En “Hambre de poder”, Michael Keaton interpretó Ray Kroc, un empeñoso vendedor de máquinas para fabricar malteadas que, tras insistir casi hasta el cansancio, convence a dos hermanos –los creadores de la marca McDonald’s—de expandir su negocio mediante una sociedad de franquicias. Aunque en su propósito encuentra muchas trabas, finalmente el protagonista del filme termina apropiándose de una marca que con el paso de los años sería un imperio de los fast food.
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Recordamos esta película del 2016 luego de ver “¿Cuánto vale la vida?”, el nuevo drama sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre que está disponible Netflix, y que tiene a Keaton también en su rol protagónico. En esta ocasión, aunque el personaje al que da vida se muestra inicialmente frío y calculador como Ray Kroc, hay un giro posterior que lo torna sumamente humano. Más allá de esta diferencia, algo que resulta similar es que en las dos películas Keaton interpreta a un tipo muy seguro de sí mismo, es decir, a alguien que se sabe capaz de trascender.
Horrendos atentados terroristas cometidos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 dejaron más de tres mil muertos. En una época donde las redes sociales aún no eran pieza clave de nuestra comunicación, sí lo eran las transmisiones en TV. Fue así como millones de ciudadanos en todo el mundo vimos en vivo cómo se estrellaban aviones contra las torres gemelas del World Trade Center. Aunque muchas personas lograron huir de los inmuebles y salvar sus vidas, otras no pudieron. Bomberos, ejecutivos, obreros, enfermeros o estudiantes perecieron a causa de la insania de Al Qaeda.
Conscientes de que un hecho de tal magnitud podría derivar en múltiples demandas civiles contra las aerolíneas involucradas y, por ende, en sentencias e indemnizaciones que las lleven a la quiebra, las autoridades estadounidenses decidieron proponer desde el Congreso un Fondo de Compensaciones para las Víctimas del 11 de septiembre. El objetivo era no solo parar las posibles demandas, sino a su vez blindar al sistema de aviación comercial y, por ende, atajar un posible quiebre del circuito turístico en todo el territorio estadounidense.
Presentado como un abogado y profesor universitario especializado en determinar cuánto deben recibir los deudos como indemnización por juicios vinculados a temas diversos, Ken Feinberg (Michael Keaton) encuentra en este Fondo una posibilidad para trascender. Se trataba, sin duda, de una iniciativa inédita para una situación similar. Lo que para muchos era una ‘papa caliente’, resultó ser el gran objetivo de Feinberg, quien tras postularse e inclusive aclarar que no deseaba recibir honorario alguno por su desempeño, finalmente es designado por el Gobierno. A partir de aquí empieza un arduo camino que será fundamentalmente un camino de conversión personal.
“¿Cuánto vale la vida?” muestra lo difícil que resulta equiparar el dolor que nos causa la muerte de un ser querido con una cifra de dinero. ¿Cuánto le exigiríamos a una empresa si por su responsabilidad –directa o indirecta—murió nuestra mamá? ¿Y si murió solo un sobrino? ¿Y si el fallecido fue nuestro abuelo enfermo de 95 años? A priori, uno podría pensar que en una desgracia multitudinaria como la del 11 de septiembre todos deberían recibir la misma indemnización. Pero no es tan así. En esa primera etapa del filme, Ken Feinberg parece de acuerdo con la idea de que un ejecutivo fallecido dentro de una de las torres debería recibir más que, no lo sé, un obrero inmigrante. ¿Por qué? “Porque el ejecutivo tenía una hipoteca más cara”, responde al ser increpado por un grupo de familiares de las víctimas del 11 de septiembre.
Pero intentar negociar con tantos deudos termina siendo una especie de terapia para Feinberg y el equipo de abogados de su estudio. Y es que detrás de cada víctima de la barbarie hay padres, madres, hermanos, esposos y, muchas veces, hijos. Cada uno tiene un testimonio que brindar sobre aquella persona que un día se fue a trabajar al World Trade Center y nunca más volvió. Son esos largos minutos de diálogo los que terminan abriendo la cabeza de un abogado acostumbrado a cifras exactas e innegociables.
Por supuesto que esta historia tampoco es una retahíla de llantos y dolor. Estructuralmente eso hubiera resultado tedioso, plano y muy local (pues se trata de una tragedia fundamentalmente estadounidense). Esta película se preocupa por presentar, además, a las víctimas en su lado más humano. Un bombero cuya muerte devela que tuvo dos hijas extramatrimoniales. Los padres de una víctima impiden que su pareja, del mismo sexo, acceda a los beneficios de este fondo. Ken Feinberg y sus colegas serán testigos de lo compleja que puede llegar a ser nuestra sociedad.
Sin llegar a ser redonda por diversos aspectos (más allá de la gran actuación de Keaton y una muy aceptable labor de Stanley Tucci como Charles Wolf, el viudo que logra conmover a Feinberg y proponerle un Fondo más humano), “¿Cuánto vale la vida?” consigue su propósito al mostrarnos cómo la desgracia humana es capaz de conmover al más reacio de los abogados. Y, por último, el film de Sara Colangelo nos refresca la memoria –sin necesidad de apelar a mostrar imágenes escabrosas de los atentados perpetrados hace exactamente 20 años—del poder maligno que son capaces de usar aquellos que no creen en la democracia ni en las libertades que esta defiende.
LA FICHA:
Título original: “¿Cuánto vale la vida?”.
Sinopsis: Tras los ataques del 11 de Septiembre en EE. UU., un abogado debe intentar determinar el valor monetario de las vidas que se perdieron. Basada en eventos reales.
Plataforma: Netflix.
Duración: 2 horas
Director: Sara Colangelo.
Clasificación: +13.