En casi dos años y medio como técnico de la selección peruana, Ricardo Gareca ha acumulado muchas lecciones y ha sido un alumno aplicado. Por ejemplo, el ‘Flaco’ ha aprendido a esperar. Durante su proceso con la blanquirroja, le ha tocado vivir el partido más largo en disputa (ante Bolivia con el fallo del TAS el último martes) y el grito de gol más esperado (la mano de Ruidíaz ante Brasil por la Copa América en Boston tardó cuatro minutos en ser validada por el árbitro Cunha). Su santa paciencia está unida a la calma.
Cuando Juan Carlos Oblitas, director deportivo de la FPF, llegó casi al trote al campo de la Videna para decirle que el TAS había ratificado la sanción a Bolivia, Gareca ensayó una tibia sonrisa, respiró profundo y les pidió a sus jugadores que se pongan unos chalecos negros para seguir entrenando. Esos trajes tienen GPS incorporado. A pesar de la euforia de todo un país, Ricardo Gareca prefería no perder la dirección en un silencioso día de entrenamiento.
El más eufórico del comando técnico peruano fue el preparador físico Néstor Bonillo. Por solo unos segundos le quitó la mirada a su misión principal en estos días de prácticas, léase poner a punto a Jefferson Farfán, y levantó el puño dándole permiso por unos minutos a la alegría. Esos tres puntos ganados en mesa ante los bolivianos demoraron un año en ser confirmados. Perú perdió 2-0 ante Bolivia en La Paz el 1 de setiembre del 2016 y recién el 29 de agosto del 2017 pudo tener la certeza de que, finalmente, ese cotejo lo ganó en mesa por 3-0 ante la ratificación en Suiza, a través del Tribunal Arbitral del Deporte, del castigo a Bolivia por la alineación incorrecta del defensor paraguayo-boliviano Nelson Cabrera.
La incertidumbre ante esta decisión de última instancia en el TAS, mantuvo a la Videna de San Luis durante los últimos meses en eso que algunos reporteros televisivos le llaman “tensa calma”. En completo mutis, sin visibles sobresaltos, pero con la resignación de que algo impactante pronto ocurrirá. El castigo FIFA a Bolivia fue porque Cabrera había jugado por la selección paraguaya en el 2007. En consecuencia, y según estatutos de la máxima organización del fútbol, tenía que acumular cinco años de residencia en tierras bolivianas. Solo tenía dos. Para las leyes bolivianas, esos dos años eran suficientes para que tramite su nacionalidad. Sin embargo, para ese país autónomo con leyes propias llamado FIFA, Nelson Cabrera seguía siendo paraguayo.
Chile, el otro país que había enfrentado Bolivia con Cabrera en su once, presentó un reclamo extemporáneo; mientras que Perú solo elaboró un informe de queja donde señalaba una falta grave en el Fair Play por parte de la dirigencia altiplánica. FIFA sancionó a Bolivia. No por estos oficios de distinta naturaleza llegados desde Santiago y Lima, sino porque en su Código Disciplinario contempla esa facultad de actuar de oficio durante los dos años posteriores a la infracción de algún equipo. En resumen: no importaba si alguien reclamó fuera de las 24 horas estipuladas en los estatutos de la misma FIFA; la opción de castigar de oficio existe. Ese argumento final está muy claro, y en todos los idiomas, con ese bendito comunicado de prensa del TAS que llegó desde Suiza a todas las redacciones del mundo el último martes, cerca de las nueve de la mañana.
Mientras los dirigentes peruanos trataban de estar vigilantes en este largo proceso entre jurídico-deportivo; Ricardo Gareca vivió la última reinvención de este equipo. La primera fue después del recambio de jugadores que pudimos ver en la Copa América Centenario y la segunda tras esa derrota ante Bolivia donde Perú jugó muy mal. En La Paz se perdió parte de lo avanzado como equipo de fútbol en Estados Unidos. Lo que se vivió en estos doce meses, fue el paso hacia atrás para tomar el impulso que faltaba e intentar el salto decisivo.
En estos doce meses, no solo se disputaron tres puntos en mesa; sino que también se vivió la evolución más sana de esta selección peruana. Hoy se juega mejor, se compite con más jerarquía y hay posibilidades mundialistas en el último tramo de las Eliminatorias. En Suiza, un Tribunal decidía los puntos a favor a un equipo al que tantas veces hemos tratado como culpable. Gareca ha sido el abogado defensor también en este proceso de Eliminatorias. Le encontró argumentos a Perú y nunca decayó (ni protestó) a pesar de las difíciles instancias que le tocó pasar. Faltan cuatro partidos para que el destino deportivo dicte sentencia. Somos millones en el país que contamos días y minutos para que, como en el TAS, todo se resuelva. Ricardo Gareca es uno de los pocos que vive en un eterno (y lento) reloj de arena. Como en el estadio Gillette de Fóxboro ante Brasil, como esa mañana de martes en Videna, el ‘Flaco’ ha aprendido a esperar.