Cuando recibes un golpe, de inmediato quieres devolverlo. Y más si lo único que tienes en la vida son tus puños. Johan descarga su fuerza sobre Jurgen, que resiste porque para él un puñetazo de su antes enemigo y hoy solo rival deportivo, broder de entrenamiento, no es nada frente al balazo que le atravesó el cuerpo y del que pudo sobrevivir.
Fue el año pasado. Un ajuste de cuentas. Una venganza de un barrio rival. No digamos nada más. Solo que Jurgen prefiere no cruzar por las cuadras que le recuerdan la humillación, la sangre y la figura borrosa de su pequeño hijo que era lo único que tenía en mente mientras trataban de salvarle la vida.
Johan recibe ahora el puñetazo. Su rostro hinchado sonríe. Se sabe superior, fintero, con esa capacidad de reírse de rivales que no saben de los golpes que él tuvo que enfrentar desde niño, cuando supo que no tenía una familia con ocupaciones normales. Esa época en que salir victorioso de una mechadera era la mejor manera de seguir moralmente vivo.
Ellos pelean en el lugar donde me citaron. Los Barracones, el mítico segmento que va desde Arica con Carrillo Albornoz hasta las orillas cubiertas de casitas levantadas con las parihuelas y otras maderas que vara la mar brava.
Ellos son parte de un grupo de chicos que quieren salir del anonimato y las tentaciones del fracaso. Solo tienen sus puños. Y sueños que se confunden con pesadillas.
El entrenador, Marvin Roa, formó el grupo porque el Callao está lleno de talentos para el box. Y le daba pena ver como se perdían en la calle o el delito. El box no es un juego: es lucha y honor. De eso saben mucho estos chicos, que crecieron recibiendo golpes de diferente tipo: familiares con vidas al margen de la ley, carencia de padre, falta de dinero y saberse marginados por el resto de la ciudad.
A pesar de que a veces no tienen donde entrenar y deben hacerlo en la calle, el profesor Roa y su mano derecha, el entrenador Alberto Torres, están orgullosos de que varios de sus pupilos hayan sido convocados a la selección peruana.
“Es hermoso que tus alumnos sean considerados y puedan salir al extranjero a representar a su país”, dice Marvin Roa, egresado de la Universidad del Callao y que trabaja como entrenador en la Villa Deportiva de esa región.
Qué más recompensa puede recibir un hombre que luego de salir de su trabajo entrena a este grupo sin ningún interés económico. Los aconseja como si fueran sus hijos. Sabe que a veces no tienen para el pasaje ni nadie que escuche sus problemas.
“Somos una familia. Algunos consiguen campeonatos; otros, no, pero a todos les digo que lo importante es cultivar un deporte”.
La firma Everlast supo de su lucha solitaria y ha empezado a alentarlos con la donación de equipo y soporte.
Hace un mes dicha empresa les llevó al ex campeón mundial Carlos ‘Mina’ Zambrano, que salió de la pobreza extrema para convertirse en un deportista exitoso. “El box es un deporte de hombres porque los hombres y los pobres sabemos soportar todos los golpes”, dijo.
La municipalidad de Bellavista les empezó a prestar las instalaciones del estadio Lizarraga tres veces por semana desde que se enteró que no tienen un techo bajo el cual entrenar.
Son chicos y chicas que solo se sienten felices sobre un ring de box. Cuando usan sus puños no están pegándole a un rival. Están tratando de sacarles la mugre a las carencias y problemas que no los dejan ser ellos mismos y que de a pocos empiezan a rendirse ante su empeño. //