Cumplo 38 años. Cumplir años siempre obliga a uno a dar una mirada hacia atrás. Cuánto hemos avanzado. Cuántos pasos se han dado en falso y cuántos retrocesos para seguir avanzado.
También para mirar bien dónde estamos parados. Qué tan firme pisamos. De qué y de quiénes estamos rodeados.
Cumplir años es una revolución personal. Nos obliga a revisarnos, a preguntarnos cosas incómodas: ¿lo estoy haciendo bien?, ¿he logrado conseguir los sueños por los que me mantuve tantas noches despierta?, ¿cómo me siento cuando me veo?, ¿me quiero?
Durante la mayoría de mis facetas y versiones de Lorena, creo que mi gran reto fue aprender a quererme a mí misma. Hey, pero ¿cómo se hace eso?
A lo largo de mis yos –la niña que no podía dormir, la adolescente insoportable, la estudiante de Derecho, la periodista perdida, la egocéntrica fashion blogger, la mamá abrumada–, he lidiado con mi falta de seguridad y confianza en mí misma(y lo sigo haciendo, confieso).
Y esa falta de creer en que yo puedo sola –sin novios que me quieran para yo aprender a quererme, sin padres que me resuelvan cada problema y problemón de la vida, sin nadie que me tenga que rescatar de mí– se ha traducido en patrones de comportamiento dañinos (vincularme en relaciones tóxicas, darle demasiada importancia a lo que los demás piensen de mí, pensar que la razón de mi felicidad siempre estaba afuera de mí, que debería traducirse como: la razón de mi felicidad siempre estaba fuera de mi control).
Aun con toda la teoría a la que he accedido y con toda la práctica, mantener una relación sana conmigo misma es complicado, sobre todo cuando hemos estado acostumbrados al autosabotaje.
Entonces, hay días en que pierdo de nuevo la perspectiva, que me olvido de agradecer, que me proyecto al futuro o que habito con culpa y más culpa el pasado.
Hay días en que también la cago. Perdonen mi francés.
Pero el mejor regalo que nos podemos hacer es aprender a aceptarnos. (Es doloroso, pero necesario y urgente).
El primer paso para aceptarnos es entender que somos humanos y que nos vamos a equivocar todas las veces que sean necesarias. Así que basta de mirarnos con ojos implacables y comencemos a hacerlo con amor.
Aunque es una misión complicada, mirarnos con ojos de amor es una práctica que debemos implementar porque si hay algo que me ha enseñado el paso del tiempo, es que si tú no te quieres bien, no podrás vincularte con nadie sanamente ni con tus hijos.
Así que es una prioridad esto de la relación con uno mismo (quizás la relación más grande que tendrás).
Yo todavía tengo taaaaaantas cosas que cambiar, pensaba cuando hacía mi balance fiscal.
Hay miedos que todavía me acompañan. Hay conductas que aún me cuesta regular.Hay costumbre y comodidad para dejar algunos hábitos.Hay tanto camino por andar (órale, Julieta). Pero también hay ganas, herramientas, mucho amor del resto; más conciencia, más experiencia, más reflexión.
Antes, como muchos, prefería no celebrar mi cumpleaños por el temor de armar algo y no tener convocatoria: si nadie viene a mi santo, nadie me quiere. Hoy ya no. Cumplir años es un milagro. Estar aquí, vivos hoy, también lo es. Ese es motivo suficiente para sentirnos agradecidos, festivos, alegres.Ver el paso del tiempo y saber que todo, todito, valió la pena. //
Contenido Sugerido
Contenido GEC