En un momento de la historia del Internet, los emojis de una berenjena y un melocotón dejaron de ser solo eso para convertirse –sobre todo si se utilizaban al mismo tiempo– en una insinuación sexual. La berenjena por su forma fálica y el melocotón al representar un trasero. Si le agrega aquel de gotitas de agua, el tono de la conversación sube. Usados en una charla entre dos adultos que buscan coquetear, realizar juegos sexuales o proponer una relación, todo bien. No obstante, sin el consentimiento de una de las partes, es acoso.
Según cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, hasta agosto de este año se reportaron 790 casos de acoso virtual en nuestro país. El 88% de las personas denunciantes eran mujeres y el número es mayor en 19% con respecto al mismo periodo del año anterior. Las cifras, lo sabemos, pueden ser peores.
Modalidades
En la vida online, como en la offline, los acusados de hostigamiento suelen justificar su comportamiento argumentando que los límites que convierten el coqueteo y el galanteo en acoso son difusos. Para los confundidos, es bueno recordar que el código penal peruano incorporó, en setiembre de 2018, la definición de estos comportamientos, los tipificó como delitos y estableció penas de cárcel para quien los comete de forma presencial o usando cualquier medio tecnológico.
La intimidación por medio de las tecnologías digitales, llamada ciberacoso, puede ocurrir en las redes sociales, las plataformas de mensajería, las plataformas de juegos y los teléfonos móviles, como define Unicef en su campaña “Ciberacoso: qué es y cómo detenerlo”. Ahí mismo se añade: “El acoso cara a cara y el ciberacoso ocurren juntos a menudo. Pero el último deja una huella digital; es decir, un registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso”.
En ese marco, el proyecto #BloqueaElAcoso, impulsado por Apoyo Comunicaciones y Aequales, levantó la siguiente bandera: “que un emoji no disimule la intención de acoso”, y realizó una suerte de diccionario que ayuda a reconocer los íconos a los que algunas personas les dan connotaciones sexuales con intención de acoso en las redes sociales: los de representación fálica (la berenjena, el plátano), los que hacen referencia a partes del cuerpo de una mujer (el durazno, una dona) o los que simbolizan una intención maliciosa o perversa (la lengua saliendo de una boca sonriente, el fuego, el sello de un beso).
No se trata de interpretaciones al azar. El 2019 Facebook actualizó su sección de Solicitud Sexual de los Estándares de la Comunidad, estableciendo que los emojis de la berenjena, el melocotón y el sudor pueden llegar a prohibirse si se utilizan en un contexto claramente sexual, es decir que transmitan un mensaje sexual o formen parte de solicitud sexual implícita o indirecta.
Sin embargo, fueron muchos los usuarios de todo el mundo que se quejaron de esta advertencia, pues no todos usan estos emojis en un contexto de acoso. Así lo demuestra el estudio titulado “¿Hablan con fluidez los emojis sexuales?: explorando el uso de emojis en contextos románticos y sexuales” realizado por Samantha Thomson, Emily Kluftinger y Jocelyn Wentland, y publicado en el año 2018 en la revista The Canadian Journal of Human Sexuality. Para este trabajo reclutaron 693 participantes a través de foros y redes sociales y los resultados demostraron que el uso de emojis juega un papel importante en la comunicación que busca una respuesta sexual. El 5,9% aumentó su número de parejas casuales y el 51% de las personas que incluyó un emoji de connotación sexual en su mensaje recibió una respuesta sexualmente sugerente. Los tres emojis más comunes enviados y recibidos en este tipo de situaciones son la lengua, la berenjena y las gotas de sudor.
Hace dos años se incorporó al Código Penal dos artículos que sancionan al acoso por medios digitales. El primero es el tipo penal genérico de acoso, que se puede dar offline o también online; y el otro es un tipo penal de acoso sexual que también se puede dar offline o por medios digitales. La abogada Fátima Toche hace esta precisión y recomienda que al realizar una denuncia de acoso por un medio digital se imprima la conversación que prueba el acoso y se lleve el documento en físico a una notaría para que se certifique, validando ese contenido con el que se muestra en el teléfono. Esto se hace con el fin de evitar que el acosador alegue, como ha sucedido antes, que la víctima inventó la conversación.
Dicho esto, el problema, sabemos, no es el emoji. El problema siempre será el acoso.
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