A las 6:40 a.m. de este sábado 11, personal médico de la Base Naval del Callao constató que Abimael Guzmán Reinoso, cabecilla de Sendero Luminoso y el peor genocida en la historia de nuestro país, había dejado de existir. Guzmán murió a los 86 años solo, envuelto en frazadas en la camilla del tópico de su centro de reclusión. Al cierre de esta edición, la razón exacta de su muerte aún se desconocía, debido a que se continuaba realizando la necropsia correspondiente. El INPE, en un breve comunicado, dijo que su fallecimiento se debió a complicaciones en su estado de salud.
Guzmán murió mientras cumplía dos sentencias de cadena perpetua por las atrocidades que cometió junto a su horda de fanáticos, cuyos atentados comenzaron el 17 de mayo de 1980 en Chuschi (Ayacucho) y continuaron hasta poco antes de su captura, el 12 de setiembre de 1992 en Lima. El costo de la insania homicida del cabecilla de Sendero fue la pérdida de las vidas de más de 32 mil peruanos, entre militares, policías, funcionarios, madres, padres de familia y menores de edad, sobre todo de las zonas rurales y más pobres del país, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
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Lo último que se sabía sobre la salud del terrorista es que el pasado 5 de agosto había sido dado de alta del hospital de la Base Naval luego de haber estado más de dos semanas internado por una infección, por lo que se le tuvo que inyectar medicamentos vía intravenosa. Una atención que se rehusaba a recibir, ya que prefería quedarse en su celda, pero finalmente se concretó el 20 de julio. Según la jefa del INPE, Susana Silva, hasta el viernes Guzmán fue atendido por un médico geriatra del Ministerio de Salud al presentar un decaimiento extremo e inapetencia. De hecho, se tenía previsto que una junta médica lo evaluara el sábado por la mañana. Pero a las 7 a.m. de ayer Silva recibió la llamada del jefe de la Base Naval en la cual le informaba que ya no era necesario: Guzmán había muerto un día antes de cumplirse 29 años de su captura.
—Post mórtem—
Poco después de las 8 a.m., el fiscal provincial Julio García Odón se presentó en el centro penitenciario para levantar el cadáver. El Ministerio Público informó que, además de la necropsia de ley, al cuerpo de Guzmán se le harían exámenes antropológicos, de odontología forense, biológicos y de ADN en la Morgue Central del Callao.
El ministro de Justicia, Aníbal Torres, dijo que, a su criterio, lo más conveniente sería que los restos del terrorista sean incinerados para que sus simpatizantes no tengan un lugar donde rendirle homenaje. Pero ello, afirmó, es decisión de la fiscalía, así como la presentación del cuerpo en la morgue a su esposa, la número dos de Sendero, Elena Yparraguirre (interna en el penal Virgen de Fátima).
Torres también recalcó que enaltecer, hacer movilizaciones en memoria de Guzmán o realizar propaganda a su favor califica como delito de apología del terrorismo, cuyas penas van de los 4 a 15 años de cárcel.
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LEGADO DE MUERTE
Si Guzmán terminó su vida en la cárcel, se debe a que fue procesado y juzgado por la justicia civil de un Estado de derecho que quiso derrumbar. Luz Ibáñez, hoy jueza de la Corte Penal Internacional, fue la fiscal que logró la condena de cadena perpetua en el 2006 (en el 2003 quedó anulada la sentencia que dictó un fuero de jueces sin rostro en octubre de 1992).
Desde La Haya, Ibáñez le dijo a El Comercio: “Murió la persona, pero eso no significa que haya pasado lo mismo con la ideología violentista y de terror que sedujo y llevó a miles de peruanos, sobre todo jóvenes, a pensar que esos caminos eran agentes de cambio. Este debe ser un momento de unidad entre peruanos y pensar que las estructuras sociales de desigualdad e injusticia perviven en el Perú con los más excluidos. Eso sigue siendo un caldo cultivo”.
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El exministro del Interior Carlos Morán fue integrante, como capitán de la PNP, del equipo del GEIN que consiguió el arresto de Guzmán. Ante la muerte del terrorista, expresó: “Ni alegría ni tristeza. Solo pensar que no nos equivocamos cuando lo capturamos. A pesar de ser responsable de miles de muertes, se le respetó su integridad física para que fuera procesado por la justicia peruana”.
Guzmán muere con juicios pendientes. Dos de ellos: la matanza de 117 campesinos en Soras y el Caso Perseo, relacionado al último vestigio que quedó de esa ideología fanática: el Movadef.
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