Se jugaba un partido amistoso entre México y Dinamarca en Europa, previo al arranque del Mundial de Fútbol Rusia 2018, cuando un cartel portado por una hincha azteca, captado por todas las cámaras, se robó el show deportivo. Era demasiado poderoso. Gracioso. Genial. ESPN y otros canales de televisión no pudieron resistirse a emitir comentarios al respecto. Internet, claro, luego haría de la toma un viral. Ello porque el mensaje consignaba, fundamentalmente, un solo sentimiento latinoamericano, un canto de amistad, de buena vecindad, que unidos nos tendrá eternamente: “Te odio, Luisito Rey”. La premisa, incluso, iba acompañada de un dibujo con su rostro previamente popularizado en camisetas que se venden como si no hubiese mañana. Otras tantas, asimismo, se vienen elaborando con frases populares del personaje de ficción, léanse: “¡Joer, Micky!” o “¡Coño, a ensayar, Micky! ¡A ensayar...!”. Pero, además, cada semana aparecen sobre él memes y tuits de colección, sesudos debates en torno a su existencia en chats del WhatsApp y en conversaciones de oficina. Hay ya hasta piñatas que emulan casi a la perfección el look pelucón/ bigotón. La verdad es que el hombre, que lleva más de un cuarto de siglo muerto, está hoy más vivo que nunca.
Luis Miguel, la serie es la gran responsable de todo el despelote. El éxito de la ficción, emitida por Netflix en América Latina y España y por Telemundo en Estados Unidos, es tal que ha arrastrado consigo la inmortalización de un nuevo villano. O al revés.
En cualquier caso, lo que hace todo más interesante es que se trata de la biografía autorizada por la misma megaestrella de la música. Luisito Rey no es otro que el padre de Luis Miguel y los abusos que cometió sobre su hijo durante su niñez y adolescencia se evidencian cada semana en capítulos de 55 minutos, todos sostenidos en narraciones que el mismo intérprete ha compartido con los productores de la serie y también en libros e investigaciones periodísticas que han ahondado en su por años hermética historia.
Esta, claro, no es la única razón por la que el papá más odiado de habla hispana se ha convertido en un enorme fenómeno mediático. Otros cuantos motivos, a continuación.
FICCIÓN DE NO FICCIÓNComo ha sucedido también con otras leyendas de la música o el cine, Luis Gallego Sánchez (Cádiz, 1945-1992) vio en el extraordinario talento de su vástago una inagotable máquina de hacer dinero. Coinciden las versiones de la vida real que era un notable guitarrista, aunque con mediana suerte en el canto en la industria de la música española allá por los 70. Decide emigrar a México a inicios de los 80, junto a su familia, y es en medio de la escasez que empieza a abusar de los dotes del hijo mayor. Entre las fechorías más nefastas acaecidas sobre el chico, entre sus 10 y 18 años de vida, se cuentan: haberlo explotado a tal punto que lo sacó del colegio en cuarto de primaria para trabajar; ofrecerlo a empresarios para conciertos, giras y películas sin descanso; suministrarle efedrina, una droga que le daba energía para que no deje de hacer shows; haberlo inducido en el mundo de otros vicios y, a su vez, haberle robado 20 millones de dólares sin pestañear ante la posibilidad de que el cantante fuera llevado a la cárcel por evasión tributaria. Y quizá lo más grave: él tendría que ver con la misteriosa desaparición de la madre del ‘Sol’, la italiana Marcela Basteri. Toda la maldad que parece de película, entonces, no lo es. Un gol automático para la instauración de su figura en el imaginario general.
Otra causa que ha encumbrado a Luisito Rey en los altares de la cultura pop es la excepcional labor que cumple el actor español Óscar Jaenada al ponerse en los zapatos del maloso en cuestión. ‘Joer’, que de no ser por los culebrones referidos a los amores de Luis Miguel o la intriga relacionada con la mamá, casi casi se roba el show.
Y otras más, esta vez explicadas por Giancarlo Cappello, catedrático y autor de Una ficción desbordada. Narrativa y teleseries: Luisito Rey encarna al villano de la telenovela. Uno, dicho sea de paso, como no se veía hace mucho en la TV de Hispanoamérica. “Los villanos de telenovela son memorables no solo por las maldades que hicieron, sino porque terminan siendo castigados [sin spoiler, Luisito Rey moriría de una sobredosis y solo]. Ese castigo es una forma vicaria de redimirse con el mundo y la sociedad de la que formamos parte. Quedan en el recuerdo porque sentimos que, al sancionarlos, hemos ganado, hecho justicia, nos han vengado. Pensemos en Catalina Creel, de Cuna de lobos. Es el hechizo del arte que permite lograr de manera vicaria las cosas que en la vida real aún son difíciles o imposibles de lograr”.
Agrega Cappello, para finalizar, que alrededor de este personaje, desde ya perpetuo, se cosecha una gran indignación colectiva. “Se trata de la figura del padre desalmado que hace la vida miserable a un hombre que es un emblema nacional para los mexicanos, alguien querido que todo el continente ha visto crecer hasta convertirse hoy en quien es”. De ahí se entiende, pues, que todos odien a Luisito Rey. Y de ahí, también, que todos estemos buscando el polo.