Aunque su hija Clara (Cecilia Dopazo) siempre le pide mudarse a Londres para vivir con ella y con sus nietos, el crítico gastronómico Manuel Tamayo Pratts (Luis Brandoni) prefiere seguir viviendo en su casa de siempre, un viejo departamento ubicado en una especie de quinta en Buenos Aires, capital de Argentina. Allí parece tenerlo todo a su gusto. Desde una despensa con infinitos ingredientes e insumos para cocinar lo que le provoque, hasta una especie de empleada-socia-madre-hermana, Celsa (María Rosa Fugazot).
Celsa es, fácticamente, un ama de llaves. Cuarenta años trabajando en casa de Manuel la ha convertido en una experta en satisfacer sus necesidades. Entre ambos hay una relación de respeto que no impide, sin embargo, que ella le diga cada cierto tiempo a él: el dinero no alcanza. Porque, aunque no hay una referencia directa a cuándo ocurre la historia, sí puede inferirse que estamos en una Argentina sumamente actual, con una inflación muy alta y un peso absolutamente débil.
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Hasta aquí hemos contado en líneas generales el inicio de “Nada”, la nueva miniserie de Star Plus que tiene al experimentado actor Luis Brandoni como estrella principal, aunque quién probablemente llame más la atención por momentos es, nada menos que, el artista invitado: Robert De Niro en el papel de Vincent Parisi, el exitoso periodista y escritor –amigo de Manuel—que narra la historia sentado en un cómodo sillón de su lujoso departamento en Nueva York.
Así como las acciones transcurren velozmente en esta comedia dramática creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, los temas también surgen con igual rapidez. El orden que uno establezca al enumerarlos importa poco. Desde la gastronomía, hasta la crítica gastronómica, pasando por el aura ‘porteña’ que envuelve Buenos Aires, la migración de ciudadanos provenientes de países vecinos y, por supuesto, la idiosincrasia de los miembros de la tercera edad en medio de una sociedad que parece permanentemente agitada por las nuevas generaciones.
Para comentar algunos de los temas que plantea “Nada”, toca volver brevemente al argumento. Orgulloso como muchos de nuestros abuelos, Manuel Tamayo es incapaz de pedirle dinero a su hija. En ese sentido, prefiere vender sus viejas y (a veces) valiosas pertenencias para asegurar ‘la compra’. Porque este respetado crítico gastronómico parece feliz disfrutando de una rica cena y un buen vino, siempre dispuesto por la querida Celsa. Hasta que, claro, surge la tragedia. Un día, preocupado porque esta no le responde, nuestro protagonista descubre que su asistente de 40 años ha muerto.
Ni la comedia ni el drama parecen ser exageradamente estirados por Cohn y Duprat. El deceso de Celsa rápidamente se equipara con las escenas de un abuelo que parece nunca haber lavado su ropa en lavadora por sus propios medios. Y conforme se van acabando los últimos tomates de la refrigeradora, Grace (Silvia Kutika) –amiga y breve expareja de Manuel—le recomienda contratar a una humilde muchacha paraguaya de nombre Antonia (Majo Cabrera). Aquí podemos decir que empieza la segunda parte de esta película partida en cinco pequeñas piezas de poco más de media hora de duración.
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Si “Nada” tiene a un abuelo que respira Buenos Aires, también tiene –a miles de kilómetros de distancia—a otro adulto mayor que intenta descubrir el espíritu de la capital argentina a través de dos formas: primero, traduciendo al inglés algunas de las frases típicas como “la concha de la lora”, “boludo” o “pelotudo”. Ciertamente, De Niro luce muy convincente como un extranjero que descubre en el camino el lenguaje tan particular de aquellos seres humanos que –según él mismo cuenta—puede visitar “una, dos o a veces ninguna vez al año”.
