MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS
Entonces despertó. Diez días después de yacer en estado de coma, conectado a sondas y a un respirador artificial, el ciudadano sueco Jacek Slawec entreabrió los ojos y masculló en su idioma natal palabras entrecortadas y desesperadas.
Fue este martes 4 de enero cuando los médicos del Hospital Regional de Loreto intentaban entender qué decía mientras las pupilas de Jacek se dilataban con la luz del sol a través de una ventana, pataleaba mirando con extrañeza su pañal protector y se rasgaba el tubito de la nariz.
La noticia que había rebotado en los medios de comunicación era que un extranjero de 40 años había entrado en coma cerebral en Iquitos por haber tomado ayahuasca. Y se había publicado una foto en la que se lo veía casi muerto, sin saberse más. Por eso había urgencia en conocer más sobre él, pero durante estas primeras horas en que recuperó la conciencia, Jacek no se acordaba quién era, dónde estaba y gimoteaba sin parar. Solo se le entendía una palabra en inglés: “baby”.
Horas después llamó al hospital su esposa, una doctora chilena que estaba a punto de dar a luz al primer hijo de ambos en Santiago de Chile.
USOS Y ABUSOS DE LA PLANTA En 4 mil años –según fuentes antropológicas– de uso milenario de esta planta de la selva nunca se había dado un caso parecido de coma cerebral. Y ahora tampoco.
El doctor iquiteño Walter Leguía fue quien atendió al sueco cuando llegó sin conciencia: “Vino con una encefalopatía, que en la tomografía registraba edema cerebral y se le diagnosticó neumonía aspirativa”.
La enfermera que atendía al revivido Jacek le limpiaba las lágrimas con papel higiénico. “Tranquilo, piensa en tu familia, ¿acaso no quieres vivir?”, le susurraba mientras el sueco balbuceaba mezclando inglés y castellano: “Oh, my God… Dios, Dios”. El doctor Leguía nunca ha visto un caso parecido asociado al ayahuasca en la historia de Iquitos y, aunque dice que se requieren más análisis, enfatiza que la hipótesis más factible es que el sueco se durmió bajo los efectos de la planta, luego vomitó y, en el trance, aspiró su propio vómito. Esto le habría obstruido los pulmones, dejado sin oxígeno el cerebro y por ello convulsionó.
¿No hay la posibilidad de que haya mezclado la preparación con drogas sintéticas o cocaína? El médico no lo podría descartar. Pero sí el único amigo que ha cuidado a Jacek cuando no podía ser identificado ni por el Consulado de Suecia. “Él no tenía vicios, su esposa es una doctora occidental, yo lo conozco hace cuatro años”, dice Alan Shuemaker, el investigador peruano-estadounidense, que vive 19 años en la selva y organiza los más prestigiosos congresos internacionales de chamanismo aquí.
Shuemaker se acercó a un atónito Slawec y este lo reconoció, le besó la mano y le berreó algo ininteligible. “Te llamas Jacek, amigo mío, estás en Iquitos, tienes que recuperarte porque vas a ser papá”, le dijo antes de un abrazo prolongado, porque el sueco no lo quería soltar. Él aún no sabe –hasta hoy continúa sin hablar con fluidez– que Alan era quien le pagaba las medicinas con el dinero que mandaban sus amigos europeos, gracias a la convocatoria que hizo en foros de Internet. Aunque este martes la vicecónsul sueca Charlotte Nowell ya oficializó la ayuda económica de su Gobierno.
DESCUIDO FATAL “Él estaba solo y esperando a su chamán, pero al ver que no llegaba se atrevió a tomar la planta solito y, quién sabe, seguro la preparó él mismo”, cuenta Alan. Así Jacek habría transgredido las dos principales reglas, como señalan antropólogas como Luisa Belaunde o psicoanalistas como Eduardo Gastelumendi: la ceremonia se debe hacer con un chamán que posee el conocimiento antiguo de las sesiones y se debe respetar una especializada preparación originada hace miles de años.
Alan Shuemaker conoció a Jacek en ceremonias con la chamana Norma Panduro en un albergue al que se llega desde el kilómetro 45,8 de la carretera Iquitos-Nauta. Norma era la más prestigiosa mujer curandera de la Amazonía (en este Diario publicamos un crónica sobre este fabuloso personaje en el 2005).
La dueña del hotel La Casona de Iquitos recuerda a Jacek y a su esposa como personas “muy buenas, que siempre hablaban de cómo el ayahuasca [a través de Norma] les cambió la vida. A ella le curó el insomnio y a él le ayudó a darle sentido a su vida, porque trabajaba como camionero en EE.UU.”.
Cuando Norma Panduro murió hace dos años, Jacek compró su albergue para que no se perdiera su legado. Y ahí fue donde le ocurrió esta desgracia porque él –pese a que era ya un conocedor– olvidó lo que Norma repetía siempre: Tienes que respetar la sabiduría ancestral del ayahuasca.
PARA TENER EN CUENTA Patrimonio Cultural de la Nación El ayahuasca es una corteza que crece en la selva y que se hierve durante tres horas con otra planta: la chacruna. De esta cocción aflora en toda su potencia la sustancia DMT (dimetiltriptamina), que provoca la expansión de la conciencia. Y que es la misma sustancia que produce el sueño en humanos.
En el 2008, el Perú declaró Patrimonio Cultural de la Nación el uso del ayahuasca. Fue considerada parte esencial de la identidad de los pueblos amazónicos.