Porque no solo los libros escritos en inglés merecen ser adaptados al cine o a la televisión, resulta absolutamente positivo que novelas como “La uruguaya” o “No voy a pedirle a nadie que me crea”, del argentino Pedro Mairal y del mexicano Juan Pablo Villalobos, respectivamente, tendrán pronto su estreno en el streaming, la primera vía Star Plus (hace unas semanas se pudo ver en algunos cines de A. Latina) y la segunda mediante Netflix. Hablamos, coincidentemente, de títulos ‘no españoles’ (en España sí se adapta con algo más de frecuencia) relativamente recientes (fueron publicados en 2016), elogiados y hasta premiados.
Aunque mucho antes de que estos proyectos vean la luz también se adaptaban libros escritos en nuestra lengua al cine y a la TV, pero eran otros tiempos. La carrera de las cadenas de streaming por convertir textos literarios – o de no ficción—en imágenes con sentido es hoy frenética. Inclusive se subastan derechos de obras que ni siquiera han sido publicadas en todo el globo (20 productoras lucharon por “La edad del vicio” de la escritora hindú Deepti Kapoor sin que usted ni yo pudiéramos haberlo leído en castellano. Y saldrá finalmente por FX).
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Hay, sin embargo, una novela escrita en estas tierras que ha sido capaz de atravesar ambas corrientes. Hablamos del drama/thriller/retrato psicológico “Las viudas de los jueves”, con el que la escritora Claudia Piñeiro ganó el Premio Clarín de Novela 2005. La historia, descrita por los especialistas como “un retrato feroz y preciso de la Argentina” post 2000, fue adaptada al cine en 2009 por Marcelo Piñeyro. Y, casi 14 años después, llega al streaming de la mano del director Humberto Hinojosa Ozcariz, bajo el manto de Netflix, aunque presentada 100% en clave mexicana.
“Las viudas de los jueves” nos presenta la historia de cinco familias que habitan Los Altos de la Cascada, un lujoso conjunto de estancias con jardines, piscinas, canchas de tenis, es decir, una serie de elementos que a primera vista resultan lo exactamente necesario para “ser feliz”.
Pero la miniserie de seis episodios (casi todos entre 45 minutos y una hora de duración) tiene precisamente en el antónimo de felicidad su materia principal. No estamos frente a una procesión de hechos tristes o de quejas sobre lo desdichado del destino. “Las viudas de los jueves” es fundamentalmente una propuesta oscura y a ratos sumamente atrevida en torno a los privilegios que alberga un sector de la sociedad latinoamericana.
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Cinco de los seis capítulos presentan una a una la historia de las familias protagonistas de esta serie de Netflix. El otro, casualmente el primero, es una especie de ‘adelanto’ en el que nos quedará claro algo: el desenlace de los hechos ocurre la noche de un 26 de diciembre cualquiera. Los árboles navideños iluminando los verdes jardines de Los Altos de la Cascada se suman a un coro de elementos que se repiten de mansión en mansión: empleadas del hogar, jardineros, choferes, tragos, comida, drogas y sexo ocasional, con la pareja o con un amante.
Viendo solo esta última lista de elementos, “Las viudas de los jueves” podría ser solo una mini serie más sobre las angustias de los poderosos al borde de perder sus privilegios. Sin embargo, la propuesta de Hinojosa Ozcariz (lo decimos así porque ya a esta altura queda claro lo que la propia Piñeiro dijo: no ha tenido participación en el guion y solo pudo ver algunos cortes ya editados del video) va más allá. Y para eso tal vez sea necesario contar un poco sobre las cinco familias.
Tano Scaglia (Omar Chaparro) y Teresa Scaglia (Irene Azuela) son tal vez la pareja más pretenciosa de la historia. Él, un ejecutivo que se ve abruptamente despedido, no puede controlar las ansias de lujo que tiene su esposa (planeando un viaje varias veces postergado a otro país). La mente siniestra de este fetichista de los relojes de lujo, sin embargo, contrasta en parte con la forma en cómo encara su vida amorosa. Algo como “Son una pareja atrevida”, dice la narración, anticipándonos que el ‘Tano’ podría dejar tranquilamente a su esposa acostarse con el humilde jardinero de la casa.
Tal vez la pareja más notoriamente dispareja en “Las viudas de los jueves” es la que conforman Ronie Guevara (Juan Pablo Medina) y Mavi Guevara (Cassandra Ciangherotti). Él, un publicista que fue despedido y se hundió en la nada, para terminar convirtiéndose en un adicto a la marihuana. Ella, que, aunque tampoco puede dejar sus lujos, no se queda en su asiento y se echa la familia al hombro. Aunque –como pasa en el caso anterior—también hay una insatisfacción sexual de su parte. Primero reprimida y finalmente no.
