¿Cómo levantar la escopeta y matar varios pájaros de un tiro? O sea, subir la aprobación a niveles de navegación segura, neutralizar a la oposición, fidelizar a la chúcara bancada y al disperso antifujimorismo, hacer que el discurso del 28 de julio marque de veras un giro, ganar la calle y la iniciativa; todo eso en un solo combo contundente.
Había voces del ala extrema antifujimorista que pensaban en volver a izar la bandera del voto de confianza pechador, ese que costó la cabeza de Fernando Zavala en el 2017. Incluso, algunos interpretaban que, como cambió el presidente mas no el Congreso, una nueva confianza denegada se sumaría a la del 2017, y pondría a este Parlamento en jaque.
Esa alternativa de raigambre ppkausa apenas fue oída por Martín Vizcarra y César Villanueva, pues ni estaba en su naturaleza conciliadora ni era coherente con un Congreso aún fujimorista que, si bien tiene razones y motivos para no compartir varias de las reformas sugeridas por el Ejecutivo, no está en plan de dar la contra.
Hasta que surgió la oportunidad, a la vez sórdida y dorada, de plantear un combazo: el megaescándalo de corrupción registrada en audios que golpeaban al Poder Judicial, al Ministerio Público, hundieron al CNM y salpicaron al Congreso.
Al Ejecutivo también lo salpicaron, a través de una conversación zalamera entre el juez César Hinostroza y el ex ministro Salvador Heresi. Pero apenas apareció ese audio, Vizcarra le dijo adiós a Heresi. El presidente sabía que tenía que marcar absoluta distancia con ese lío que corroía a otros, para así poder liderar la indignación popular.
—Salvador, primero y último—
El jueves 12 y el viernes 13 de julio son cruciales en esta pequeña historia y en la vida de Salvador Heresi. El 12, audaz y orondo, en una entrevista a propósito de la formación de la comisión de reforma del sistema de justicia presidida por Allan Wagner, Heresi lanzó, como quien no quiere la cosa, sin subrayarla ni adornarla, la idea de que esa reforma podría ser materia de un referéndum.
El casi ‘spoiler’ de Heresi, en medio de la retahíla de los primeros audios, no generó polémica. Además, al ahora ex ministro se lo percibía ajeno al entorno íntimo de Vizcarra, de modo que cualquier idea suya no era, necesariamente, oficial. Su lejanía del presidente se comprobó, dramáticamente, el 13, cuando apareció su audio y tuvo que decir adiós.
Pero hubo algo más tras la salida intempestiva de Heresi. En la crónica “Sal, sal, Salvador” (15/7/2018), conté que al presidente le había molestado que el ministro hablara de un referéndum.
Esa vez me dijeron que el referéndum era una idea de Heresi y la había lanzado a título personal, como un globo de ensayo. ¿Qué lo habría motivado a declarar algo audaz e inconsulto? Quizá se sentía relegado, pues el presidente no le consultó al convocar a la comisión de notables.
Lo que obtuvo fue un motivo adicional al del audio para que Vizcarra fuera inusualmente duro. Ahora, he confirmado con más de una fuente que la idea del referéndum no era del ex ministro y que Vizcarra y Villanueva más sus asesores la venían trabajando en secreto con miras a lanzarla en Fiestas Patrias. El ministro no iba a arruinarles el 28.
—A las urnas—
Cuando Heresi soltó la lengua, el presidente y el primer ministro llevaban días dándole vueltas, masticando la idea hasta hacerla digerible para sí mismos. La idea del voto de confianza, como ya vimos, estaba desechada.
Tampoco quisieron hacer suya la sugerencia de un personaje satélite del oficialismo como entonces era Vicente Zeballos. Él planteó pedir voto de confianza por la reforma judicial, pues la Constitución prevé que esa figura no solo se puede hacer para legitimar ministros, sino políticas de Estado.
Un referéndum sonaba mejor y más audaz porque apelaba directamente ‘a la calle’ y, sin que esa sea o parezca su intención primordial, arrincona al Congreso. Como me dijo un colega, ‘es tener a la calle de tu lado contra los fujis’. De ahí que se sumaran, a la propuesta básica de la reforma judicial, otras preguntas específicas de reforma política, sobre bicameralidad, financiamiento a partidos y no reelección de congresistas.
¿Quién fue el primero al que se le prendió el foquito y dijo, con la lengua trabada, ‘re-fe-rén-dum’? No he podido establecer un solo nombre, pero sí que Vizcarra y Villanueva estuvieron de acuerdo y junto a sus asesores (Maximiliano Aguiar, Mirian Morales, entre otros, por el lado de Vizcarra; el viceministro Raúl Molina y el gabinete de asesores de la PCM, por el lado de Villanueva) han estado analizando las aristas de la idea.
Villanueva llamó a algunos expertos para preguntarles su parecer sobre la coyuntura. He hablado con dos de ellos, que me piden guardar la confidencia sobre sus conversaciones en la PCM, pero me confirman que la idea del referéndum ya estaba instalada en el gobierno.
Lo que Villanueva se cuidó de no decirles es que pensaban lanzarla, con un paquete de preguntas provocadoras, en el discurso del 28.Cuando les pregunto a mis fuentes palaciegas, hay mucho hermetismo sobre el pronóstico e insisten en que presidente y primer ministro comparten sin fisuras el plan.
Sin embargo, el 29 de julio, un día después del discurso, Villanueva dio a entender, entrevistado por Enrique Castillo, que desistirían del referéndum si el Congreso se apuraba en aprobar la reforma. Parecía estarle bajando la llanta al referéndum, pero en realidad había metido la pata al argumentar. Se apuró en dar dos nuevas entrevistas para dejar en claro que cerraba filas con Vizcarra.
¿Realmente piensa el gobierno en la conveniencia de no reelegir congresistas? Los expertos se han manifestado en contra y los porcentajes de reelección congresal últimos (27%) son bajos. De ahí que muchos piensen que se trata de un truco populista, con ánimo maquiavélico, para arrinconar al Congreso y negociar otros temas, más que una nueva expresión de democracia plebiscitaria de inspiración chavista o correista.
Por otro lado, plebiscitos también los hay en democracias más afines a la peruana, como Colombia. Si pensaban que el gobierno carecía de alma y estrategia para pelear la iniciativa política y aprovechar las oportunidades que el azar siembra en el Perú (algunos prefieren pensar en conspiraciones), se equivocaron.
Una fuente palaciega me dijo que había una suerte de plan: “Primero pedíamos facultades, sobre todo, para la reactivación económica y reconstrucción del norte; luego venían las medidas políticas”. Nadie sabe, ni el más calculador de los asesores, hasta dónde llegará la idea del referéndum.
Como ya apuntaron los constitucionalistas, este no puede ser planteado directamente por Vizcarra y hay tiempos y formas que maneja el Congreso. La caja de Pandora de los audios, entre otras fuentes de sorpresas, sigue abierta. Podemos experimentar nuevos giros que le den al Congreso iniciativa para frenar reformas o hacerlas a su medida. En Palacio siguen barajando escenarios.