El monitor Huáscar está estacionado en el Jockey Plaza y casi al instante en que lo descubre, un niño de 10 años que ha venido a buscar un Star Wars dice, con la emoción del que acaba de abrir un regalo de cumpleaños:-Este es el Huáscar que he visto en el colegio.Walter Vega, el padre de este monitor Huáscar de Lego, de cuatro mil piezas de Lego, se esconde o se sonroja o se aísla. Nada mejor que un niño se maravilla de tu obra.
Walter es peruano, ingeniero de sistemas, estudió en el Externado Santo Toribio y como todos los peruanos que fueron niños en los setenta, sufrió una decisión que nunca tuvo argumentos reales para ellos: la dictadura militar canceló la importación de juguetes. Como escuchar en Carlos Santana en Lima, conseguir un Lego era imposible.
Ahora, mientras iza el pabellón nacional de Lego en su monitor, dice que la primera caja de fichas que consiguió, que hoy ya no existe, le permitió descubrir qué quería hacer en su vida: quería crear. Quería inventar. Quería dar vida.Al muñeco de Lego al que le ha incorporado barba y le ha quitado la gorra -un hombrecito amarillo de la colección City- solo le falta presentarse para saber que es Miguel Grau.
¿Por qué el Huáscar a escala, con sala de máquinas, cañones, popa, proa, ancla y etc.? “Tengo que construir algo peruano -dice Walter Vega-, y nada más peruano que el monitor Huascar de la Guerra con Chile”. Primero, pensó en todas las piezas que necesitaba. Luego, investigó. Buscó en bibliotecas, en un museo chileno y encontró una infografía que resolvió sus últimas dudas. Para el proceso de búsqueda, un mes. Para armarlo, dos. Quienes creen que esto es un juego se equivocaron: Walter Vega, padre de familia de dos pequeños, ojos alargados y manos lo suficientemente delgadas para manipular piecitas como si fuera plastilina, tuvo que investigar.
“Yo tengo la habilidad de tener todas las fichas en la cabeza. Imaginar cómo van a encajar y luego buscarlas y conseguirlas. Me sirvió mucho una infografía de El Comercio, que incluía una imagen transversal, un corte de cómo debía ser por dentro: la sala de máquina, el comedor, la caldera, los dormitorios. Me enteré, por ejemplo, cómo movían los cañones: 12 marineros movían en cañón en 15 minutos”, dice.
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Unos niños han llegado a la tienda Lego del Jockey Plaza y miran cómo Walter hace funcionar el motor del buque y dispara uno de sus cañones. Se ríen.Hizo carritos, aviones, casas, edificios, dinosaurios. Hace poco, en una expo, diseñó a Zabivaka, la mascota de Rusia 2018. Pero siempre quiso más. “Regalen una caja de Lego este Día del Niño. Le da la oportunidad a su hijo de darle vida a su imaginación. Desarrollará habilidades matemáticas, motoras finas. Si es un set con instrucciones, le ayudará a seguir pasos, y a saber que todo puede tener un gran final”.Mientras habla, es imposible no imaginar cómo le quedará la Catedral de Lima, su próximo proyecto.