En medio de un puente que parecía un escenario de guerra, el teniente Hobbs (Dwayne Johnson) se encontró cara a cara con Dominic Toretto (Vin Diesel) y Brian O’Conner (Paul Walker). Los tres acababan de salvarse de morir, pero fue el primero –autoridad de la ley—quien, señalando una inmensa bóveda de metal tirada a su lado, el que le dijo a sus ‘enemigos’: “Saben que no puedo dejarlos ir. Ese no es mi estilo. Aunque pienso que se ganaron 24 horas, pero el dinero se queda”.
Trece años atrás, cuando los asistentes al estreno de aquella película, “Rápidos y furiosos 5″, vieron lentamente cómo se develaba en pantalla que aquella bóveda arrancada de una sede policial en Río de Janeiro, estaba en realidad vacía, fue inevitable soltar una carcajada. ¡El equipo de ‘Dom’ lo había hecho de nuevo! Y la mueca de Hobbs, masticando esa mínima derrota, se mezclaba con imágenes que mostraban cómo Toretto y sus amigos hicieron para intercambiar, en medio de una tenaz persecución, una caja por otra. Y así hacerse de millones de dólares.
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El recurso del grupo de astutos bandidos que, tras lograr su propósito, explica cómo lo hicieron posible, no es nuevo en el cine. Pero aquella vez, como muchas de las cosas que ha mostrado la saga “Rápidos y furiosos” a lo largo de los más de 20 años que lleva rompiendo la taquilla en Estados Unidos y el resto del mundo, funcionó como si en realidad lo fuera. No es, sin embargo, el único mecanismo que esa franquicia repite con éxito. También está la idea del líder del grupo (en este caso Diesel siendo Toretto), la idea de ‘familia elegida’, o inclusive la selección de integrantes de la ‘pandilla’ según sus respectivas habilidades (Ludacris era el hacker, por ejemplo).
Pero si hay películas, y más aún sagas, que ejecutaron el manual con éxito, también hay otras que tropezaron estrepitosamente en dicho propósito. Y no necesariamente por falta de recaudación o, ya en tiempos actuales de vistas en el streaming, sino tal vez porque a lo largo de su ejecución todo fue tan evidente que el efecto fue diametralmente opuesto al relatado al inicio de esta nota.
Un ejemplo inmejorable de esto bien podría ser “Lift. Un robo de primera clase”, la nueva apuesta de Netflix para el verano de 2024. Aunque desde el elenco queda claro que el propósito ha sido captar a la masa (Kevin Hart lidera, Gugu Mbatha-Raw y Vincent D’Onofrio acompañan y Úrsula Corberó se abre paso), a continuación, intentaremos explicar por qué en esta ocasión repetir el manual de siempre no ha arrojado los mismos resultados que en “Rápidos y furiosos” 5, o en la alternativa que usted decida utilizar para ensayar una comparación.
Dirigida por F. Gary Gray –sí, el director de “Rápidos y furiosos 8″, aunque también de la notable “Straight Outta Compton” --, esta película cuenta la historia de un grupo de ladrones de arte encabezados por Cyrus (Kevin Hart) que, ya desde el inicio, tiene una tarea en ciernes: robar un Van Gogh guarecido en Londres. En dicho propósito, trazan una estrategia: fingir que roban un NFT (buscar y entender el significado real de esto puede tomarle varios minutos en Google) de un artista juvenil identificado como N8 (Jacob Batalon). Esto último, a vista y paciencia de Abby (Gugu Mbatha-Raw), oficial de la Interpol a cargo de la Unidad de Patrimonio Cultural.
Si algo ostenta “Lift” es su capacidad presupuestal. A los muy famosos integrantes de su elenco, se le suma un despliegue técnico bastante ambicioso, que propicia hermosas tomas por lugares como Venecia, Londres, Bruselas y más. Es en una de estas ciudades donde, precisamente, Cyrus y parte de su equipo ejecutan lo que tal vez sea lo mejor en los 104 minutos de duración de la cinta: la persecución marina. Veremos pues, una Venecia majestuosa que permite huir (y ser perseguidos) en hermosos yates a toda velocidad. Una cacería presuntuosa, digna de un grupo cuyo lema es “rescatamos obras de arte de dueños que no las merecen”.
Aunque el llamado a ser el protagonista de la cinta es Kevin Hart, exitosísimo comediante estadounidense y que desde hace dos o tres años viendo produciendo y protagonizando dos o tres cosas por año en Netflix (“Una historia muy real”, “Ser padre”, “Tiempo para mí”, “El hombre de Toronto”), la historia se apoya también en dos entes. El primero es su equipo de ‘ladrones’. Y la segunda es Abby, oficial con la que mantuvo una especie de affaire tiempo atrás.
