Apenas un minuto y medio tienen los vecinos de Boonton, un pequeño pueblo en Pensilvania, Estados Unidos, para expresar ante autoridades del ayuntamiento sus puntos de vista en torno a una construcción que atañe a toda la zona. “La cámara escuchará sus opiniones, pero no está obligada a responder”, advierte quien funge como presidente de la mesa. Parado frente al micrófono, con sus apuntes de siempre, está Milton (Ben Kingsley), un anciano que pide dos cosas: cambiarle el lema al pueblo y construir un crucero peatonal en la “muy larga” autopista de Trent.
Solo unos pasos atrás de Milton, desenfocadas adrede, puede apenas notarse la presencia de otras dos ancianas que seguramente esperan su turno para hablar en la asamblea. Se trata de Sandy (Harriet Sansom Harris) y Joyce (Jane Curtin). Este tridente de personajes protagoniza “Jules”, película dirigida por Marc Turtletaub que –casi a fin de año—acaba de ser estrenada en Netflix y, sin embargo, algunos ya la sugieren como una de las grandes sorpresas del 2023. A continuación, intentaremos entender y explicar los motivos para esta amplia preferencia.
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“Jules” es una comedia dramática de 87 minutos de duración que se centra fundamentalmente en Milton, un anciano padre de tres hijos (uno fallecido, otro que no lo visita porque “vive ocupado” fuera de la ciudad, y la tercera, una veterinaria que a ratos parece más urgida por mandarlo a un asilo que otra cosa). Recluido en su vivienda, este adulto mayor vive de forma absolutamente monótona. Hasta que sucede lo inesperado: una noche un objeto volador no identificado (OVNI) se estrella en el jardín trasero de su casa, destruyendo no solo parte del gramado sino la fuente donde alimenta a sus pájaros.
Hasta aquí hemos tenido dos sucesos contrapuestos. Lo realista viene con los ancianos insertos en un pueblo donde nadie parece prestarles mucha atención. Lo fantástico está signado por la presencia de este extraterrestre (interpretado por Jade Quon). Mezclar ambos elementos es típico de las cintas de ciencia ficción ligadas al eterno misterio sobre si hay vida más allá de la tierra. O sea, sobre si estamos solos en el universo. Lo novedoso aquí, sin embargo, es el tratamiento que Turtletaub, apoyado en un sobrio guion de Gavin Steckler, le dan a la historia.
Desde el ámbito realista, toca decir que Milton es un anciano que luce siempre fatigado, con unas gotas de sudor que nunca terminan de caer completamente por su frente. Cuando su hija Denise (Zoe Winters) sugiere que debe visitar un doctor para que le realice un chequeo general, este lo rechaza y atribuye los errores de memoria que pueda sufrir al cansancio o a temas sin importancia. Sandy, a su vez, es una abuela capaz de conversar largo y tendido con el primero que se le ponga al frente. Lo hace con calidez, escuchando, pero sobre todo confesando su principal dolor: su hija lesbiana está convencida de que esta no acepta su orientación sexual. Finalmente, Joyce, la última en sumarse a la ‘pandilla de tres’, parece una señora más cerrada, pero de un momento a otro se devela como una gran compañera, capaz de dar confianza, cantarte con voz majestuosa y ceder a ‘lo más querido’ por el bien común.
El universo de estos dramas personales contrasta seguramente con lo fantástico en “Jules”. Lo primero que habría que decir es que este ámbito es el menos fuerte de la historia: el alien cae sorpresivamente en un jardín como Alf cayó sobre el taller de la familia Tanner. Pero no, ambos ‘seres del más allá’ no se parecen en absoluto. El surgido en TV allá por 1986 era un peludo personaje que soltaba bromas de todo tipo. Este, parido por Netflix, se parece tal vez mucho más a los extraterrestres de las otras películas que hemos visto a lo largo de las últimas décadas: un ser sin forma (con sexo indefinido), ojos pequeños y boca apenas delineada. Su color verde se torna azul en la cabeza, peor aun cuando detecta una incidencia con sus ‘allegados’ (los tres ancianos). Tampoco come comida chatarra, sodas o chocolates. Este prefiere manzana en tajadas y agua.
