Resulta difícil, casi imposible, que no vengan a tu mente sus gigantes abanicos y extravagantes vestimentas al ser interrogado sobre el término “Locomía”. Efectivamente, aquel producto tan pegajoso, como el ambiente que lo cobijó a finales de los ochenta e inicios de los noventa, vuelve a estar en boca de todos ahora en 2024, pero esta vez no por música, sino por la película que intenta retratar su génesis, apogeo y disolución.
La primera banda dance española recorrió toda la Península y saltó a Estados Unidos y Latinoamérica repitiendo una y otra vez letras que no tenían en la profundidad su principal característica, pero que supieron cautivar a chicos y chicas de distintas edades. Detrás de esa marca hubo no solo un poderoso empresario musical –como la mayoría de grupos exitosos surgidos en los últimos 50 años—sino artistas, pero, sobre todo, seres humanos que se vieron, por azares del destino, trepados en una especie de montaña rusa de fama, excesos e insatisfacciones.
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“Disco, Ibiza, Locomía” es una producción de Nadie es Perfecto, La chica de la curva y SDB Films. En España todo ha corrido de la mano de la gigante Atresmedia y a nivel global ha sido Netflix la compañía de streaming que se ha encargado de esparcir esta especie de biopic o mini documental que tiene nada menos que a Jaime Lorente y Alberto Ammann como sus protagonistas.
En poco menos de dos horas, la propuesta dirigida por Kike Maíllo presenta pocos aciertos y muchas falencias. Las primeras vienen casi siempre desde lo interpretativo, porque “Disco, Ibiza, Locomía” es, fundamentalmente, Xavi Font y José Luis Gil. El líder del grupo y el productor musical. Sobre ellos recae, entonces, el análisis que a continuación ensayaremos.
Casi cuatro décadas atrás, un puñado de jóvenes reunidos en Ibiza –la bella isla del Mediterráneo—darían el salto desde variopintas discotecas a algunos de los escenarios más populares del mundo. Aquel sueño, tal vez más creíble en ese entonces que hoy, estuvo encabezado por el más llamativo, pero a la vez ensimismado de los integrantes de la tropa: Xavi Font, un diseñador sin habilidades para el canto ni el baile, reacio ante la posibilidad de que corten su libertad sexual (“no ha nacido nadie capaz de impedir que bese a mi novio”), mayormente buen amigo, pero incapaz de poner algo de orden en su vida, ni en la de aquellos que lo rodeaban.
El papel de Xavi recayó sobre Jaime Lorente. El murciano de 32 años tiene una carrera interesante, aunque su asociación con “La casa de papel” es inevitable mucho más fuera de España que dentro. En la serie creada por Álex Pina, él tuvo el papel de Denver, un ladrón que tenía el temperamento como su principal característica. A lo largo de las cinco temporadas que duró este proyecto (que saltó de la TV al streaming de la mano de Netflix), lo vimos enamorándose de una mujer en pareja, desatando sus celos y –armas en mano-- ahondando en sus dilemas personales, es decir, siendo un ser humano.
Posterior al rol de Denver, Lorente ha tenido varias otras participaciones. Una de las últimas en “Mano de hierro”, el thriller de Netflix que tiene también al Chino Darín y a Eduardo Fernández en los roles protagónicos. Aquí el murciano es Néstor, el yerno de Joaquín Manchado, una especie de ‘El padrino’ catalán, que lo maneja todo en el muelle de Barcelona. Aunque su voz ‘aguardientosa’ resulta inconfundible, Lorente aquí no es necesariamente el protagonista sino ‘parte de’ una historia en la que la violencia y los intereses están siempre por encima de todo. Esto, claro, explota aún más cuando Manchado sufre un atentado y las sospechas comienzan a salpicarle a todos.
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De Denver a Néstor, y si se trata de hablar con verdades, Xavi Font es otra cosa. Aquí Lorente ha sido exigido en diversos aspectos. Interpreta a un homosexual en la España de finales de los ochentas. Su tono de voz, los gestos, sus desplazamientos, las miradas que reparte, pero, sobre todo, su actitud ante la vida es otra. No parece haber nadie que encarne mejor la esencia de Locomía –ese grupo de amigos y bailarines de discotecas previo a la existencia del grupo musical—que él. Y he aquí algo que puede reconocerse como una fortaleza de la película: apostar por Lorente como su protagónico.
En su ejecución, no obstante, “Disco, Ibiza, Locomía” cae por su poca ambición. La película se presenta en dos planos temporales que tienen a una sala de conciliación como centro de todo. Allí una experta en acuerdos se ha propuesto escuchar a los hermanos Gil (productor musical y tour manager del grupo) con todos los integrantes posibles del conjunto. El objetivo: llegar a un entendimiento cuando ya todo parece roto y así evitar ir a un prolongado y costoso juicio.
