Beatriz Aurora Pinzón Solano es una promesa y es la consumación de los valores patriarcales que abraza el poder y la obediencia al sistema. Yo soy Betty la fea se apropia del humor como esperanza de olvido de la realidad y como validación de los usos de los poderosos, por ridículos, abusivos e incorrectos que estos sean.
Por eso causaron tanta gracia las manías despóticas de don Armando, el discurso cosificador de Daniel Mendoza o Mario Calderón. Ellos representan el poder del sistema, que maltrata en saco y corbata.
Betty, por su lado, se sabe fea, pero tiene agencia sobre su vida profesional. Lo que no contempla dentro de su inocencia clasemediera es que le toca luchar contra la construcción de belleza y con el poder económico que ahoga a la clase media.
Su promesa es acabar con el statu quo, pero les concede volverse bella. ¿Es Betty una promesa fallida? Para nada. Triunfa en una cosa que quizá ni ella misma pudo anticipar. Nos enrostró una verdad espantosa en lenguaje llano y sencillo: que la vida que conocemos está diseñada por hombres poderosos que han normado incluso el valor de nuestras promesas y sueños.
En cada ‘fea’ de nosotras está la obligación de cumplir con su promesa. Y hay que apurarnos, porque el diablo es puerco.