El gobierno de Francisco Sagasti inicia un preocupante proceso de deterioro que más vale revertir si se quiere saldar la expectativa de la acotada y realista agenda de solo dos aspectos centrales: garantizar un proceso electoral confiable y lejos de contratiempos, y enfrentar la pandemia tanto en materia sanitaria como en reactivación económica.
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Sagasti ha tenido el tino de referirse al gobierno que lidera como uno “de emergencia”. Pero si continúan los tropiezos autogenerados, pronto podría convertirse en una gestión en cuidados intensivos. Un desenlace que sería lamentable.
El enredo originado en torno a los cambios en la policía confirma la inconveniencia de propiciar pasos dramáticos de manera atolondrada, contando con un mandato restringido. Sobre el tema, la Defensoría del Pueblo —tanto en una carta formal como en una entrevista de Sebastian Ortiz a su titular, Walter Gutiérrez (El Comercio, 9/12/20)— ha anotado “una interpretación incorrecta del artículo 8 de la Ley de la Policía Nacional”.
El reciente nombramiento de José Elice al frente del Ministerio del Interior debería superar esta reiteración de inestabilidades. Elice, un servidor público comprometido y honesto, enfrenta el gran desafío de enmendar el rumbo en un sector complicado, aun en épocas calmas.
Por otra parte, el anodino manejo de la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria grafica las serias limitaciones que pueblan un Ejecutivo políticamente precario. Las dudosas ventajas que para el trabajador significarían la derogatoria de la norma —tal como lo ha señalado Miguel Jaramillo (El Comercio, 9/12/20)— muestran el peso desmesurado que la presión social tuvo en el desenlace final, en que las consideraciones al impacto real del cambio legal no parecen haber estado presentes.
Lo visto hasta hoy dista de la esperanza que despertaba el recién estrenado Gabinete liderado por Violeta Bermúdez. La composición de este —en su mayoría profesionales con experiencia en la gestión pública y, por tanto, conscientes de los escollos políticos que la situación actual plantea— y el tono de los primeros pasos de Sagasti en el cargo anunciaban en el papel un panorama menos álgido.
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Pero la combinación de voluntarismo e indeterminación, riesgosos para un mandato tan breve y con un encargo tan específico, muestran a un gobierno errático, como bien lo muestran las tres juramentaciones en el Mininter en menos de tres semanas.
El día de su juramentación en el Congreso, Sagasti dijo: “A pocos meses del bicentenario haremos lo posible desde el Gobierno para no solo ganarnos la confianza de la ciudadanía, sino también para devolverle la esperanza”.
Pero la esperanza parece aún esquiva. En cambio, se ciñe sobre el país aquel lamento vallejiano de “Los dados eternos”: “Dios mío, y esta noche sorda, oscura,/ ya no podrás jugar, porque la Tierra/ es un dado roído y ya redondo/ a fuerza de rodar a la aventura,/ que no puede parar sino en un hueco,/ en el hueco de inmensa sepultura”. ¿Es el Perú aquel planeta del verso?