Ni siquiera cuando una mujer tiene su propio dinero e independencia emocional está a salvo de ser víctima. Aunque pudo haberles pasado a personas de cualquier género, lo cierto es que un promedio de 20 mujeres o más se convirtieron en la presa principal de Simon Hayut para cometer la “estafa perfecta”, como llama al caso la periodista noruega de VG, Natalie Remøe Hansen. Las protagonistas del documental de Netflix “El estafador de Tinder” siguen sin tener justicia, pues este hombre continúa activo en las redes sociales, y debido a la estrategia de mentiras que trazó, puede que lo esté durante mucho tiempo todavía.
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Pasaba solo un mes para que los mensajes de “necesito dinero, porque estoy en peligro” empezaran en las conversaciones de Shimon Hayut (nombre real), e hipotéticamente ‘Pepito’, ‘Juanito’ o una de las tantas identidades, como ‘Simon Leviev’, se inventaba frente a las usuarias de Tinder. Algunas eran solo amigas y otras supuestas futuras esposas, como el estafador israelí les prometía. Les decía que estaba en la industria de las armas o que era agente encubierto del Mosad, la agencia de inteligencia de Israel. Era una con otra: creaba un vínculo de afecto en el cual ellas se sumergían para, después, pedir sumas de dinero de 10 o 40 millones de dólares.
Leviev se presentó ante la noruega Cecilie Fjellhøy como un magnate de los diamantes, heredero de la fortuna de su supuesto padre, Lev Leviev, el dueño de la empresa LLD Diamonds. Algo falso. Por otro lado, Pernilla Sjöholm lo conoció cuando ‘Leviev’ estaba en Estocolmo y pronto se convirtió en una amiga de fiestas a la que incluso le presentó a su enamorada. Durante ese tiempo, el estafador israelí llegó a gastar 42 mil dólares con una tarjeta de crédito AmEx propia y falsificó cheques del banco. Desde 2019, las denuncias en su contra llovían en al menos siete países, como Suecia, Inglaterra, Alemania y Dinamarca, pero la policía no tomaba cartas en el asunto hasta la publicación del artículo de VG. Es cuando fue apresado por cinco meses y luego liberado.
Muy parecido a la pirámide de redes de mercadeo, que en España se conoce como Ponzi, el estafador de Tinder inició su estrategia de conquista. El plan era enamorar a una mujer joven con suficientes ingresos financieros para su objetivo, y después prometerle una relación estable, dependiendo del caso. Cuando las mariposas en el estómago revoloteaban más que nunca, ‘Leviev’ inventaba una historia de ficción para que ella, sea quien sea, le depositara en su cuenta grandes sumas de dinero como un préstamo al que una persona enamorada no podría negarse, sabiendo que quien ama se encuentra en “peligro” por “sus enemigos”. La idea era gastar el dinero de una mujer en otra víctima, el de otra en otra, en diferentes países, y así sucesivamente.
Afecto con afecto
Las mujeres estafadas por Simon Leviev aún no obtienen justicia y siguen pagando sus deudas millonarias, puesto que la ley internacional tiene una tarea muy difícil al determinar una sentencia para “estafas emocionales”. De acuerdo con el abogado especialista en derecho digital, Erick Iriarte Ahon, lo más complejo del problema que se desprende del documental de Netflix está en el momento en que la víctima debe argumentar hasta qué punto él la afectó económica o psicológicamente cuando, de hecho, el instrumento para estafar es el afecto.
“Él puede decir: ‘no, pero nosotros tenemos una relación, ella me regaló el dinero’. Y ella responder: ‘pero él me dijo que me quería y me mentía’. ¿Pero cómo delimitas el amor? ¿Cómo delimitas que efectivamente te quería o no? Esas zonas grises son las que utilizan muchos estafadores ‘amorosos’, por decirles de alguna manera, cuando juegan con el sentimiento. Y es más difícil determinar cuándo sucede la donación ‘por amor’ a que, en efecto, haya una estafa detrás. El tema es la probanza de la estafa, difícil de graduar para la pena. Tienes que determinar que hubo un claro esquema establecido para extraerla”, apunta Iriarte.
“Por qué (Simon Leviev) fue liberado en 5 meses… Porque pagó fianza o buena conducta, o una serie de reglas... Tiene que ser sancionable la estafa, pero aquí hay un componente del estafado, pues a nivel legal queda más claro cuando te envían un correo electrónico, diciendo que te van a regalar dinero, y queda menos claro cuando son relaciones basadas en afecto, por más que sean de años. Mucho más ahora, que estamos en una pandemia, donde hay relaciones a larga distancia”, añade Iriarte.
Amor digital
Hoy, el estafador de Tinder sigue viajando constantemente para no estar en un solo lugar por mucho tiempo, se reúne con sus abogados cada tanto, y niega la versión de la revista noruega VG, de la cual parte el documental de Netflix. En un mensaje en su cuenta de Instagram el 9 de febrero, ‘Leviev’ publicó: “Estamos sumergidos ahora mismo en un gran proceso legal, mis abogados me dicen que la mejor forma es que ustedes sepan la verdad, o caer en todo lo que dice en internet, nosotros sabemos la clase de compañía poderosa que es Netflix, pero todo termina aquí. ¡No más!”.
La historia de Instagram acompañó una serie de amenazas escritas hacia la marca por haber estrenado la película. Pues desde poco antes del estreno, el Don Juan virtual no tiene acceso a la aplicación de citas, ya que la empresa lo vetó desde el escándalo de la prensa y ha instado a sus usuarios a denunciarlo siempre que vean un nuevo perfil con sus fotografías. ¿Es que acaso continuará operando por otro medio digital? Podría seguir su amenaza.
Según la abogada especialista en temas de la mujer en Perú y miembro de la ONG Justicia Verde, Brenda Álvarez, “el sistema de investigación y sanción en las conductas ilícitas” no concibe con lupa en la mano el escenario virtual, “un espacio donde también se perpetran delitos”. “No es lo mismo investigar un delito de secuestro de una persona en un lugar específico que un caso donde la persona se contacta por una red social, enamora a la otra persona, sobre todo, adolescentes, y concurren a un lugar bajo su propia ‘voluntad’, una voluntad viciada”, agrega.
“Hay distintos hechos delictivos que se comenten por vías virtuales. Por un lado, están los actos contra la libertad sexual: acoso, chantaje sexual, exposición de material no consentido. Y por otro lado está la estafa. (...) Me preocupa las situaciones en las que este tipo de aplicaciones puedan servir para la afectación de la libertad sexual de las personas. Un elemento que es importante y necesario es que se precisen los tipos penales al respecto”, advierte Álvarez.
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