Desde que aquella agitada mañana del 10 de noviembre en la que Manuel Merino de Lama se puso la banda presidencial, hasta el mediodía de ayer, en que anunció su renuncia a la Casa de Pizarro, pasaron solo 122 horas. El mandato más corto que un presidente del Perú tuvo en el último siglo.
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Fueron, en efecto cinco días tan llenos de incertidumbre como de convulsión social, en los que, a pesar de las multitudinarias manifestaciones alrededor del país que pedían su dimisión inmediata –brutalmente reprimidas por las fuerzas del orden y con al menos dos muertos como resultado– al recién estrenado jefe del Estado no se le vio ni se le oyó emitir palabra.
Fueron, también, cinco días en los que, en el plano del poder, las fichas se movieron velozmente, presionados por la peligrosa combinación de una ciudadanía indignada y un proceso electoral a la vuelta de la esquina.
Rápidamente, las bancadas de un Congreso que abrumadoramente respaldó la vacancia de Martín Vizcarra –y, por lo tanto, la asunción de Merino a la presidencia– empezaron a condenar su gobierno. Algunas hasta pidieron su renuncia. Incluso el vicepresidente del Parlamento, Luis Valdez, quien días antes le había puesto la banda presidencial, lo exhortó a dar un paso al costado.
Trece de sus ministros, tan breves como él, dimitieron uno tras otro al compás de las severas denuncias contra la represión de las fuerzas del orden. Ayer en la mañana se había quedado prácticamente solo.
La mancha en la lampa
Si algo terminó de hacerse evidente con la toma del gobierno de Merino, además del hartazgo de los peruanos frente a la clase política, fue el quebranto del partido fundado por Fernando Belaunde Terry.
Las divisiones internas en Acción Popular, que se evidenciaban una y otra vez en el voto fraccionado de la bancada, rompieron a hervir luego de que su militante, Merino de Lama, se convirtiese en jefe del Estado.
Manuel Merino no solo resultó ser el tercer presidente del Perú en la historia del partido de la lampa, sino también la manzana de la discordia (y, quizá, uno de sus tropiezos más costosos).
Hoy, de los cuatro precandidatos a la presidencia por Acción Popular, tres evalúan su renuncia al proceso. Algunos dirigentes, incluso, creen que el partido no debería presentar un candidato presidencial en las próximas elecciones.
¿Hay vuelta atrás, al menos en el corto plazo, para el partido que logró la mayor cantidad de curules en el actual Congreso, luego del oscuro episodio protagonizado por Merino?
Para el politólogo Carlos Meléndez, el paso de Merino por el gobierno tendrá un costo importante en el prestigio del partido de la lampa como marca partidaria, el cual podría verse reflejado en el venidero proceso electoral.
“Acción Popular había mantenido un prestigio de tradición democrática con Fernando Belaunde y Valentín Paniagua, que ahora se degrada con Merino. Yo creo que queda muy desprestigiado no solo de cara a las elecciones, sino como símbolo partidario”, señala.
Acción Popular perdió con Merino
El 13 de noviembre, Manuel Merino solicitó licencia a su militancia en el partido de la lampa hasta el 28 de julio del 2021, fecha oficial de cambio de mando.
Entre los motivos de prestigio de AP está ser el partido en funcionamiento que durante mayor tiempo ocupó el poder de manera democrática.