Habitualmente, durante un partido de fútbol, cuando uno de los equipos sorprende arrancando el juego de forma avasallante, sin dejarle opción a respiro al rival, tal vez urgido por los tres puntos o porque simplemente quiere demostrar –de local o de visitante—que es mejor, el comentario típico suele ser: ¿por cuánto tiempo más este equipo va a ser capaz de meter esta presión? La respuesta suele develarse en pantalla: veinticinco, treinta minutos o, poquísimas veces, todo el primer tiempo. Siempre hay un límite y, por ende, la oportunidad para ver algo distinto después.
Esta imagen de velocidad y dientes apretados es la que transmitió en su totalidad la temporada estreno de The Bear (El Oso), serie creada por Christopher Storer que FX produjo en 2022 y transmitió Star Plus en A. Latina. Ante nuestros ojos teníamos la historia de Carmy Berzatto (Jeremy Allen White), un premiado cocinero que, tal vez en homenaje a Michael (Jon Bernthal), su hermano adicto que se quitara la vida poco tiempo atrás, dejó su prometedora trayectoria para hacerse cargo de The Original Beef of Chicagoland, el restaurante de hamburguesas que este administraba junto a su socio, Richie (Ebon Moss-Bachrach).
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A lo largo de ocho episodios, fuimos testigos de cómo Carmy y su mentalidad rígida y disciplinada, aunque tentada habitualmente por los carajos y los golpes en la mesa, tuvo que lidiar con gente de todo tipo. Ayudado por su asistente Sydney Adamu (Ayo Edebiri), el joven ojos celestes puso de cabeza uno a uno a los operarios de la hamburguesería. Desde Richie, el pedante socio que se sintió desplazado por el nuevo ‘jefe’ hasta el encargado de las carnes y el de los postres, etc. Nada fue fácil para ese dúo de almas (¿gemelas?) que el destino juntó para, poco a poco, convertir a un restaurante descuidado, quebrado y sucio, en un restaurante prometedor (aunque igual quebrado).
Aquel gusto que muchos tenemos por la adrenalina hizo que “The Bear” se convierta en una de las series revelación del 2022. Aunque no arrasó con los premios de la televisión estadounidense, pues ganó solo un par, la crítica se deshizo en elogios, pero sobre todo los televidentes no escatimaron en destacar la forma en cómo Storer había construido en una cocina la representación más fiel de la difícil sociedad en la que vivimos. Y aunque pocos se atrevían a decirlo más allá de los chats privados con amigos, “The Bear” era un cocktail de adrenalina enfermizo y hasta adictivo. Esta última premisa motivó que cuando se anunció la segunda temporada de la serie muchos se pregunten si Storer iba a repetir la fórmula o si, cuidando la “salud” de los fanáticos le bajaría una o dos velocidades. Al fin y al cabo, ¿por cuánto más una serie puede meter este tipo de presión?
UNA SEGUNDA TEMPORADA CON VARIOS PUNTOS FUERTES
Vistos los diez episodios de la segunda temporada (estrenada en Latinoamérica con un retraso de dos meses y de una semana con relación a su estreno en EE.UU. y España, respectivamente), la primera sensación –casi general, salvo una sorpresa que no comentaremos aquí—es que Storer ha bajado, efectivamente, unas cuantas revoluciones a la serie. Y es que, solucionadas las diferencias esenciales entre los miembros del equipo de cocina de The Original Beef of Chicagoland, ya no tenía sentido gritarse o pelear por cada dificultad que se presentase. En ese camino, la sanguchería queda atrás y Carmy se ha propuesto el objetivo de abrir un nuevo restaurante: The Bear (la expresión Oso –como todo en la serie—no es en vano). Por supuesto que entre la primera empresa y este proyecto hablamos de cosas totalmente diferentes. Pero nada de eso será visible hasta el tramo final de esta temporada, por supuesto.
La segunda temporada de “The Bear” muestra el conteo regresivo de las doce semanas que toma levantar el nuevo restaurante. Aunque inicialmente se pensaba hacer refacciones mínimas, en el camino es notorio que hay varios problemas estructurales que, a manera de obstáculos, complicarán el día a día de Carmy, Sydney y Sugar (Abby Elliott), la hermana de la familia que deja sus ocupaciones personales para convertirse en la mano derecha de estos dos. A este primer pilar que sostiene esta tanda de diez episodios tocaría añadirle otro de tal vez mayor importancia: pelar capa por capa esa cebolla tan rara y amarga que es la familia Berzatto.
En lo que respecta al primer pilar, debido que no todos pueden ayudar en la construcción del nuevo local, y porque –precisamente—para esa nueva propuesta se necesitan nuevas ideas, la trama ha asignado una serie de capacitaciones para varios. Tina (Liza Colón-Zayas), aquella vieja y cascarrabias inmigrante que se transformó en la primera temporada, esta vez tiene que ir junto a Ebra (Edwin Lee Gibson) a seguir un curso breve de cocina profesional. Ella lo asume como una magnífica oportunidad para pulir aquello que sabe hacer. Él representa el temor que cualquiera de nuestros padres podría sentir hacia lo nuevo. El tercer caso corresponde a Marcus (Lionel Boyce), el pastelero que se luce primero que todos en la nueva temporada cuidando a su madre enferma (ojo, el tema se expone y poco a poco se desvanece en lo que podemos considerar una pequeña debilidad del guion). Él recibe una especie de pasantía con el compañero que Carmy hizo cocinando en el mejor restaurante del mundo, en Copenhague (Luca/Will Poulter).
