Cada cinco años la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) recibe a los candidatos presidenciales que lideran las encuestas. Esta vez fueron cinco los que expusieron sus puntos de vista ante los empresarios del país.
Mucho se ha analizado y criticado las virtudes y defectos que exhibieron los postulantes durante su intervención ante tan exigente auditorio.
El presidente Ollanta Humala clausuró esta cita anual y respecto a la presentación de quienes aspiran a reemplazarlo dijo que los “candidatos presidenciales hablaron para los empresarios y no para el pueblo”.
Y esto, lejos de ser una crítica, es una verdad. Pues es la inversión privada responsable, acompañada de un potente liderazgo político y reglas de juego claras, la que termina siendo el motor de la economía, que a su vez genera crecimiento, y con una adecuada y apropiada distribución beneficia precisamente “al pueblo”, como diría el mandatario.
Por eso, era claro que los candidatos no solo tenían que hablarle a los empresarios al estar en CADE, sino que debían convencerlos de que sus ofertas de campaña son las mejores y que en un hipotético gobierno suyo, las facilidades para la inversión privada estarían garantizadas.
Por eso –y pese a las críticas–, suele ser importante no solo lo que se diga en este tipo de foros empresariales, sino también la opinión de sus participantes.
Según un sondeo realizado por Ipsos-Perú, el 42% de los empresarios entrevistados considera que el país se encuentra en retroceso, mientras que el 27% cree que está progresando.
En este sentido, es lógico que los mismos encuestados hayan respondido que las principales características que debe tener quien resulte elegido para presidir el país sean liderazgo (81%), visión de futuro (70%), honestidad (60%) y capacidad (43%).
Está claro que el retroceso que vive el país –que no solo es percibido por los empresarios–, se debe en gran parte a la ausencia de liderazgo político no solo del presidente de la República, sino de muchos de sus ministros, que no solo no han podido hacer una buena gestión, sino que tampoco han sido capaces de comunicar los logros que obtuvieron en sus respectivos sectores. Y si a esto le añadimos la ausencia de operadores políticos para generar consensos en reformas fundamentales y temas concretos, el resultado es nefasto.
Según el mismo sondeo de Ipsos, solo el 8% de los empresarios entrevistados aprueba la gestión del presidente Ollanta Humala.
Resulta demagógico y poco realista tratar de marcar un distanciamiento entre empresa y gobierno, o entre empresa y candidato. Ese divorcio por ganar unos votos, o subir algunos puntos, no solo es irreal, sino que termina siendo perjudicial, pues un empresariado responsable debe trabajar de la mano con un gobierno que ejerza liderazgo para invertir y para crecer.
Es cierto que CADE no pone ni quita presidentes, y que también juega su propio partido, pero siempre es mejor una convivencia respetuosa y productiva que un inútil enfrentamiento.
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