La música es vida. De acuerdo al estudio de la Universidad de Goldsmith's de Reino Unido, solo 20 minutos escuchando música en vivo son suficientes para que nuestra sensación de felicidad aumente un 21%. Bajo esta hipótesis ¿Cuán beneficioso pueden ser más de 12 horas y solo un día?
El viernes 29, sábado 30 y domingo 31 de marzo, Chile llevó a cabo su novena edición del Lollapalooza en el Parque O’Higgins donde recibió a 120 artistas que se presentaron en ocho escenarios. La experiencia lleva a plantear tres puntos claves que hicieron del festival una edición inolvidable.
INFRAESTRUCTURAEl festival de música se realizó, como todos los años desde su primera edición en el 2011, en el Parque O’Higgins, que además alberga el parque de diversiones Fantasilandia –con los juegos más extremos de Latinoamérica- y el Movistar Arena –con su extenso Paseo de la Estrellas, donde han pasado artistas como Kiss, Ringo Starr, André Rieu, The Killers, entre otros. Decir que el lugar es inmenso queda corto. Una mejor referencia: su extensión es de 80 hectáreas, es decir, 10 veces más que el Parque de la Reserva.
En el recinto se armaron siete escenarios, el octavo era el Movistar Arena, que alojaron a los 120 artistas que se presentaron en la capital chilena. Siendo el VTR Stage y Banco de Chile Stage los principales. Con dos pantallas laterales gigantes, una en medio, un completo sistema de luces en la parte superior y parlantes laterales, el equipo de producción tardaba 30 minutos en acomodar el escenario para que el siguiente artista saliera en escena. La dinámica era la siguiente: si un grupo se presentaba, por ejemplo, en el Banco de Chile, tan pronto acababa el concierto, otro artista salía al VTR. La distancia entre cada uno era aproximadamente entre 400 a 600 metros. O se salía 10 minutos antes de que acabe un concierto para ir al otro escenario y encontrar un buen lugar. O correr ni bien acabe la presentación y tentar a la suerte.
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Algo importante a resaltar es la inclusividad del festival. Los niños y las personas con discapacidad tenían zonas especiales donde podían apreciar los espectáculos. En el césped había una rampa adaptada para los asistentes en silla de ruedas. Otro punto: pese a la afluencia de personas, todos respetaban esas áreas.
EL LINEUP Este es, quizás, el punto más decisivo en lo que respecta del festival: los artistas. Y este año hubo pesos pesados. Muchos extranjeros se aventuran a asistir a estos eventos de gran magnitud. ¿Por qué? Costos y, de nuevo, artistas. Para muestra, un botón: miremos los artistas que se presentaron (o están por ofrecer concierto) en Perú –aprovechando su paso por el Lolla- y el precio de las entradas más económicas. Para The 1975, había que pagar 199 soles; Arctic Monkeys, 155 soles; Lenny Kravitz, 89 soles; Bring Me The Horizon, 89 soles; Interpol, 169 soles; Ziggy Marley, 37 soles y Kshmir, 150 soles. El total es de 888 soles. La entrada para los tres días del festival y en early bird cuesta aproximadamente 476 soles.
Es decir, pagar un poco más de la mitad para ver a artistas como Twenty One Pilots, Sam Smith, Saint Vincent, Kendrick Lamar, Post Malone Greta Van Fleet, Years & Yeras, Portugal. The Man, entre otros, que –tan cerca y tan lejos- no pisaron suelo nacional. Una diferencia, claro, es que sus presentaciones son solo de una hora, menos los headliners que tocan media hora más. Es difícil comprarlo con una presentación íntima, donde ofrecen espectáculos de dos horas a más y la dinámica es diferente. Pero la experiencia de un festival es extraordinaria. Más si van la mayoría de artistas que uno escucha. Y mucho mejor si todos lo disfrutan a la misma intensidad.
Un pequeño relato: Habían muchos artistas que quería ver. Twenty One Pilots era uno de ellos. Fue uno de los motivos por los que me animé a ir. Su concierto era el último del segundo día. Como comenté párrafos arriba, había que salir antes de un escenario para encontrar buen lugar en el otro. Pues bien, con ellos -y los Arctic Monkeys- fue distinto. Su presentación estaba pactada para las 10:00 p.m. y estuve esperándolos –de pie- desde las 08:30 p.m. La buena vibra del ambiente hizo que la espera no sea pesada. Ni siquiera la llovizna los detuvo. Los ánimos estaban elevados, pero cuando el dúo estadounidense salió al estrado, el ambiente llegó a niveles que –hasta ahora- no puedo describir. Los gritos, lágrimas, sudor, abrazos, saltos y sonrisas fueron señales que el concierto superó las expectativas.
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ECOAMIGABLEEn todo evento, los desperdicios son un gran problema. En la edición de este año, las pulseras incluían un código de barras que, además de registrar el ingreso al festival, era como un monedero virtual que servía para pago de consumo. Ahorrando papel en las boletas. A eso sumar que la energía solar alimentó, por primera vez, en un 100% uno de los escenarios del festival. Los paneles alimentan con energía renovable la música, luces y la pantalla del 'Aldea Verde'. Cuando el festival concluya, los paneles solares se quedarán en el parque O’Higgins donde serán utilizados para abastecer de electricidad a un jardín infantil y también una piscina temperada.
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El año pasado conversé con Martin Elbourne, el hombre que impulsó al festival Glastonbury a lo que es hoy en día, sobre un posible festival de tal magnitud como el Lollapalooza en Lima. “Lollapalooza es un modelo diferente porque tiene bandas grandes, pero funciona. Mi consejo sería que empiecen de a pocos y que no se concentren tanto en lo musical. Que tenga buena comida, buenas bebidas. En teoría, esta ciudad es lo suficientemente grande para un evento así. La gente puede venir de lejos y tiene una zona para que descansen. No sé si aquí tengan esa cultura, pero podría funcionar”, comentó a Somos. Si a eso sumamos los tres puntos de arriba, una buena señalización (punto en contra en la edición chilena) y lugar relativamente céntrico, quizás -solo quizás- podamos realizar un festival de tal nivel.