Por fuera de todo esto hay una transformación absolutamente increíble (juzgue usted si buena o mala) en la serie. Se trata del papel de Richie. De los pocos que arrastra su perfil en el inicio de la segunda temporada, en algún momento el personaje interpretado por Ebon Moss-Bachrach comienza a cambiar. Aunque sigue con problemas familiares y económicos (se le viene el divorcio y no puede darle todo lo que quisiera a su hija), la luz al final del túnel surge cuando es llevado por Carmy a trabajar por tiempo limitado a un exitoso restaurante. Así pues, aunque se levanta siempre temprano y llega puntual al lugar, luego rápidamente pierde la paciencia ante su superior. Pero cuando todo está perdido, un hecho remecerá su interior (o terminará de remecerlo, claro). Solo ver a este pedante sujeto diciendo un “te quiero” sincero (aunque el sonido de los trenes impida oírlo, paradójicamente) sirve para confirmar el carácter ambicioso de esta temporada.
INGRESOS QUE REALMENTE SUMAN
Hay cierto temor a tocar estructuralmente un elenco si la temporada inicial fue tan buena como pasó con “The Bear”. No obstante, en el caso que aquí comentamos el riesgo se superó con creces. Tras ganar un Oscar por su rol en “Todo en todas partes al mismo tiempo”, Jamie Lee Curtis ingresa a “The Bear” en el papel de Donna, la madre de Carmy, Michael y Sugar Berzatto. Caracterizada siempre con un cigarro encendido en la mano, despeinada y el con rímel esparcido en las mejillas a causa de un llanto que cae como las lloviznas limeñas, suave, pero incesante, esta mujer, única responsable de la crianza de tres hijos, representa mejor que nadie la esencia de lo que vemos en pantalla: desorden, amor, inestabilidad. Asigne usted la proporción que prefiera.
A ella la acompaña el Tío Lee (Bob Odenkirk). Este personaje, pareja intermitente de Donna, un ‘intruso’ tanto para Michael como para sus hermanos, protagoniza uno de los momentos de mayor tensión en lo que podemos considerar una especie de ‘Bonus Track’ de “The Bear”, el episodio seis. Presentado como una película de una hora (desde las luces, las tonalidades y la forma de disponer las micro historias ambiciosamente dramáticas), nos encontraremos frente a una de las últimas cenas navideñas de la familia en pleno. Carmy ha vuelto del exterior y, aunque habitualmente luce ensimismado, aquella noche no pasa desapercibido para nadie. Su madre, Donna, no deja de quejarse de algo que solo ella se ha ofrecido a hacer: cocinar la cena navideña más majestuosa jamás vista.
A la mamá Berzatto y sus tres hijos, sin embargo, hay que añadirle el rol que cada uno de los invitados a la cena cumple esa noche. Desde Jimmy (Oliver Platt), el tío millonario –capaz de protagonizar varios gestos que exponen lo grande de su corazón—hasta Michelle (Sarah Paulson), pasando por Stevie (John Mulaney), la propia Tiffany (ya embarazada esposa de Richie) o –imposible olvidar—al propio Pete (Chris Witaske), co-protagonista del momento más conmovedor en toda la temporada. Cada uno de los presentes interactúa en algún momento con Donna, y como si fueran satélites girando alrededor de la tierra, la iluminan (dándole expresiones de cariño y contención), pero también la opacan (porque ella parece no creer nada de lo que le dicen).
Si empezamos este comentario diciendo que mantener la presión sobre los espectadores era una misión imposible de una temporada a otra, lo correcto sería decir que esta vez hemos sido llevados por un viaje hacia uno de los aspectos más profundos, pero paradójicamente más reservados del género humano: los problemas mentales. En esa tarea, Jamie Lee Curtis ha cumplido un rol insustituible para mostrarnos porqué Carmy Berzatto es quién es. Su magistral interpretación de una mujer que se ahoga permanentemente en un vaso de agua, que rechaza ser feliz pese a la presencia de sus hijos, o que prefiere caminar sola fumando un cigarro antes que asistir a la inauguración del local de su hijo cocinero/genio, es la cereza que necesita una obra total.
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Quedan, por cuestiones de espacio, inevitablemente, una serie de temas a comentar. Sydney, por ejemplo, derrumbándose físicamente mientras cumple su sueño de dirigir un restaurante que se las trae. Tina demostrándose a sí misma que no hay edad para tocar el cielo con las manos. Marcus alimentando un gato inexistente cada noche ¡porque así se lo pidió la dueña del bote donde vive en Copenhague! Pete escenificando al hombre noble. Claire entregándose por amor a una relación condenada al fracaso. Sugar calculando el porcentaje de posibilidades con el que su mamá podría defraudarla una vez más. Richie demostrando que necesita cinco minutos para hacerlo todo bien. Neil Fak (ya sin traje de gasfitero y ahora con un elegante terno marrón) confirmando que todos podemos cumplir alguna vez nuestros sueños. Finalmente, si la pregunta es, ¿debe haber más temporadas de “The Bear”? Porque Christopher Storer ha sido capaz de reinventarse de una temporada a otra, perfeccionando un elenco sólido y añadiéndole artistas de primer nivel, construyendo así una historia absolutamente conmovedora, solo podemos esperar que lo vuelva a intentar una, dos o las veces que quiera.
Claro que sí.
THE BEAR 2/ STAR PLUS
Creador: Christopher Storer
Elenco: Jeremy Allen White, Ebon Moss-Bachrach, Ayo Edebiri, Liza Colón-Zayas, Abby Elliott
Sinopsis: Tras dejar atrás la sanguchería que heredó de su hermano Michael, el chef Carmy Berzatto se propone abrir su propio restaurante en 12 semanas. Para ello necesita no solo un socio inversionista que le dé dinero, sino superar muchos otros obstáculos, laborales y personales. ¿Lo logrará?
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