemos, no fue más que una irresponsabilidad para ganar popularidad enfrentando al Congreso. Apostamos por dos cámaras, con un Senado que revise y sopese las leyes propuestas por Diputados, y distritos electorales uninominales para la elección de estos últimos. Así, cada ciudadano elegirá y sabrá a qué congresista le debe pedir cuentas. Estamos en contra de la prohibición de reelección de alcaldes, gobernadores y parlamentarios. Ninguna democracia desarrollada en el mundo funciona sin una clase política experimentada.
Proponemos una reforma radical del sistema judicial. Nuestro foco se centra en la formación de los jueces a través de una Academia de la Magistratura de alto nivel. Y garantizaremos que la fiscalía deje de ser un instrumento político, en particular en los casos de corrupción.
A nivel económico, vamos a seguir el “modelo asiático” de promoción del emprendimiento y la inversión privada. Mantener la independencia del Banco Central y continuar con un manejo fiscal prudente son medidas necesarias, pero no suficientes para pasar del crecimiento al desarrollo. El actual “modelo neoliberal” debe reformarse para tomar en cuenta la planificación de la inversión pública, el ordenamiento territorial y urbano, y el impulso decidido al emprendimiento y la inversión privada.
Es inaceptable que tengamos uno de los estados más solventes del mundo y servicios públicos paupérrimos. La tragedia de la pandemia ha evidenciado que nuestro Estado es de los peores gestionados del mundo. Por ello, el eje de nuestra reforma económica será la inversión, cerca US$100.000 millones, en redes de salud –sobre todo primaria y preventiva–, educación pública –en especial técnica– y transporte. ¡Necesitamos carreteras de verdad! Lo haremos a partir de un shock de gestión y cambios en la normativa, poniendo por delante el servicio al ciudadano, utilizando con transparencia las modalidades de alianza público-privadas.
El Estado requiere gestores con visión. Es lo que mi equipo sabe hacer mejor. No recito a Vallejo de memoria y con perfecta dicción, pero he fundado la Universidad César Vallejo, licenciada por la Sunedu y la más grande del Perú. Doy empleo a 10.000 personas y pago cerca de S/100 millones al año de impuestos para el Estado Peruano. Estos logros, y mis honestas experiencias como alcalde, congresista y gobernador, son mis credenciales.
Pueden leer todas las columnas de este especial en este enlace.