Crímenes como el de Eyvi Ágreda o el de Marisol Estela Alva patentizan una modalidad macabra. No solo te mato: también te desfiguro, te corto en pedazos, te quemo, te privo de tu belleza, de tu juventud. Este tipo de crímenes, cada vez más crueles, no son la expresión independiente de un hombre que mata a una mujer. Son la expresión de un inconsciente colectivo en nuestra sociedad. Hombres que representan el temor de que el machismo está en peligro de derrumbarse. Debemos entender que vivimos en una estructura patriarcal.
¿Qué otros factores condicionan o definen a estos agresores?Un aspecto determinante son los hogares disfuncionales, con padres ausentes, violentos, consumidores de alcohol o drogas; que le pegan a su mujer en presencia de sus hijos. Todo eso conforma la cultura machista, donde la mujer le pertenece al hombre. A esto debemos agregar la violencia que existe en el país y un factor clave: el hecho de que las mujeres ya están tomando conciencia de que no deben seguir permitiendo la desigualdad, que pueden comportarse en la expresión total de sus derechos. Va a demorar, pero es un punto de partida para decir que en el Perú ha comenzado el fin del machismo.
Es una lucha que se está cobrando demasiadas víctimas, sin embargo. Es la respuesta a que las mujeres ya no están aceptando ser sumisas a todo lo que les imponía la cultura machista.
Eyvi Ágreda no mantenía ninguna relación con su agresor, Carlos Hualpa, con quien coincidió brevemente en un centro de trabajo cuatro años antes de que él le prendiese fuego viva. En casos así se ha buscado aducir que sujetos como él sufren desequilibrios mentales. El machismo no es una enfermedad mental: es una enfermedad social. Los hombres que asesinan a mujeres no lo hacen porque tienen algún padecimiento psiquiátrico o trastorno mental: lo hacen por puro machismo.
¿Podemos identificar un patrón? Los crímenes más macabros son cometidos por personas que nacen y crecen en hogares no solamente machistas, sino violentos. Personas que tienen una baja autoestima o que solo tienen una autopercepción positiva, favorable de sí mismos, porque saben que son dueños de su mujer.
Hualpa no lo era. Ese hombre se consideraba su dueño. El acosador asume desde el inicio que su plan de acoso va a culminar con éxito.
¿Cómo es que un hombre con baja autoestima se puede sentir dueño de alguien?Porque es la única autoafirmación que tiene como ser humano. Generalmente, ocurre en estas personas porque no tienen los méritos y el éxito que idealmente quisieran tener. Por eso es que se presenta más en ciertos sectores, aunque también se da en los económicamente pudientes.
Si bien la culpa no es de las mujeres, a veces es inevitable cuestionarnos: ‘¿le habré dado pie?’, ‘¿debí ser menos amable?’. ¿Hay que reconfigurar nuestras normas de convivencia en circunstancias como las actuales?Debemos usar mucho el análisis crítico en relación a nuestra conducta y a la de los demás. Las mujeres tienen que aprender a reconocer si están frente a un potencial agresor, y hay señales que lo indican.
El feminicidio es el último peldaño. Antes puede haber años de acoso y hostigamiento. Lo que precede al feminicidio es la violación, que a veces ocurre dentro del mismo matrimonio. Si en los peldaños anteriores ya ha habido agresión verbal, descalificación, un empujón o un golpe, deben tener claro que esto solo es progresivo.
¿Por qué el feminicidio se da siempre –o casi siempre– en contextos sentimentales o sexuales? El feminicidio debe diferenciarse del homicidio. Es un crimen de odio: te asesino por tu condición de mujer, y lo hago cruelmente porque te estás atreviendo a rechazarme. Ese es el patrón.
¿Por qué el hombre no ha aprendido a aceptar el rechazo?Uno de los estereotipos de la masculinidad es que el hombre es fuerte, macho, poderoso y debe ganar en todo. No acepta derrotas, es poco tolerante a la frustración de este tipo. Más aún si se trata de una situación como esta. Es una característica que debemos corregir lo más pronto posible porque de por medio están las vidas de muchas personas.
La normativa se ha ido mejorando (el acoso ya es un delito), pero parece que la teoría no está yendo de la mano de la práctica.Lo práctico debe caminar a la par de una educación donde los géneros sean entendidos como iguales. De lo contrario, nada va a cambiar. A no ser que con los años se vaya dando un cambio a fuerza del empoderamiento –cada vez mayor– que tiene la mujer en la sociedad. El problema es que eso va a tener un costo muy alto.
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