En tercer lugar están Martín de la Luna (Pablo Cruz Guerrero) y Lala de La Luna (Mayra Hermosillo). Como sí pasa en muchas producciones mexicanas que mezclan dramáticamente el poder y los privilegios, él es un político de un viejo partido que intenta desligarse de la imagen corrupta de su padre y más bien acercarse a la positiva que ostentaba su abuelo. El problema es que ha sido delineado como un conservador sin una ideología que vaya más allá de defender ‘la idea de familia tradicional’. Es, asimismo, un hombre torpe, desconocedor absoluto de aquella realidad social a la que intenta acercarse en sus improvisados aunque costosos spots de campaña.
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La cuarta familia la conforman Gustavo Maldonado (Alfonso Bassave) y Carla Maldonado (Sofía Sisniga). Estamos ante un español que llega a vivir tarde a Los Altos de la Cascada y viene junto con su esposa, a la que no le avisó de la mudanza y de quien echó todas sus pertenencias. Aunque pareciera algo típica la forma en cómo se retrata a un canalla, resulta interesante ver cómo el personaje en cuestión va develando velozmente sus capas hasta pasar de un extranjero de acento encantador a un enfermo de celos, opresor y agresor de la única mujer que lo soporta y espera dentro de casa 24/7.
Finalmente, Ernesto Andrade (Gerardo Trejoluna) y Mariana Andrade (Zuria Vega) conforman una pareja sumamente particular. Él, un reputado cirujano plástico y ella un ama de casa que intenta convencerlo de que se involucre con los esposos de sus amigas del ‘vecindario’. Aunque en lo sentimental la pareja rompa el molde con respecto a las anteriores (esta sí parece amarse, o quererse al menos), rápidamente nos daremos cuenta que llevan la procesión por dentro, pues, uno de los dos hijos adoptados que cobijan y crían en casa (Ramona/Sasha González) exige con justa rebeldía que le informen sobre su verdadero origen. La negativa de sus padres adoptivos creará una tensión absolutamente verosímil en pantalla, con un Ernesto que ya tiró la toalla y una Mariana que no se dejará vencer por una adolescente que le levanta la voz en la mesa familiar.
Adornando estas escenas familiares hay, no solo los elementos que dijimos líneas arriba (jardines, choferes, tragos, etc.,), sino fundamentalmente un sub elenco de adolescentes que también aportan lo suyo. No es momento de decir qué personaje es hijo de tal o cual familia, pero queda claro que ninguno integra una familia feliz a pesar de las modernas camionetas en las que van a la escuela o de los costosos smartphones desde donde graban, y he aquí el detalle, el detonante de la gran tragedia que alimenta “Las viudas de los jueves”.
La miniserie se apoya en un conjunto de adultos que ha establecido y aceptado jerarquías (salvo la excepción de Mavi que comentamos antes) de hace más de un siglo de antigüedad: el hombre provee (vaya uno a saber si de fuentes limpias) y la mujer “goza” de todo sin otros requerimientos que no sean muchas empleadas, un clóset lleno de ropa, reuniones ostentosas y, por supuesto, la posibilidad de reunirse un día a la semana con sus amigas del ‘barrio’ (“Nos llaman las viudas de los jueves porque ese día nos juntamos y nuestros maridos no existen”). A esto se le sumaría un segundo conjunto conformado por adolescentes. Ambos grupos conforman un universo que Humberto Hinojosa Ozcariz ha sabido aislar con precisión. Salvo dos o tres salidas de Los Altos de la Cascada, todo lo demás ocurre allí. Hablamos, pues, de una especie de fortaleza --infinitamente verde-- en la que te diferencias de la clase media tal vez porque nadie podrá arrancarte el celular de las manos para robártelo, pero finalmente terminas homologado cuando de ambiciones truncas, sueños imposibles y grandes frustraciones se trata.
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Aunque jamás ha ocultado sus preocupaciones fundamentales (el espacio de la mujer en la sociedad, los feminicidios, el derecho al aborto libre, etc.) la Claudia Piñeiro escritora (“Betibú”, “Elena sabe”, “El tiempo de las moscas” e incluso la misma “Catedrales”, y más) es fundamentalmente una brillante creadora de buenas historias de suspenso. En ese sentido, si la adaptación mexicana de “Las viudas de los jueves” hace que algunos miles de televidentes de Netflix vayan en búsqueda de la novela, seguramente valdrá la pena.
LAS VIUDAS DE LOS JUEVES/ NETFLIX
Sinopsis: Teresa (Irene Azuela) vuelve a casa y se encuentra muertos a su marido, Tano (Omar Chaparro), y a dos amigos suyos. La tragedia estremece a los demás residentes de la lujosa urbanización de los Altos de las Cascadas, que lo califican de accidente. Pero pronto surgen dudas de hasta qué punto esas muertes son «accidentales», dudas que demostrarán que en los Altos de las Cascadas nada es tan perfecto como parece.
Director: Humberto Hinojosa Ozcariz
Elenco: Cassandra Ciangherotti, Omar Chaparro, Mayra Hermosillo, Pablo Cruz Guerrero, Alonso Bassave, Zuria Vega
Episodios: seis
Calificación: cuatro de cinco estrellas
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