En su intento por mantenerse en las preferencias de los millones de usuarios del streaming a nivel mundial, Netflix produce, compra y emite no solo películas dramáticas, históricas, de aventuras o de ciencia ficción. También ha incursionado en más de una ocasión con producciones relacionadas a los deportes, más precisamente al fútbol. Un ejemplo muy reciente de esto es “Roberto Baggio: el divino”, una cinta dirigida por Letizia Lamartire que se centra en la historia de uno de los futbolistas más icónicos del balompié italiano y mundial.
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Un adolescente de clase media que mantiene una tirante relación con su padre encuentra la oportunidad de fichar por un equipo grande de Italia. Luego es llamado a la selección nacional, pero las lesiones y sus problemas personales no resueltos serán obstáculos para consolidarse y cumplir su máximo objetivo: ser campeón del mundo ante la poderosa selección de Brasil. Así podríamos resumir esta historia de 90 minutos de duración.
Para comentar la cinta tomaremos dos caminos: la calidad de su argumento, y si acaso cumple el deseo primordial de un fanático del fútbol sentado frente al TV y ansioso de ver a uno de sus ídolos en pantalla.
Sobre lo primero, habría que decir que estamos ante una propuesta ligera, centrada fundamentalmente en lo arriba descrito: el vínculo roto entre el joven Roby (como llaman todos a Roberto) y su padre, un ciclista retirado –padre de ocho hijos-- que parece frustrado por no haber conseguido mucho en la vida. Esto puede apreciarse desde casi las primeras escenas (cuando por ejemplo el protagonista cuenta que fichó por la Fiorentina y su padre le responde con un “ahora podrás pagar todas las ventanas que rompiste pateando la pelota”), hasta casi en el final.
No es la primera vez que el cine retrata las diferencias entre un padre sobre exigente y un hijo deseoso de atención y cariño. El resultado final suele ser malo si la propuesta se reduce a repetitivos cruces de palabras y miradas desaprobatorias. Pues esto es evidente en “El divino”. Por ejemplo, no hay un solo atisbo por explorar las raíces del comportamiento del padre. Aunque lo que sí hay son soportes para Roby. Y varios. Tal vez estos expliquen cómo, a pesar de las circunstancias, pudo convertirse en una leyenda del fútbol mundial.
Y aquí pasamos al otro factor. Es muy probable que la cinta sí cumpla con el objetivo de satisfacer a un televidente futbolero. Aunque no hay mayor profundidad en las formas y detalles que se dieron en cada etapa desde el Roby juvenil hasta el subcampeón del Mundo, sí hay otros detalles. Hay bellas camisetas antiguas de la escuadra ‘azurri’, hay vestuarios, graves lesiones, pero, sobre todo, hay un cuadro que refleja el poder más grande de este deporte: ser capaz de reunir a la familia en pleno frente a un televisor.
Para un conocedor del fútbol, aunque no necesariamente de la figura de Baggio tal vez el penal fallado ante Brasil sea el ‘momento’ cumbre de su vida. Pero hay mucho más que eso. Y esta película cumple en tratar de decirlo. Nos muestra, además, un país que perdona el yerro porque reconoce que ese joven de coleta fue capaz de devolverle la esperanza. No es complicado entonces recurrir a la analogía: Maradona es a Argentina lo que Baggio es a Italia.
Solo esto explica la sonrisa de satisfacción que el filme nos roba en su escena final.
LA FICHA:
Sinopsis: La historia de Roberto Baggio, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, con las lesiones superadas, los triunfos alcanzados y el descubrimiento del budismo.
Plataforma: Netflix.
Director: Letizia Lamartire.
Elenco: Andrea Arcangeli, Valentina Bellè, Andrea Pennacchi.
Duración: 1 hora y 32 minutos.
Clasificación: 13+.