Una de las preguntas recurrentes en la tertulia política de estos días es: ¿por qué Acción Popular se ha lanzado a la piscina sin estrellas? Está bien que confíen en su marca y en su símbolo constructor; pero no es para tanto, puede pensar un catastrofista que se los imagine retorcidos de arrepentimiento sino saltan la valla.
Pero las encuestas, hasta ahora, no solo dice que sí brincarán la valla del 5%, sino que son quienes más curules pueden ganar, alrededor del 10%. Más que Fuerza Popular y que el Partido Morado, que le siguen en el ránking. Pese a esos buenos augurios, no deja de ser un gran riesgo lanzarse al ruedo sin figurones, que sí los tienen otras listas que pudieran arremeter y atrasarlos en las próximas semanas.
¿Qué ha llevado a los acciopopulistas a esta aventura de puro lampazo? Conversé con Víctor Andrés García Belaunde, con Mónica Saavedra (número 1 por Lima) y con Luis Roel (número 5 por Lima), y puedo concluir en dos razones indisociables. Una es muy política y se explica en las últimas campañas de Acción Popular. La otra está anclada en la historia larga, la que empieza 60 años atrás.
—Yo también quiero—
El segundo partido más viejo del Perú, después del Apra, se fundó en 1956. El acciopopulismo ya tiene una tercera generación de militantes con ansias de llegar al poder, como lo hicieron sus padres y abuelos políticos. Sucede que en los últimos quinquenios, sus bancadas se redujeron en número de escaños, apenas 4 o 5, y con figuras que acaparaban la atención, como García Belaunde y Yonhy Lescano. Unos cuantos dirigentes más, como Mesías Guevara (actual presidente del partido y gobernador de Cajamarca) y Edmundo del Águila Herrera, tuvieron algunos momentos de destaque.
Tal era el hartazgo generalizado que la militancia de Acción Popular tenía respecto al Congreso y tal era su ambición contenida, que bregaron por imponer la democracia interna plena. Ya para el 2016, la elección del candidato presidencial y de los puestos de la lista se decidieron en primarias a razón de un militante un voto. Esa vez se aceptaron invitados y ex congresistas. La militancia votó contra el establishment partidario y el invitado Alfredo Barnechea ganó a Mesías Guevara, presidente del partido.
Barnechea no lo hizo mal. Por un momento, fue el outsider que se creyó podría pelear la segunda vuelta a Keiko. Quedó, más para la leyenda que para la historia, la percepción de que se desinfló hasta un nada despreciable 7,2 % tras hacerle ascos a un trozo de chicharrón. Ese incidente, luego de la muerte relativamente temprana de Paniagua en el 2006, fue la mayor desgracia que uno evoca de Acción Popular. Nada en comparación a las tragedias de otros partidos. Además, como para compensarlos del revés, ganaron Lima con Jorge Muñoz y ello tuvo un efecto de arrastre en varios municipios de la capital y de las regiones. Vaya que son lecheros.
En un plenario realizado tras la disolución del Congreso, tomaron un acuerdo más radical: nada de postular invitados, ni disueltos, ni ex congresistas, ni siquiera quienes hayan tenido alcaldías o gobiernos regionales tiempo atrás. Solo se aceptó militantes, a lo sumo ex candidatos perdedores o que hubieran ocupado cargos de regidor.
La única concesión fue abrir una puerta a militantes de corta data. El padrón estaba cerrado desde el 2015, pero este año se reabrió. Por ejemplo, Mónica Saavedra, la número 1 por Lima, de 49 años, ingresó de esa forma. Ella me ha contado que tiene familiares acciopopulistas, aunque ninguno haya tenido cargos partidarios de resalte; y que militaba desde años atrás aunque no se había inscrito. Era gerente de fiscalización de la Municipalidad de Jesús María hasta hace poco. Me repite un argumento que he oído en otros candidatos: que es hora de participar y renovar la política. Que el afán de renovar prime sobre la agenda, es expresión de una promoción partidaria aguantada.
Lo que no me cuenta Mónica, pero sí acabo de comprender conversando con Luis Roel, el número 5, es que la forma de elección de un militante un voto, ha tenido un sesgo a considerar. Los primeros puestos no han sido ganados necesariamente por quienes tenían el mejor perfil a ojos del grueso de votantes, sino quienes tenían más capacidad de movilizar bases distritales y militantes que acudían a votar.
