La incontinencia verbal y tuitera del ministro del Interior, Daniel Urresti, va mucho más allá de la anécdota política, el intercambio de insultos y la indignación generalizada. Las “urrestiadas” están pasando la factura al régimen, al Gabinete y, en particular, a la primera ministra Ana Jara, quien pese a haberle llamado la atención públicamente al titular del Interior, este no ha modificado su conducta.
Si bien Urresti ha bajado cinco puntos en sus niveles de aprobación al pasar de 46% a 41%, según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, estos números ya quisiera tenerlos el presidente de la República, que al igual que su ministro más mediático ha bajado cinco puntos en la aprobación de su gestión (de 30% a 25%, según el mismo sondeo).
Todo indica que el ministro del Interior no solo se siente respaldado por las cifras, sino también por la pareja presidencial, que no ha tomado partido en este tema. El presidente Ollanta Humala no ha expresado su respaldo a Jara tras la llamada de atención al funcionario por el maltrato personal al que llegó la semana pasada, sino que tampoco ha condenado esta forma de practicar la política.
¿Será porque en el fondo el presidente Humala está encantado con su ministro? o ¿quizás es muy consciente de que el titular del Interior es la ayuda perfecta para distraer a la opinión pública de los asuntos de fondo como el escándalo de la fuga de Martín Belaunde Lossio y la imparable desaceleración económica que padece el país?
En cualquier otro Gabinete que la primera ministra afirme que nadie es indispensable, en clara alusión a Urresti, o que no puede poner el bozal al buey, y que debe ajustar tuercas internamente, hubiera puesto la carta de renuncia del ministro sobre el escritorio del presidente. Y si esto aún no ha ocurrido, quien tendría que poner su cargo a disposición es la primera ministra, pues a todas luces se ve quién es el que goza de la plena confianza presidencial.
En términos de costo-beneficio, Jara es mucho más útil al país que Urresti, aunque quizás este sea más útil al régimen que Jara, asunto que la primera ministra debe evaluar.
Ana Jara está condenada a permanecer en el Gabinete, no solo porque al oficialismo ya parece habérsele terminado las piezas de recambio –aunque siempre habrá un Víctor Isla dispuesto–, sino porque nadie que se respete políticamente estaría dispuesto a asumir semejante encargo en este momento.
Este sacrificio de Jara la llevaría inevitablemente a abdicar de cualquier ambición política en el 2016. Para postular a cualquier cargo, la ley la obliga a renunciar seis meses antes de las elecciones generales.
La situación de Jara, lamentablemente, se complica, tras la revelación del seguimiento a la congresista de Gana Perú Marisol Espinoza. ¿Será este el detonante para la partida de Urresti o será Espinoza quien finalmente se aleje del oficialismo?Se vienen días decisivos para el régimen y la estabilidad política, y no tenemos a la vista una reacción contundente desde la Presidencia de la República.