De lo que menos hablan Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña y Alan García es de cuán decididos están a sacar el poder presidencial de su actual estado de shock.
No se trata de que cada cual tenga una clara idea de gobernar y de cómo hacer las cosas desde el primer día y que eso basta para poner la institucionalidad presidencial en el nivel perdido, en la legitimidad dilapidada y en la dirección extraviada.
Hace falta que cada cual asuma un serio compromiso de cambio respecto a la estructura de mando más sensible del sistema político.
El poder presidencial ha sufrido un daño profundo desde el comienzo del gobierno de Ollanta Humala, con graves distorsiones e intromisiones en su interior, con una Presidencia del Consejo de Ministros llevada a la devaluación de sus fines y medios y con vicepresidencias en permanente colisión y disolución. Lo menos parecido a una normalidad democrática. Lo más parecido a una autocracia rediviva.
La intención de algunos candidatos de dotar de dinamismo a las vicepresidencias, en lugar de mandarlas al sótano, responde, sin duda, a la mala experiencia de haberlas recelado y subestimado, cuando, por el contrario, podían haber acompañado muy bien al presidente en sus tareas de gobierno y Estado.
Si bien las vicepresidencias durante el régimen de Humala han significado para este y su esposa, Nadine Heredia, poco menos que encargos domésticos y mucho más que piedras en los zapatos, su rehabilitación futura, por edificante que sea, no resolverá el problema de fondo del poder presidencial: la necesidad de ser restaurado por completo y provisto de la división de los roles y competencias que merece.
El protagonismo que anuncia Kuczynski para sus vicepresidentes Mercedes Aráoz y Martín Vizcarra podría traducirse, en cualquiera de ellos, en una presidencia de Gabinete con un claro rol de jefatura de gobierno, mientras se reserva para él las funciones propias de un jefe de Estado. ¿Se atreverá PPK a un cambio de este tipo en el poder presidencial?
El manejo del poder presidencial, por el lado de Keiko Fujimori, encierra una interrogante distinta: su capacidad de alejar la intromisión del padre en un futuro gobierno suyo dependerá de cómo ella sepa alejar esa intromisión desde ahora, en las campañas por la primera y segunda vueltas electorales. De cualquier forma, Keiko Fujimori tiene el enorme reto de ejercer un poder presidencial neto y limpio. Nada que recuerde a la pareja Fujimori-Montesinos. Nada que recuerde a la pareja Humala-Heredia. Nada que recuerde la usurpación del trono ajeno.
No habrá posibilidad de salir de ninguno de los hoyos a los que nos ha conducido el gobierno de Humala y de aquellos otros que arrastramos desde hace más tiempo, como el institucional, si antes no rescatamos el poder presidencial del shock que lo paraliza, nubla y envilece.
El shock del poder presidencial empieza cada cinco años desde que se convierte en puro objeto de deseo de cualquier aventura política, en un país de presidenciables hasta en la sopa.
MÁS EN POLÍTICA...
Lourdes Flores pasa la página de su acusación contra @AlanGarciaPeru ► https://t.co/vNwMu0PpiH (por @arkadin1) pic.twitter.com/AgmIz20UiE— Política El Comercio (@Politica_ECpe) diciembre 20, 2015