Emilram Cossío creció entre los jirones Trujillo y Chiclayo, en el Rímac, muy cerca a la Alameda de los Descalzos. Un barrio picante, dice. El actor de 38 años se califica a sí mismo como un chico de barrio, con calle, que nunca la tuvo sencilla a la hora de avanzar en su profesión, pese a todas las barreras que le pusieron encima: no pudo seguir estudios superiores, cuenta, porque la economía de la casa no se lo permitió, pero se preparó con seriedad para ser actor, un oficio en el que se desempeña desde hace más de 25 años. La otra barrera con la que todavía pelea es la de la discriminación, aún cuando es uno de los mejores del medio. Hace poco, en febrero, resultó doblemente premiado como “Mejor actor de un cortometraje” y “mejor actor de un largometraje latinoamericano” en el Festival de Cine Insólito, de Perú. ¿De qué forma te ha afectado el racismo en el Perú? En este país te tratan dependiendo de cómo estás vestido. Si yo estoy despeinado en la calle, con sandalias y un short, me van a tratar muy distinto a si estoy en camisa, pantalón y zapatos, algo que no creo que les pase a la gente de tez blanca. Eso está marcadísimo desde que entras a un restaurante, dependiendo de cómo llegas, te tratan.
¿Cómo era la cosa cuando eras niño? De niño me decían “negro” porque paraba en la playa. En los bailes de colegio, me metían a bailar festejo o zamacueca. Cuando fui creciendo y dejé de ir a la playa, me empecé a desteñir y entonces me agarraban para bailar los bailes de la sierra (ríe). Me encanta bailar, ojo.
¿Con cuál te identificabas más?Eso es interesante. Saber qué raza, si se puede llamar así, somos nosotros. No sé si esté bien definido decir “somos cholos”, o “somos criollos”. La pregunta es ¿qué somos? A veces te dicen “Oye, serrano”, pero yo soy del Rímac. No sé si soy negro, serrano, criollo, cholo. Mi madre y abuelos son limeños, mis abuelos son del norte, por parte de padre, y mi abuela es de Pisco. Soy una fusión.
Cuando entraste al mundo de la actuación, ¿sentiste alguna discriminación?Yo actúo desde los 12 años. Y desde el comienzo me catalogaban en una sola línea: la de ser un chiquillo delincuente o piraña, un barrista o un chico de provincia, con un acento bien marcado. Eso me ofrecían. Veía la TV y me daba cuenta que era bien difícil entrar. Cuando empecé a actuar, me acuerdo que había una productora que sacaba telenovelas y series en las que no veías a nadie como yo. Los únicos que tenían la posibilidad de tener un personaje o un “bolito” (una aparición) en esas producciones eran personas con tez blanca. Yo veía eso dice “asu, qué difícil va a estar”: Y tenía 13 años, por ahí. Recuerdo que tiempo después apareció [el director] Michel Gomez y [el guionista] Eduardo Adrianzén con sus telenovelas y series y la cosa empezó a cambiar en ese aspecto, para mejor.
¿Esa situación ha terminado?Creo que al día de hoy he ido rompiendo algunas barreras, pero con esfuerzo. Ahora me llamaron para que grabe una película y querían que sea el técnico del cable. De una u otra manera, te van a poner en papeles así. No todos los de color “humilde”, por decirlo de alguna manera, somos misios. Ahora está el rey de la papa, con sus hijos en un buen colegio, y ya no se ve solo al tipo blanco de ojos claros, en los mejores puestos. Ya tenemos a una super cantante, bien peruana, en Viña del Mar.
¿Cómo luchaste contra eso?He ido cortando con los estereotipos raciales con la idea que, si yo me formo, si tengo más información o herramientas para perfeccionarme, puedo romper con eso. Me metí al taller de Roberto Angeles, al de Alberto Ísola, he hecho obras de William Shakespeare. Y las cosas han ido cambiando, pero todavía mucho por lograr.