El hombre de espaldas tenía las características físicas parecidas a la de Rodolfo Orellana. Sin embargo, aún era muy pronto para dar una confirmación. Era el 11 de noviembre del 2014. El suboficial PNP Ysrael Ego Aguirre, que se había infiltrado como trabajador de mantenimiento de un exclusivo condominio en Cali, lo había visto sentado en la sala de una casa donde las investigaciones decían que ahí se escondía. La puerta estaba abierta, de modo que el agente aprovechó y sacó cuidadosamente su cámara. Tomó una foto y se la envió al comandante PNP Walter Lozano Pajuelo, quien se encontraba en los exteriores coordinando con la policía colombiana. Era el primer contacto visual que se tenía de este abogado, quien ya tenía más de 130 días en la lista de los hombres más buscados por la justicia.
La confirmación llegó al día siguiente. “Mamá, el tío Rodolfo tiene hambre”. La policía colombiana, a pedido de sus pares peruanos, interceptaron los teléfonos de la casa de Alvia Ramos Gallegos, ex cuñada de Orellana, ubicado en la Ciudadela Pasoancho en Cali. Allí vivía con su hijo y con su esposo, el abogado Germán Pizarro Melgarejo. Tal vez fue el exceso de confianza lo que hizo que Orellana bajara sus defensas: luego de que hablara el hijo de Ramos, el propio investigado cogió el teléfono y le preguntó a qué hora venía y si podía pedir alimentos por delivery. Una conversación doméstica terminó siendo la prueba que faltaba. Ese día se tramitó la orden de detención ante la fiscalía colombiana, la cual se ejecutó el 13 de noviembre a las 6:50 de la mañana por el fiscal antidrogas Mario Peñate Mercado.
Orellana aún estaba en pijamas cuando un contingente ingresó al domicilio. Visiblemente sorprendido, alcanzó a decir que se cometía un error porque él era un perseguido político. Era notorio que había perdido varios kilos de peso. Ya no era el “gordo”, como lo llamaban sus cómplices, a quienes sólo seis meses atrás lideraba —de acuerdo con la fiscalía— en una de las organizaciones más grandes de lavado de dinero y corrupción que se hayan visto en el país. Se lo veía ojeroso y descuidado. En la diligencia también participaron los agentes Lozano y Aguirre, quienes acompañaron en el traslado del detenido a Bogotá. En paralelo, la fiscal Marita Barreto, que también había viajado encubierta a Colombia, coordinaba con las autoridades la expulsión de Orellana, pues había ingresado de manera irregular a territorio colombiano.
De acuerdo con los investigadores, Orellana pasaba sus días en la clandestinidad estudiando las leyes del país donde se escondía con el propósito de montar allí algún día sus negocios inmobiliarios. “Aquí hay un terreno virgen”, le habría dicho el procesado a su pareja Ester Carolina Furland, según una de las interceptaciones telefónicas que efectuó el equipo del comandante Lozano.
A las 8 de la mañana del 13 de noviembre, la detención ya estaba en todos los noticieros del Perú. El entonces presidente Ollanta Humala llamó a RPP desde Roma, donde cumplía una visita oficial, para felicitar el trabajo de la policía. También le hizo llegar al entonces presidente colombiano, Juan Manuel Santos su agradecimiento por la colaboración de los agentes de su país. Humala anunció que su ministro del Interior, Daniel Urresti, viajaría a Bogotá con un avión de la Fuerza Aérea para traer al detenido. El hecho se concretó al día siguiente.
Orellana fue expulsado de Colombia un día como hoy hace cuatro años. Poco después de las 6:15 de la tarde, descendía de las escaleras del avión que lo traía a Lima. Vestía una chompa gris y encima un chaleco antibalas. Estaba esposado y cada brazo lo tenía sujeto por un agente policial. El procesado evitó mirar a las cámaras mientras era introducido a una camioneta de la Dirincri que lo llevaría a Requisitoria. Al día siguiente, fue internado en Piedras Gordas.
La captura de Orellana marcó el inicio de los diversos megaoperativos de la PNP contra cabecillas de presuntas organizaciones criminales. Fue el resultado de un trabajo metódico del grupo especial de investigación Orión de la División Antidrogas de la PNP, el que a mediados de septiembre del 2014 fue convocado de emergencia por la fiscal Marita Barreto para que ayuden a capturar al escurridizo investigado. Barreto sospechaba que al interior de la Dirincri se estaba filtrando información que terminaba en los oídos de Orellana.
Las sospechas de la fiscal tomaron fuerza cuando descubrió en el “búnker” de esta presunta organización un listado de números telefónicos de mandos policiales, varios de ellos en actividad. Según la fiscalía, la red de Orellana se caracterizaba no solo por su alto nivel técnico para cometer sus actos ilícitos, sino también porque tenía infiltrados en la PNP, fiscalía, Poder Judicial y en la política.
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La fiscal solicitó al entonces ministro Urresti, al director de la PNP Jorge Flores Goicochea y al jefe de la Dirandro Vicente Romero, el apoyo de Orión, el cual lideraba el comandante Lozano. Barreto ya había trabajado con ellos en la captura de la ex congresista Nancy Obregón y otros operativos en el Alto Huallaga, como el interrogatorio a Florindo Eleuterio Flores, alias “Artemio”, uno de los cabecillas de Sendero Luminoso. El grupo Orión había sido artífice de la captura del mando terrorista. La operación contra la red Orellana se llamó 'La Tribu' y comenzó de manera oficial el 23 de septiembre del 2014.
Los agentes Lozano y Aguirre, así como su equipo de trabajo, tenían experiencia en investigar a bandas de narcotraficantes. Era la primera vez que estaban tras los pasos del líder de una presunta red de lavado de dinero. Sin embargo, utilizaron su misma metodología de trabajo: un seguimiento sostenido a los miembros de la organización, la captación de informantes y la interceptación telefónica contra sus principales miembros. A fines de octubre dieron con la clave: Ester Carolina Furland dijo por celular que su pareja, Rodolfo Orellana, se encontraba bien en “Santiago”. Se abrían dos posibilidades: Santiago de Chile o Santiago de Cali.
Verificaron las direcciones de los allegados a Orellana. ¡Bingo! La hermana de su ex esposa vivía en un exclusivo condominio en Cali. El resto fue una coordinación con las autoridades locales y colombianas para viajar encubiertos. En especial, para que no se enteraran personajes como Carlos Ramos Heredia, entonces fiscal de la Nación, de quien, más adelante, un colaborador eficaz lo señaló como persona cercana a la presunta organización delictiva.
Orellana hoy cumple prisión preventiva en el penal de máxima seguridad de Challapalca en Tacna. Se sabe que comparte celda con el holandés Joran van der Sloot. En agosto de este año, se hizo público que desde allí ejercía la defensa de internos condenados por tráfico de drogas e incluso, según fuentes de la fiscalía, de sujetos como Gerald Oropeza.
Fuentes de El Comercio señalan que la fiscal Barreto espera la entrega de un peritaje para presentar su acusación contra Orellana por los presuntos delitos de lavado de activos y asociación ilícita. La pena que se pediría es de 35 años de prisión efectiva. Se prevé que esto sucederá antes de que termine el año.