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Cada quién tendrá la potestad de ir comparando aspectos de “Lift” con otros de sus películas de ‘atracos’ preferidas, pero en la cinta de F. Gary Gray también hay un equipo integrado por un experto en algo. Al jefe Cyrus se le suma Camila (Úrsula Corberó), la piloto; Mi Sun (Yun Jee Kim) es la hacker; Magnus (Billy Magnussen) es el experto en bóvedas. El ya mencionado D’Onofrio es Denton, un experto en disfraces. Finalmente, Luke (Viveik Kalra) es el ingeniero del equipo. Por supuesto que cada uno ostenta una personalidad, manías y gestos particulares, pero el guion no parece muy urgido en desarrollarlos.
Aunque el robo del Van Gogh parecía perfecto, Cyrus y su equipo terminan sorpresivamente contra las cuerdas. Aquí surge otro recurso ya usado, en la saga de Diesel o la que usted prefiera. Para limpiar su historial delictivo, la banda debe hacerle un ‘trabajito’ a las autoridades. En este caso, la Interpol exige a Cyrus y compañía que roben 500 mil millones de dólares en lingotes de oro de propiedad de Lars Jorgensen (un sobrio, pero poco explotado Jean Reno), millonario que apoya peligrosas acciones terroristas. La acción se muda, pues, desde el mar hacia el aire.
Acostumbrado a llenar estadios presentando sus famosos stand-up, Kevin Hart ha intentado abrirse paso poco a poco en la industria del cine. Lo hace a través de películas que lo resaltan en solitario, fundamentalmente desde la comedia, aunque también ha aparecido en dramas, oscuros como “Una historia muy real”, familiares tipo “Ser padre” (2021), o tal vez de acción como “El hombre de Toronto”. El caso de “Lift” no hace más que ahondar en la tesis de que el nacido en Filadelfia destila lo mejor solo o junto a un socio, pero se desvanece en medio de grupos grandes.
En la película de Gary Gray, Hart intenta liderar un equipo, pero su aspecto algo apocado, lo hace parecer uno más. Por ratos se le aprecia dando órdenes, sugerencias e indicaciones, pero seguramente el actor y productor se sentiría más cómodo desde el otro lado. Divorciado casi naturalmente de la imagen de ‘estratega’ –que sí tienen Diesel o el propio Cruise en la saga “Misión imposible” -- en un equipo a cargo de robar tanto dinero como en “La casa de papel”, Hart es además golpeado por un guion tan poco original que cuando su personaje, Cyrus, exhorta a sus amigos de la banda a dejar el proyecto “para salvaguardar su integridad”, el momento en que todos se niegan y le ratifican su apoyo, resulta siendo de lo más inverosímil visto en muchos años.
Si ha aceptado continuar con la película, le espera un intermedio lo suficientemente extenso para comprobar que las coreografías de acción y los efectos especiales en “Lift” cumplen con lo mínimo requerido para convertir la propuesta en un ‘blockbuster’ de los nuevos tiempos.
Sobre el papel de los actores que acompañan al protagonista también hay cosas que decir. Gugu Mbatha-Raw es mucho más interpretativamente que Hart en cualquier circunstancia. A su turno, Vincent D’Onofrio tal vez recuerde este papel como uno de los menos trascendentales de su hoja de vida. Por su parte, Úrsula Corberó –impregnada en la memoria de millones por la legendaria serie “La casa de papel”—tal vez pueda extraer mucho más que sus compañeros de una cinta ligera como esta. Como piloto de yate primero y de avión después, la actriz catalana habla poco, pero siempre busca la manera de exhibir su personalidad, levantando la voz, hablando en castellano (“¡Te voy a dar una hostia!”) y, por supuesto, lanzándole un golpe al que lo merece.
Seguramente será lo más visto en Netflix durante enero y entrará al ránking de lo más popular del 2024. No obstante, “Lift. Un robo de primera clase” arrastra una serie de carencias que la convierten en lo opuesto a todas aquellas cintas –como las mejores de la saga “Rápidos y furiosos”, seguramente—a las que intrínsecamente rinde homenaje. Su guion poco original, la débil química que irradian sus protagonistas (Cyrus y Abby), personajes secundarios interesantes, aunque poco explotados como Jorgensen, no hacen más que dañar su evaluación final, convirtiéndola en una olvidable experiencia de 104 minutos frente al televisor.
LIFT. Un robo de primera clase/NETFLIX
Director: F. Gary Gray
Elenco: Kevin Hart, Gugu Mbatha-Raw, Vincent D'Onofrio, Úrsula Corberó, Billy Magnussen
Sinopsis: Una banda internacional de ladrones, encabezada por Cyrus Whitaker (Kevin Hart), va a dar un golpe por todo lo alto: robar 500 millones en oro en un avión de pasajeros… ¡a 12 000 m de altitud!
Duración: 104 minutos
Género: Acción, comedia
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