Por ejemplo, Mónica contó con el respaldo de las bases de Jesús María y del alcalde acciopopulista Jorge Quintana. Leslye Lazo, la número 2 (cabe destacar que, sin haber propuesto cuotas, dos mujeres encabecen la lista a Lima) es la esposa del alcalde Julio Chávez, de San Martín de Porres, y tenía el respaldo de esa base.
Luis es docente especializado en derecho constitucional, es decir, tiene un buen perfil para la lista, pero no tenía el respaldo de bases distritales que otros tiene. Aún así, ganó un expectante 5. Pero Alberto Velarde, que fue secretario general del partido y candidateó, sin éxito, quinquenios atrás, fue relegado por el electorado de mayoría juvenil al número 12. Los ‘aguantados’ tomaron el partido. Las primarias no son práctica acostumbrada en nuestro medio donde las listas se suelen manejar entre cúpulas y delegados, con cuotas amplias de invitados. Pero es una sana novedad y los sesgos podrían corregirse con el tiempo.
—Lecheros—
Se puede decir que AP es un partido con buena estrella. Cuando se lo digo, ‘Vitocho’ me corrije con una risotada: ‘buena lampa, que la estrella es de otros’. AP es el único de nuestros partidos que ha llegado 3 veces al gobierno, si se cuentan los 2 periodos de Fernando Belaunde Terry (1963 a 1968 y 1980 a 1965) y el breve gobierno de transición de Valentín Paniagua (2000 a 2001).
Conste, para la suerte y la hazaña, que fue el único partido grande que se dio el lujo de no participar en la Asamblea Constituyente que convocó la dictadura de Morales Bermúdez en 1978. Se ahorró el esfuerzo y ganó en 1980. Para honrar esa tradición de riesgos o desaires calculados, tampoco participó en el Congreso Constituyente Democrático convocado por Fujimori en 1993. Y, aunque por razones casi azarosas, el acciopopulista Paniagua (tras la caída de Fujimori, la renuncia de sus dos vice presidentes y de la presidenta del Congreso Martha Hildebrandt, quedó en la línea de sucesión) presidió la transición.
En su primer gobierno, FBT introdujo la democracia municipal y el primer alcalde electo de Lima en 1964, fue Luis Bedoya Reyes, su candidato y ex ministro de Justicia. Hombre de cálculos y designios, Belaunde hizo algo parecido con Eduardo Orrego, pues le dio un ministerio y luego fue el candidato ganador a alcalde de Lima en 1980.
Le pregunté a García Belaunde por un designio más pretencioso de FBT, y que Alan García evoca con malicia en “Metamemorias”. ¿Quiso Belaunde que Mario Vargas Llosa fuera su sucesor?. Pues, ‘Vitocho’ admite que sí y cree que su tío FBT ya tenía esa idea cuando le pidió a MVLL encabezar la comisión que investigó la matanza de periodistas en Ucchuraccay en 1983. Tras ese encargo, Vargas Llosa recibió fuego graneado de la oposición, pero resistió como político y ello animó a FBT a proponerle nada menos que ser su primer ministro. MVLL puso una serie de condiciones que FBT no aceptó. Su ingreso de lleno a la política tuvo que esperar unas temporadas.
En 1985, AP se había desgastado en el gobierno y FBT tenía poca chance de colocar un sucesor. Apoyó, sin mucha fe, a Javier Alva Orlandini, su correligionario de mayor ascendiente en el partido. Luis Roel, el actual número5, es nieto de Alva, que tiene 92 años, y conoce bien la historia del partido, pues sus padres también son militantes de AP y se conocieron haciendo vida partidaria. Es más, en la elección interna también postuló Bertha Arroyo de Alva, cuñada de su abuelo y vicepresidenta del partido, pero no consiguió que la elijan para ser parte de la lista. La tercera generación es la que hoy manda.
“Soy un producto de AP” me dice Luis y me explica que antes no postuló porque estaba concentrado en su carrera. Otro caso que mezcla la idea de ‘abran paso a los nuevos’ con ‘es hora de participar’. No es, pues, descabellado, si se evoca la historia más larga y tortuosa del APRA, la del PPC que no llegó a Palacio y la marginalidad de la izquierda; que los acciopopulistas que conocen la historia de sus padres y abuelos, confíen tanto en su buena suerte y vayan solitos, sin locomotora, sin plumas ni lentejuelas.