Sin la posibilidad de hablar, Jules –como deciden llamarle porque “todos necesitan un hombre”—tiene esa habilidad por la que los adultos mayores podrían pagar oro: escuchar. Entonces lo hace, y todo lo descrito líneas arriba, fue básicamente revelado porque Milton, Sandy y Joyce confiaron en él (o ella), a solas, siempre. Es en estas interacciones que la cinta de Marc Turtletaub muestra una originalidad sublime. “¿Tú me entiendes? Por tus ojos pareciera que sí. Y ya que no puedes hablar, hablaré yo (…) no sé si en tu planeta sucede que dos personas del mismo sexo se enamoran, pero ha pasado mucho por aquí en los últimos años”, dice Sandy antes de combinar una risa nerviosa que la pone al borde del llanto, tanto a ella como seguramente a los televidentes. Ella no entiende por qué si ha aceptado el vínculo homosexual de su hija, esta no la visita y prefiere a su suegra.
Solo unos minutos después es Milton quien, observado atentamente por Jules –que ha interrumpido su revisión del OVNI malogrado—confiesa el pavor que siente tras descubrir que su hija lo quiere enviar a un asilo. Pero también habla de su otro hijo, Tim. “A él no le caigo muy bien. Lo entiendo. No me sentía un buen padre, así que lo dejé. No creo que sea bueno hacer algo que no sientes”, confiesa desplegando un efecto tan potente como seguramente fue el del OVNI cayendo en su jardín en una noche cualquiera. Muchos minutos después, en una especie de ritual de despedida, y ya consciente de que sufre Alzheimer, el protagonista de la película le regala a Jules lo que parece ser su licencia de conducir. “Es para que no te olvides de cómo soy”, le dice.
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Antes de pasar a Joyce toca volver a lo fantástico, el flanco débil de la propuesta. Enterados de la caída de una nave espacial, agentes del gobierno estadounidense están cada vez más cerca de dar con el paradero de Jules (al que no conocen). Aunque ostentan aparatos de espionaje, lo cierto es que su proceder es lento. Siempre están dos o tres pasos detrás de los hechos que realmente nos preocupan. De esta persecución, extremadamente torpe a ratos, son sumamente conscientes los tres ancianos que protegen al alien. “Todos sabemos lo que harán con él si lo atrapan”, dice uno. Muchas de las películas que los tres han visto para llegar a esa conclusión son seguramente las que nosotros vimos en las últimas décadas. Y no queda otra que darles la razón.
En medio de esta gran tarea de proteger a un alien del asedio de las fuerzas del gobierno que quieren capturarlo, “Jules” representa una conmovedora reflexión sobre eso que en algún momento llegará a atemorizarnos a todos: la posibilidad de quedarnos solos. Pero no solos como este alien cuyo OVNI cayó en un planeta desconocido, sino solos estando rodeados de semejantes. Porque Milton tiene una comunidad que lo alberga, un cajero que le responde sus preguntas en el supermercado, pero aun así siente pánico de que su propia hija prefiera recluirlo en un asilo que llevárselo a casa. Sandy es tan inocente que resulta vilmente engañada por un joven, siendo ella la principal impulsora de una “alianza entre adultos y jóvenes del pueblo”. Y, finalmente, Joyce, viuda, sin nada más que una mascota querida, pero vieja y enferma, es capaz de confirmarnos con un solo gesto lo poderoso que resulta hoy un don maravilloso que parece a ratos ya extinto: el desprendimiento.
JULES/NETFLIX
Director: Marc Turtletaub
Elenco: Ben Kingsley, Harriet Sansom Harris, Jane Curtin
Duración: 87 minutos
Sinopsis: Milton lleva una vida tranquila y rutinaria en un pequeño pueblo del oeste de Pensilvania, pero su día se ve alterado cuando un OVNI y su pasajero extraterrestre se estrellan en su patio trasero.
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