“Varón o mujer, todos deben ser pintados con matices grises. Es fantasía, pero los personajes deben parecer reales”. Así es como el autor estadounidense George R. R. Martin explica el éxito detrás de Juego de tronos (Game of Thrones por su nombre en inglés). A pesar de que la serie adaptada por HBO está ambientada en una época similar a la medieval, esta complejidad se ha mantenido –e incluso mejorado– a través de sus personajes femeninos.
Natalia Molina, comunicadora y máster en Antropología, destaca el mínimo interés romántico de las mujeres en este universo. “No estamos ante una serie que presenta a una pareja o a una esposa. La esencia de ellas apunta hacia otro lado”, explica. La guionista Regina Limo lo dice de otra manera: no hay mujer en el refrigerador (en las historietas, el término hace referencia a las chicas asesinadas o que pierden sus poderes ya que solo sirven como elemento narrativo para que el héroe tome venganza). “[Ellas] no están para acompañar: están para hacer. Eso es un gran aporte”, agrega.
Un poco de contexto: la trama gira en torno a las pugnas por el poder absoluto de los Siete Reinos del continente de Poniente. Debido a esos violentos enfrentamientos, muchas mujeres han demostrado de lo que son capaces por el Trono de Hierro. Cersei Lannister es un claro ejemplo. “Su poder está basado en su inteligencia y no en su sangre”, analiza la filósofa Brenda Galagarza. “Al inicio quiere –y se muere por– ser reina, pero ese reinado tiene que ver con el marido, con los hijos. Siempre depende de alguien. [Con el paso de las temporadas] va ganando libertad”, añade.
Quien está a la altura de ese poder soberano es Daenerys Targaryen. Limo describe a la Madre de los Dragones como “una mujer que no se deja doblegar por varones”. Aunque, al igual que Molina, se decepcionó cuando en la séptima temporada la vincularon sentimentalmente con Jon Snow. “No es verosímil”, argumenta. Para Natalia, la escena íntima entre ambos fue para complacer a la audiencia. El cuestionado fanservice. Pero fuera de ello, la también llamada Khaleesi es la favorita –de muchos– para quedarse con el trono. Aunque, en palabras de Galagarza, la joven no sería una buena gobernante. “No se conoce y por eso cae con facilidad. Necesita siempre al consejero que le diga qué hacer porque por sí misma no puede. Tiene una pésima gestión de poder”, señala.
Ahora, también están aquellas a las que no les interesa ese tipo de poder. Ahí tenemos a Brienne de Tarth y Arya Stark. “Ambas tienen la misma ética de caballero”, identifica Brenda. Son personajes, acota Limo, que se destacan por habilidades tradicionalmente ‘masculinas’, como la lucha o la supervivencia en las batallas. Y la guionista va más allá. “Se le cree más a una mujer, a un personaje como Arya, Brianne o Cersei, que han empleado las tácticas más comunes de engaño y que desde el principio se han mostrado confrontacionales, que a alguien como Sansa Stark”.
Las expertas concuerdan en que la (ahora) guardiana de Invernalia es la que mejor evolución ha tenido. Incluso, si nos ponemos modernos, es la más empoderada. “Sansa empieza la serie con la idea de que va a ser reina y que su único rol es procrear, pero por los golpes de la vida, se da cuenta de que ese pensamiento no la lleva a ningún lado”, explica Galagarza.
La evolución que ha tenido es sutil, acota Limo, porque no se le ha visto directamente en el campo de batalla. Y en Juego de tronos así también se puede ganar. Mucho depende de la astucia. El camino de estos personajes es complicado. Todas deberán enfrentar una batalla en común: vivir. //