“Un hípster en la España vacía”: una comedia que, sin ser perfecta, podría tocarte el corazón

Podría dedicarse una nota entera a enumerar las flaquezas de “Un hípster en la España vacía”, la nueva comedia de Prime Video, sin embargo, la película de Emilio Martínez-Lázaro con guion de Daniel Castro es, ciertamente, una oportunidad concreta para ver –y tomar nota—de las diversas bifurcaciones que ha tomado la industria del entretenimiento (cine y televisión) en dicho país.

Si nos centramos solo en streaming, junto a México, Brasil y Argentina, España está un paso adelante. Y es así por diversos motivos. Presupuestos altos, oferta de cadenas, pero principalmente, un nutrido número de clientes dispuestos a pagar por series y películas exclusivas y también ‘del recuerdo’. Ojo al dato: 25 millones de sunoscriptores e ingresos por 1.400 millones en el año 2022 (según datos de la CNMC recogidos por ‘El Español’).

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Aunque surgió en un canal convencional, fue en el streaming que “La casa de papel” evolucionó hasta convertirse en un éxito global. La serie creada por Alex Pina y protagonizada por Úrsula Corberó, Álvaro Morte y compañía, tuvo cinco temporadas y le reeditó a Netflix cada dólar invertido durante varios años. Y aunque no siempre gozó del gusto de la crítica, sirvió para reafirmar el peso de la industria española en ese universo del streaming que, algún tiempo después, vería ejemplos de calidad como “Fariña” (basada en el libro de Nacho Carretero y que también salió en Netflix) o “Patria” (basada en la novela de Fernando Aramburu que salió por HBO, hoy MAX). Nótese la simbiosis libro/pantalla que no ha hecho más que reforzarse en el tiempo.

Solo en un mercado de 25 millones de sunoscriptores se explica que en ese mismo ambiente donde se crearon “La casa de papel”, “Fariña” o “Patria” surja ahora una propuesta como “Un hípster en la España vacía”. La cinta de Emilio Martínez-Lázaro está basada en el libro del mismo nombre que el periodista y escritor Daniel Gascón publicara en junio de 2020. Cuatro años atrás, y no es un dato menor, su colega Sergio del Molino publicó “La España vacía” (Alfaguara, 2016), un ambicioso ensayo que fundamentaba cómo entre 1950 y 1970 “el campo español se vació”.

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En los casi 100 minutos que dura este filme, la historia puede analizarse desde distintos planos. Enrique Notivol está muy enamorado de Lina, pero cuando esta lo anima a dejarla para “irse a por sus sueños”, él tampoco hace mucha resistencia. Más que amor por una mujer, el protagonista de la película de Prime Video siente predilección por cumplir su proyecto de salvar a estos pueblos de la muerte, “recuperándolos con medidas verdes, inclusivas y sostenibles”. En esa línea, La Cañada parece el laboratorio perfecto para aplicar lo que ha leído en libros por años. motivos y con diversas consecuencias.

Como ha pasado y sigue pasando en diversos países (en Perú el fenómeno tal vez podría tener cierta cercanía con la migración por la violencia terrorista de los ochentas), miles de personas abandonan localidades del denominado ‘interior’ para acercarse lo más posible a las capitales. ¿Quiénes entonces se mantienen en la ‘España vacía’? Adultos mayores, algunos inmigrantes que buscan oficios eventuales, entre otros. Pero al haber tan poca población, estos espacios carecen de las oportunidades que sí ostentan metrópolis o puertos, solo por decir dos ejemplos ‘antagónicos’.

Visualmente, la cinta de Emilio Martínez Lázaro cumple sus objetivos primarios. El salto de Madrid a Teruel es gráficamente correcto. Se recorren inmensas carreteras, se aprecian muchas hectáreas de cultivo, y ya en La Cañada, todo parece estar anclado varias décadas atrás.

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Esto último precisamente es lo que Enrique intenta cambiar. No nos referimos a estructuras, palacios o centros recreacionales. El protagonista de “Un hípster en la España vacía” decide concentrarse en la mentalidad de las personas que lo han acogido. Y así descubre que todo lo que le decían los libros se le pone al frente: vivimos en una sociedad patriarcal, misógina, que no gusta de las energías sostenibles ni parece muy preocupada por el cambio climático.

Resulta muy difícil no sentir empatía por un personaje como Enrique. No necesariamente por sus ideas, pero sí por su proceder noble, bienintencionado y siempre propositivo. De esto precisamente se da cuenta Lourdes (Berta Vásquez), la mesera del bar de La Cañada. Ella, una enigmática mujer de grandes ojos, ve al visitante como un ‘chancón’, y aunque reconoce la validez de sus propuestas progresistas, detecta de inmediato que su forma de aplicarlas va al fracaso.

“Un hípster en la España vacía” también puede verse como la incorrecta forma en que los políticos (o la política) se acerca al ciudadano de a pie. En algún momento, empujado por un golpe de suerte (uno de los puntos más débiles de la trama, hay que decirlo), Enrique decide pasar de la propuesta a la acción, y se postula como alcalde del pueblo. Al lograrlo, se percata de que sus ideas no calan en gente que solo busca dejar de pelearse con sus vecinos, cosechar tomates grandes, o que el paradero de buses tenga un techo que les cubra del sol. Aquí, pues, la teoría política se desploma y el sentido común se abre paso.

Volviendo al tema de los planos bajo los que puede analizarse la cinta de Prime Video, aunque lo político y social transcurre ante nuestros ojos con tantas (o quizás más) flaquezas que aciertos, el factor sentimental y amoroso se abre camino cada cierto rato. Lina alienta desde Madrid a Enrique, pero en realidad está a punto de (volver a) acostarse con Gaspar. Del otro lado, los sentimientos de Lourdes hacia el alcalde Enrique han mutado, de admiración a enamoramiento. Esta veta tal vez pudo explotarse un poco más en el guion, en vez de reiterar una y otra vez escenas pseudo-eróticas entre Lina y Gaspar.

La película de Martínez Lázaro, aunque imperfecta, tiene momentos capaces de tocar nuestras fibras. La escena del pueblo bailando al son de Juan Luis Guerra es una. La forma en cómo todos se vuelcan para salvar al desahuciado joven alcalde, lo es mucho más. El ‘casi’ abrazo entre Enrique y su predecesor, vaya que también es efectivo. En sí, son estos pequeños instantes los que terminan rescatando una propuesta que, muy lejos de los grandes éxitos mencionados al inicio de esta nota, seguramente podría calar en algunos televidentes interesados en propuestas singulares con las que puedan sentirse identificados. Finalmente, todos en algún momento podríamos ser un poco como Enrique Notivol.