Tomaría algunos párrafos resumir la hoja de vida de Michelle Bachelet: médica de profesión por la Universidad de Chile -que hizo sus pininos en pediatría durante la dictadura de Augusto Pinochet- inició su carrera en el sector público en el Ministerio de Salud de Chile, del que pasaría a liderar durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar, en 2000. Dos años después asumió como Ministra de Defensa (la primera en el país y en Iberoamérica en ocupar el cargo). “La gente me vio como una posibilidad de cambio y fui electa presidenta de Chile, la primera, en el 2006 y reelecta el año 2014. Entremedio fui ejecutiva de ONU Mujeres y ahora soy la alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas”, cuenta sonriente al otro lado de la pantalla. Eso sí, dice enfática que “debido a mis entusiasmos por tratar de hacer mi país y el mundo un lugar mejor y más justo para todos me ha llevado a distintos caminos”. Desde Ginebra, Bachellet reflexiona sobre la pandemia y su impacto en la región, en la nueva edición de Trailblazers Latinoamericanos – Conectando sueños con el futuro, organizados por Salesforce.
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“En el contexto de la pandemia, una de las cosas que no debemos aspirar es volver a la normalidad como la de antes porque esa normalidad nos trajo a donde estamos: llena de injusticias, desigualdades, y en la región lo conocemos bien. Lo que ha hecho es mostrar, dejar al desnudo esos problemas que existían antes”. El punto de partida -continúa- está en reconstruir mejor e ir hacia un mundo que realmente pueda tener garantizado los derechos de todos, “con una economía sostenible, que cuidemos el medio ambiente, donde todos puedan tener participación y sentirse respetados”.
Para lograrlo, explica, se requiere de voluntad política. “Uno siempre puede. Habiendo sido presidenta de la República, sé que uno puede priorizar ciertas cosas. Implica eliminar toda forma de discriminación, reforzar los sistemas de salud, de inclusión social, la inversión en vivienda de agua y saneamiento. Hay como 37 millones de habitantes en la región que no tienen acceso a agua. Estamos diciendo ‘lávense las manos frecuentemente’ y la verdad que no tienen agua potable. Hay miles de política prácticas que son posibles, financiables […] Los derechos humanos son como las vacunas: si definimos una política basa en derechos humanos, seguramente vamos a tomar en cuenta muchos elementos”.
Pese a la distancia, sigue de cerca el día a día de los países de la región. Hace mención, por ejemplo, a los periodos electorales (Perú define su segunda vuelta el próximo 6 de junio; Chile tiene elecciones previstas para el 21 de noviembre). “Los candidatos tienen distintas posiciones, pero yo siento que, frente a determinados elementos, esto no debe ser politizado. Debe ser pensado en términos de la unidad de país y la unidad de la región para resolver los problemas que tenemos que enfrentar. Politizados en el sentido de que tiene que haber políticas públicas, no en ‘tú eres verde, yo soy azul, tú eres amarillo’. Un diálogo transparente es posible y necesario”.
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La crisis de América Latina plantea en algunos países una necesidad de reformular el contrato social. “No estamos en el mismo barco. Si bien el virus no discrimina y todos nos podemos infectar, afecta desproporcionadamente a ciertos grupos. Esto es clave no solo para responder a la crisis, sino a la hora de pensar cómo construir mejor. Si miramos a todos y cortamos a todos de la misma forma, vamos a dejar a la misma gente de atrás, atrás. Lo que la pandemia a mostrado es que los que eran discriminados históricamente son los que han sido afectados más desproporcionadamente: mujeres, niñas, gente mayor, con discapacidad, pueblos indígenas, las zonas rurales, gente pobre, comunidad LGTBI, gente privada de libertad. Sabemos eso, pero a la hora de responder, lo hacemos como que todos tuvieran una capacidad homogénea de respuesta y de enfrentar la pandemia”.