El sol empieza a calentar las arenas del sur limeño, y en el cielo azul, un pequeño avión amarillo con letras azules corta el aire con elegancia. Es el Tiburón, una de las tres aeronaves del Aeroclub Alas del Mar, pilotado por César Castillo, el ‘Chino’ para los amigos. En este rincón de Santa María del Mar, el tiempo parece detenerse cuando las alas de sus ultraligeros se elevan para ofrecer una perspectiva única de playas como San Bartolo y Punta Hermosa, e incluso las ruinas arqueológicas de Pachacamac.
Desde el suelo, el aeroclub ubicado en Santa María del Mar –km 52.5 de la Panamerica Sur–es un espacio sencillo pero lleno de vida y memorias. Este lugar, donde un pequeño avión amarillo y un cartel con la palabra ‘Chino’ en la puerta dan la bienvenida a los visitantes, estuvo alguna vez al borde del abandono. Fue en 2022 cuando el Chino y su amigo Gerardo Cortada lo rescataron, transformando sus pistas en una oportunidad para que cualquiera pudiera descubrir la magia de volar. “Queríamos que la aviación no fuera solo para los ricos”, dice el Chino con una mezcla de orgullo y determinación. Y cumplieron: hoy Alas del Mar ofrece clases de vuelo, paracaidismo, fotografía aérea y vuelos recreativos, todo en el sur limeño.
La historia de los Castillo es una de altura, literalmente. Nacido en una familia de aviadores, el Chino descubrió su pasión por el vuelo a los siete años, cuando su padre, un piloto militar, lo llevó a un lanzamiento de paracaidistas. “Verlos saltar fue mágico. Creo que ese día quedé marcado para siempre”, recuerda. Con los años, esa magia se transformó en una vida dedicada al aire. No solo aprendió a pilotar aviones, también se convirtió en paracaidista, un talento que compartió con Sarita, su esposa, quien también heredó la pasión por el vuelo. Su matrimonio fue un espectáculo memorable: ambos saltaron en paracaídas, acompañados por un cura paracaidista y sus amigos, mientras el cielo se llenaba de colores y risas.
La reconstrucción de un sueño
Volar no siempre es sencillo, ni en el aire ni en la vida. Tras la pandemia, el aeroclub enfrentó tiempos difíciles. “Antes, un sábado estaba lleno de autos, la gente venía sin que hiciéramos publicidad. Ahora estamos reconstruyendo todo”, comenta el Chino, quien no deja de observar cómo el viento acaricia las alas de sus aviones. Durante ese tiempo, el aeroclub tuvo que adaptarse: renovar equipos, reparar instalaciones y, sobre todo, encontrar maneras de atraer a nuevos visitantes.
El proceso no fue sencillo, pero el Chino, con su característica determinación, lo asumió como un nuevo despegue. “Volver a empezar es parte de la aviación. Cada vuelo es un nuevo intento, cada aterrizaje un nuevo aprendizaje”. Esta filosofía ha guiado al aeroclub hacia una nueva etapa, con más actividades, colaboraciones y sueños de expansión.
Con sus tres aviones –el Tiburón, el Otogongo y el Barracuda– el equipo de Alas del Mar sigue ofreciendo experiencias inolvidables. Cada vuelo es un recordatorio de que el cielo siempre está ahí, esperando ser conquistado. Para los visitantes, volar en estas aeronaves es como entrar en un mundo donde el aire se convierte en un puente hacia lo desconocido.
Un legado en las alturas
En la familia Castillo, volar no es solo una opción, es una regla. “Mis tres hijos son paracaidistas. Mis nietos también lo serán”, afirma el Chino con una sonrisa. El aeroclub no solo es un lugar de aprendizaje, también es un espacio donde los Castillo comparten su herencia. “Todos somos aéreos”, dice Sarita, quien además tiene su propio hito: venciendo a una campeona mundial en una competencia de precisión de paracaidismo.
El Chino también ha transmitido su amor por el aire a través de proyectos comunitarios. Alas del Mar ofrece vuelos accesibles para quienes quieren experimentar el cielo por primera vez. Desde 160 soles, los visitantes pueden sobrevolar San Bartolo o incluso llegar a las ruinas de Pachacamac. “Esto no es solo un deporte, es una herramienta para conectar con nuestra geografía y cultura”, insiste.
Entre los destinos destacados está el llamado “mini Machu Picchu del sur chico”. Este conjunto arqueológico, conocido como la Quipa, se despliega como un secreto bien guardado en medio de las colinas. Desde el cielo, las ruinas ofrecen una vista que solo los privilegiados del aire pueden disfrutar, y para el Chino, esto es parte del encanto de volar: mostrarle a las personas lo que el suelo no puede revelar.
Un refugio en el aire
El aeroclub también se ha convertido en un refugio para quienes buscan aprender algo nuevo o simplemente escapar de la rutina. Desde niños emocionados por su primer vuelo hasta adultos que buscan superar sus miedos, Alas del Mar recibe a todos con los brazos abiertos. “Volar es una experiencia transformadora”, dice el Chino. “Es un recordatorio de que los límites solo existen si los dejamos”.
El Chino también ha encontrado maneras creativas de atraer a más personas. Entre las actividades más populares están los espectáculos aéreos para revelar el sexo de un bebé, donde los aviones liberan humo azul o rosa mientras sobrevuelan emocionadas familias en tierra. Además, ofrecen vuelos para fotografía aérea, una herramienta invaluable para periodistas, cineastas y aventureros visuales.
El sueño de un aviador
Para el Chino, volar no es solo su vida, es su identidad. Desde los siete años hasta hoy, el cielo ha sido su casa y su inspiración. “Cuando vuelo, todo cobra sentido”, dice. Esa pasión es evidente en cada detalle del aeroclub, desde los aviones cuidadosamente mantenidos hasta las historias que comparte con quienes lo visitan. Las paredes del hangar están decoradas con fotos de momentos inolvidables: el primer salto de sus hijos, las exhibiciones aéreas y las visitas de personas que llegaron con miedo y se fueron con sonrisas.
Alas del Mar es más que un aeroclub; es un símbolo de lo que se puede lograr cuando la pasión y la determinación se encuentran. Para quienes se animan a volar, el Chino y su equipo ofrecen algo más que una experiencia: ofrecen una nueva forma de ver el mundo, una que empieza desde el aire.
El futuro de Alas del Mar no solo se limita a Santa María del Mar. El Chino tiene grandes planes de expandir el concepto de aeroclubes hacia otras regiones del Perú. “Queremos que cada región tenga su propio centro de aviación, no solo para entretenimiento, sino también como una herramienta en caso de desastres naturales”, explica. Recuerda cómo durante el Fenómeno del Niño en los años 80, los aeroclubes locales jugaron un papel crucial para llevar medicinas y provisiones a comunidades aisladas.
El sueño del Chino es ambicioso: crear una red de aeroclubes que conecten al Perú desde el aire, fomentando no solo el turismo, sino también una cultura de aviación accesible para todos. “La aviación no debe ser un privilegio, debe ser parte de nuestra identidad”, dice con determinación.
El Chino mira a Sarita, su esposa y cuenta con cariño lo importante que es la aviación para su familia. “Esta es nuestra vida”, dice con orgullo. “No solo volamos por el placer de estar en el aire, sino por todo lo que representa: libertad, visión y comunidad”. Con cada vuelo, Alas del Mar sigue demostrando que el cielo no es el límite, sino el inicio de infinitas posibilidades.
Para contactar al Aeroclub Alas del Mar puede visitar su página de Facebook o escribir al 994 107 881 vía Whatsapp.
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