Nuestro país es la capital de la desconfianza, donde la ciudadanía no cree en sus autoridades ni en el prójimo, donde nadie cree en nadie.
La inmoralidad, la indecencia y la corrupción en la clase política, durante toda la vida republicana y los seis últimos gobiernos, han envilecido la política a tal punto que nos acercamos cada vez más hacia una grave situación de ingobernabilidad. Vamos rumbo a situaciones cada vez más peligrosas de caos por errores políticos, frustración colectiva y anomia, hacia un escenario de confrontación violenta de todos contra todos y muchos contra el Estado.
La desconfianza generalizada es la causa del grave fraccionamiento político. Hoy existen más de 900 partidos en proceso de inscripción en el Registro de Organizaciones Políticas. Cada uno con pensamientos y proyectos diferentes guiados solo por pragmatismos momentáneos, sin base ideológica, sin propuestas razonables ni visión clara de la realidad, pero cada uno de sus líderes se cree el mesías que salvará la patria.
Los nuevos políticos deben actuar con total honestidad y transparencia; deben estar conectados con la población para tener una visión objetiva de los múltiples problemas que agobian al país. Hoy, en la época electoral que vivimos, no es posible hacer mítines de muchedumbres, ni estrechar la mano a la población por el peligro de contagio del coronavirus, pero se pueden realizar caminatas o caravanas de vehículos y conversar distanciadamente con el pueblo, cumpliendo el protocolo de bioseguridad.
Los medios de comunicación deben entrevistar a todos los candidatos para que los electores conozcan todas las opciones y propuestas. Si la prensa promueve solo a algunos, priva a la ciudadanía del derecho de conocer todas las opciones y genera una preferencia colectiva a elegir un candidato que posiblemente no sea el mejor, o no tenga la capacidad suficiente para ser elegido, lo cual ocasiona gran perjuicio al país y genera más desconfianza y agrava el caos.
Las encuestadoras tienen mucho que ver, pues preguntan solo por cuatro o cinco candidatos. Es obvio que los encuestados opinarán solo por ellos, en tanto que los otros cuyos nombres no son colocados en las encuestas están privados de recibir opiniones, y aunque sean buenos líderes y con mejores propuestas, no son percibidos por la población. En los estudios de medición de opinión, la encuestadora debe colocar el nombre de todos los candidatos y dar igual oportunidad a todos. El costo de los estudios de márketing debe ser asumido por el Estado para que las encuestadoras actúen con equidad, sin favorecer a nadie.
Ahora se sabe que los costosos estudios de márketing los pagan solamente los políticos de mucho dinero, financiados por grupos de poder que velan solo por sus intereses.
Los funcionarios del JNE y órganos afines tienen el deber de actuar con total transparencia, imparcialidad y oportunidad. De ellos depende el fortalecimiento de la debilitada democracia y la paz social o el aceleramiento del rumbo hacia el caos total y la violencia de todos contra todos y muchos contra el Estado.
Si los medios de comunicación nacional y las encuestadoras continúan la errónea actitud de promover solamente a algunos candidatos, puede ganar uno de esos privilegiados conocidos, pero en pocos meses pasará tal hipnosis y comenzarán nuevamente las protestas, los pedidos de vacancia presidencial y de cierre del Congreso, porque los electores se habrán dado cuenta de que han sido engañados una vez más.
El favoritismo de los medios de comunicación nacional y encuestadoras es una de las causas que agravan la situación de caos y desconfianza y afectan gravemente al sistema democrático, como también al propio Estado.
Invoco nuevamente a los medios de comunicación y encuestadoras para que entrevisten y promocionen equitativamente a todos los candidatos.
Dejo constancia de que a mí no me han hecho ninguna entrevista.
*Contrario a lo que sostiene Gálvez, las encuestas de El Comercio-Ipsos preguntan por todos los candidatos.
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