Un monumento en honor a Simón Bolívar parece cuidar, con su caballo parado en dos patas, un palacio atiborrado con banderas de todo el mundo en la segunda cuadra del jirón Ayacucho en el Centro de Lima. La desafiante figura del libertador descansa sobre una explanada que heredó su apellido y está ubicada exactamente frente al Congreso de la República.
En el siglo XVI fue bautizada como la Plaza del Estanque debido a que en ella existía un reservorio de poca profundidad. Luego se convirtió en la Plaza de la Caridad, de la Universidad, de la Inquisición, de la Constitución y finalmente Plaza Bolívar tras la disposición del Poder Legislativo de levantar un monumento en honor al libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Bolivia.
El imponente monumento a Simón Bolívar -de cuatro metros de altura y veintitrés toneladas de peso- llegó al puerto del Callao 30 años después de que el Congreso iniciara las gestiones legales para su creación. El artista a cargo de esta tarea fue el escultor italiano Adamo Tadolini. El viernes 9 de diciembre de 1859 llegó a Lima y allí ha permanecido atenta al transcurrir de los años de nuestra historia patria.
Por su cercanía a la sede del Parlamento del Perú, la Plaza Bolívar ha sido codiciada por diversos sindicatos y grupos de manifestantes a lo largo de la historia.
Fue declarada patrimonio de la humanidad desde 1991, se ubica en el Centro Histórico de Lima y ha sufrido cambios desde la época virreinal, empezando por su nombre.
—Mitos y verdades—Existen diversas anécdotas y curiosidades que giran en torno al día en el que la escultura del libertador llegó a la ex Plaza de la Inquisición, tal como revela el archivo histórico del Congreso.
Entre ellas se documenta que el día que se puso la primera piedra para la creación de la obra en homenaje a Bolívar, también se enterró “un ejemplar del Decreto del Congreso de esa época, la Constitución del Estado, varios escritos de elogio al libertador, valiosas medallas conmemorativas de la gesta bolivariana y muchas monedas de oro, plata y bronce”, según se lee en el archivo del Congreso.
Además, agrega que la representación del rostro de Simón Bolívar creada por Adamo Tadolini fue tan exacta y precisa que incluso el propio Papa Pio IX fue a ver la estatua antes de que este parta con dirección al puerto del Callao.
Pero el historiador peruano y profesor de la Universidad de Lima, Juan Luis Orrego, no da crédito a estas citas históricas del archivo del Congreso y señala que pudieron haber sido escritas de esa manera producto del “romanticismo” que se vivía en la época.
“Lo que se dice en esta página es muy relativo y podría ser una leyenda producto del romanticismo de la época, que enaltecían y hacían ver a estos héroes como figuras griegas. Nadie puede asegurarte que el rostro de Bolívar es similar al de su monumento. Lo que sí puedo decirte es que el rostro más exacto le pertenece al pintor peruano José Gil de Castro”, explica Orrego.
Pero no todo podría ser falso. El historiador está de acuerdo con las dificultades citadas por el archivo del Congreso que señalan que no fue sencillo trasladar el monumento desde el Callao hasta el centro histórico de Lima.
“Eso es lo que pasa muchas veces. Esto ocurre incluso con las obras públicas en la actualidad. Terminan costando más de lo que se presupuestó”, explica.
Según está documentado, al inicio se usó el ferrocarril que bordea el Río Rímac hasta donde ahora se encuentra el Palacio de Gobierno. Una vez ahí empezaron los problemas debido a que el piso apedreado de esa época dificultaba su traslado. Se tuvo que utilizar “una línea Decauville (una especie de riel portátil), que en ese momento estaba destinada a trasladar los pesados bloques de piedra destinados a la construcción de una penitenciaría [en esos años]”.
“Para una escultura de este tipo no se prevén esos gastos. Muchas veces los artistas se desentendían una vez que sus obras llegaban al país destino. Otros tenían su propio personal para la instalación, pero el Estado tenía que correr con sus gastos”, dice Orrego.
La escultura no le habría salido barata al Perú. Adamo Tadolini, creador del monumento a Bolívar, habría cobrado alrededor de 4.500 pesos por la realización de la obra y su modelado en yeso. La fundición final costó 11.000 pesos y los bajos relieves de la obra unos 800 pesos. Posteriormente, el dinero invertido luego de su llegada al Callao también demandó costos que fueron registrados en ese momento por el diario El Comercio.
—Acceso restringido—Han pasado 159 años desde su inauguración y la Plaza Bolívar no ha dejado de cambiar. Comerciantes que por años han trabajado en los alrededores del Congreso son los principales testigos de estas modificaciones.
Dos lustrabotas parados en el cruce de la avenida Abancay con jirón Junín laboran por más de 20 años en el mismo lugar y han visto de cerca uno de los principales cambios que ha sufrido la Plaza Bolívar: su enrejado.
“Antes era libre, había acceso para todos. Por el terrorismo lo cerraron”, dice José Cahuana de 72 años, natural de Cusco, sobre el cerco metálico que bordea la explanada desde la década del 80. La reja fue colocada como medida de protección ante los constantes atentados terroristas que ocurrían en el país en esa época. El enrejado bloqueó el acceso al público hasta el día de hoy.
Cuando ocurren marchas y protestas en el Cercado de Lima, un contingente policial suele resguardar la Plaza Bolívar, área de paso para llegar al Congreso, a fin de impedir el acceso de los manifestantes. Sin embargo, esto no ocurrió el pasado 24 de mayo, cuando integrantes del colectivo “Con mis hijos no te metas” llevaron su manifestación hasta este punto.
Esta semana, el presidente del Congreso, Daniel Salaverry, autorizó una manifestación pública en la Plaza Bolívar en el marco de las celebraciones del Día del Orgullo LGBT, provocando reacciones a favor y en contra de dicha disposición. Otros, cuya vida gira alrededor del Parlamento, no han visto mayor problema ante esta medida.
Celi Porras, una mujer de 52 años que ha dedicado su vida a la orfebrería y al bordado religioso y que tiene una tienda contigua al Congreso no ve amenazado su negocio a causa de manifestaciones.
“Mientras no hagan desorden ni se descontrole, está bien”, opina mientras ornamenta –junto a su hijo Anderson- la corona de un Cristo moreno.