Conforme las partes tienen la posibilidad de dar su versión sobre el rompimiento de relaciones, la película va mostrando la génesis, el apogeo y el abrupto declive de todo. Ciertamente, parece poco tiempo 104 minutos para contar cómo se puede hacer –de la nada—un grupo musical exitoso. Al dar la impresión de una propuesta algo acelerada, no hay mucho espacio para profundizar en las personalidades de Xavi Font y sus compañeros de banda. Ni en cómo estas se nutrieron. Aunque recordamos instantes suyos frente al TV (de niño junto a sus tres hermanos), luego rápidamente lo tenemos vendiendo ropa en Ibiza y, en un dos por tres, bailando en la discoteca del momento.
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Incluso para alguien que de Locomía conoce básicamente los estribillos y recuerda más bien sus abanicos y vestidos estrambóticos, Lorente cumple con perfilar los grandes rasgos de un líder mayoritariamente hundido en sus pensamientos (de ahí al trabajo de buscar en Google si esto fue totalmente real, le corresponde a cada espectador). El consumo de drogas sin límites, el recurso de las miradas perdidas, los besos desenfrenados, la voz en susurros, la interminable alma fiestera, pero sobre todo esa proclividad a pintar dragones majestuosos en cualquier papel que se le ponga al frente, también puede verse como un punto a favor, atribuible, claro, al actor de 32 años.
Del otro lado hay un personaje sobre el que también recae un peso notable: el productor musical (representante o manager) José L. Gil. Interpretado por el argentino Alberto Ammann, estamos ante un villano que nunca llega a ser completamente tal. El ‘descubridor’ de este grupo de amigos que se hacían llamar Locomía parece haber sido siempre honesto: “no he venido a pagarles la fiesta”. El objetivo –según lo visto en la película de Maíllo siempre fue probar suerte en un negocio que tal como funcionó, podía fracasar con la misma velocidad: el primer grupo dance español.
“Disco, Ibiza, Locomía” no llega a ser la historia de un terrible enfrentamiento entre Xavi Font y José Luis Gil. A ratos es el retrato de un productor que aprende, valiéndose más del garrote que de la zanahoria, mientras termina igual de sorprendido que sus representados ante la popularidad alcanzada por la agrupación. En su camino se ha apoyado por Manolo Gil (su hermano), quien, aunque es ‘contratado’ como tour manager, termina con las narices plagadas de cocaína y en medio de las orgías madrileñas de Xavi y sus amigos. El alma fiestera, entonces, rebaja las revoluciones de un filme que no parece enfocada en profundizar, sino en conjugar pequeños instantes de un curioso fenómeno pop en la sociedad ochentera.
Volvemos al guion y en otro momento de la película vemos a Xavi Font intentando –presionado por José Luis—poner orden, aunque ciertamente pocos le prestan la atención debida. La cinta salta de conciertos llenos de gente a otras fiestas internas con trago, cocaína y muchos pectorales descubiertos. Ciertamente, la homosexualidad es un tema en la película, pero tampoco el más importante. “¿No pueden dejar de mariconear ni un momento?”, les dice Gil en una escena. Salvo la cara del novio de Xavi, no hay un intento por abordar algo más de ‘carne’ en un aspecto que, por el tenor de tabú que logró abarcar tiempo atrás, bien pudo darle un poco más de espacio al drama.
Pero no es lo único dejado de lado en gran parte de esta película de 104 minutos de duración. En “Disco, Ibiza, Locomía” el grupo de Xavi parece solo en el universo musical. Aunque se haya establecido a priori que estamos ante el “primer grupo dance español”, los rankings de la época tenían también otras agrupaciones provenientes de otros géneros, pero que sin duda compartían las ondas radiales o se presentaban en los programas de televisión. En un segundo escalón de importancia podríamos decir que se aprecia el papel de los clubs de fans. No hay un grupo de este tipo –nuevamente, tal vez más ayer que hoy—que pudiese concebirse sin fieles seguidoras dentro y fuera del país. La película de Maíllo cuenta con ellas casi como un elemento accesorio hasta que en algún momento recurre ya en profundidad solo porque hay que darle una lección a Gil. Otro error.
La posibilidad de conocer todos estos hechos narrados por los protagonistas, aunque en medio de una sala de conciliación, es valiosa. El drama, ciertamente, a ratos es mucho más nítido en cuatro paredes que mientras vemos transcurrir los hechos. La película sobre Locomía no es un producto perfecto. Hemos enumerado una serie de falencias que probablemente hubieran tenido mayores posibilidades de solución en un formato distinto (la mini serie, por ejemplo). No obstante, en ocasiones, la decisión de profundizar o no en ciertos tópicos no tiene mucho que ver con el tiempo a disposición. Quizás plasmar la historia de los chicos de Locomía de esta manera algo fugaz o anecdótica es lo más transparente posible porque, finalmente, como dice acertadamente José Luis Gil en un momento de la conciliación: estamos ante “una anécdota ibicenca” que se tornó, de la nada, “en un grupo de éxito internacional”.
DISCO, IBIZA, LOCOMÍA/NETFLIX
Sinopsis: Sigue al grupo español Locomía, mostrando los entresijos de la cultura de club, la época dorada de las discográficas y la explosión de la música latina en Miami.
Director: Kike Maíllo
Elenco: Jaime Lorente, Alejandro Speitzer, Iván Pellicer, Pol Granch, Blanca Suárez.
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