Entonces, a la narración en torno al personaje de Manuel, el crítico gastronómico, y a la traducción de frases típicas de los argentinos, Vincent Parisi le suma el plus de la intriga: ¿en qué momento y bajo qué circunstancias se dará el encuentro entre ambos personajes? Antes de todo esto, los televidentes de “Nada” tendrán mucho camino por recorrer y disfrutar.
Resulta imposible hablar de esta nueva comedia dramática sin tocar el tema de la gastronomía. Porque el crítico gastronómico Manuel Tamayo Pratts sueña con comida, pero no cualquier ‘pancho’ (salchicha con pan y cremas), sino la mejor gastronomía de la ciudad. En esa línea, así como el cuaderno de Celsa guarda algunas recetas memorables, también seremos testigos de un viaje sin igual por algunos de los platos más suculentos que pueden comerse en la capital de Argentina. La gran protagonista aquí, por supuesto, resulta la carne, ‘ponchada’ de decenas de formas y combinada, casi siempre, del indispensable vino.
Carne de lomo para la milanesa sobre la mesa de la cocina donde Manuel enseña sus secretos a Antonia. Carne cocida en término ‘bleu’ (la favorita de nuestro protagonista). Carne antes de ser cocida (cuando un operario de una carnicería carga el esqueleto de una vaca por las calles de la ciudad). Carne en la carta de un lujoso restaurante. Carne en el debate sobre los derechos de los animales (el personaje de Paloma –Belén Chavanne-- aquí cumple un rol sutil). En este intento por delinear a una ciudad como Buenos Aires, más que abuelos de viejas costumbres ‘porteñas’, lo que hay es carne, carne y más carne.¿Qué lleva a Manuel Tamayo Pratts a rechazar una bella y acomodada ciudad como Londres para mantenerse viviendo en Buenos Aires, cargando cientos de billetes que en realidad (al cambio) valen poco o nada?
Aquí puede entrar un tema tocado con delicadeza por Cohn y Duprat. Desde lo más profundo de su soledad (Manuel no vive más que con Antonia), en realidad este abuelo está más acompañado que cualquiera de nosotros. El ‘panchero’ (vendedor de salchichas) de confianza. El mozo del restaurante a donde acude toda la vida. Los amigos con los que cena una vez cada tanto para cumplir una especie de ritual. Pero por sobre todas estas personas, Tamayo Pratts está acompañado no por la ciudad sino por SU ciudad de Buenos Aires (“Vos estás casado con la ciudad”, le dicen, acertadamente, en algún momento).
Manuel no reniega de los inmensos fajos de billetes que recibe cuando cambia dólares a pesos. Los esconde con notable creatividad. Tampoco se indigna cuando Antonia le trae algunas verduras buenas y otras malas. Prefiere enseñarle que es costumbre de los verduleros “pasar algunas especies malas” junto a otras buenas, para así deshacerse más fácilmente de las primeras. No hablamos, pues, de una resignación a una ciudad en crisis (económica o de valores), sino tal vez de una especie de ‘adaptación perfecta’ que a la edad de nuestro protagonista resulta imposible socavar.
Sería incorrecto describir aquí el final de “Nada”, pero es importante hacer mención que, al cierre del quinto episodio, queda claro que, para aquellos que no conocen en profundidad el trabajo de Duprat y Cohn, los finales pueden resultar tan trascendentales como los inicios de una producción. Con Robert De Niro nuevamente sentado sobre su sofá en Nueva York, atenderemos la narración de un desenlace ni feliz, ni triste, sino, esencialmente digno.
NADA/STAR PLUS
Sinopsis: Un icónico bon vivant, que apenas tiene recursos suficientes para mantener su estilo de vida acomodado, contrata a una joven paraguaya para reemplazar a la empleada doméstica recientemente fallecida que lo cuidó durante más de 40 años.
Directores: Mariano Cohn, Gastón Drupat
Actores: Robert De Niro, Luis Brandoni, Majo Cabrera, Belén Chavanne
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