La emoción del estreno de “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, la cuarta y última entrega de la saga protagonizada por Harrison Ford, tenía al borde del asiento a todas las personas que nos encontrábamos en uno de los cines de Larcomar, en el 2008. La canchita pronto se nos caería de la boca, sin embargo, cuando escuchamos, ya iniciada la cinta, que la gente de Pancho Villa, uno de los más importantes artífices de la revolución mexicana, fue la que le había enseñado a ‘Indy’ a hablar quechua. Luego, cuando música ranchera ambientaba las aventuras del héroe, el cual se suponía estaba en el Perú. También al observar cómo, en un mapa, Nasca se ubicaba geográficamente donde está Cusco. Es cierto, como dice el crítico de cine Sebastián Pimentel, que las ficciones no tienen la obligación de ser fieles científicamente a la realidad, pero vaya que incongruencias como aquellas te expulsan de un tirón de la historia. Las críticas por parte de compatriotas cinéfilos, por esas épocas, llovieron. También la de más de un académico.
Un nuevo filme en el que la trama hace alusión a nuestro país está próximo a estrenarse. “Dora y la ciudad perdida” se proyectará a nivel nacional desde el 29 de agosto y dará cuenta de las últimas peripecias de la famosa –y ahora adolescente– exploradora, la cual ganó popularidad a inicios de este siglo con los dibujos animados emitidos por Nickelodeon que ella estelarizaba. En esta ocasión, la joven deberá ayudar a sus padres, quienes han sido secuestrados en su esfuerzo por hallar una ciudad hecha de oro: Parapata (inspirada en la leyenda de El Dorado).
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Lo interesante del asunto es que, en una decisión que comienza a verse con más frecuencia en Hollywood, los estudios encargados de las películas están solicitando asesoramiento académico y técnico en su afán de representar ‘decentemente’ diversos grupos culturales. Es así como Paramount Pictures buscó al lingüista y literato peruano Américo Mendoza Mori para que revisara el uso del quechua en la pieza fílmica, así como algunas de las referencias propias de nuestra historia e idiosincracia. El también profesor de la Universidad de Pensilvania habló de esto y más con Somos.
ENTENDÍ ESA REFERENCIA“Se contactaron conmigo hace un año. Los estudios querían que el guion de Dora fuera culturalmente apropiado, teniendo en cuenta, claro, que esta es una historia de ficción. Deseaban, en todo caso, que fuera una historia de ficción verosímil. Como iba a ser una cinta inspirada en el Perú y en la cultura inca, quisieron incluir quechua. Yo hice las traducciones del inglés a esta lengua y también colaboré con lo que se necesitaba para la hechura del soundtrack, ya que incluía sonidos andinos”, cuenta Mendoza desde EE.UU.
El académico no estuvo durante la filmación (gran parte se hizo en Nueva Zelanda), pero era requerido cada vez que Isabela Moner, la actriz de ascendencia peruana que interpreta a Dora, tenía diálogos en quechua. A su vez asesoraba a Q’orianka Kilcher, también de raíces nacionales, quien daba vida a la princesa inca Cavillaca.
“Hice la sugerencia sobre este último nombre y la aceptaron. La leyenda de Cavillaca aparece en el Manuscrito de Huarochirí, la primera recopilación de historias de los Andes que hicieron los españoles cuando llegaron al Perú. Hay otro guiño que se me permitió. El personaje de Eugenio Derbez se presenta en el filme como profesor de la Universidad de San Marcos. Esta es mi alma máter, sí, pero es además la primera casa de estudios superiores de Sudamérica que dictó lenguas. En la Colonia ya se enseñaba allí quechua y aymara, así que fue un pequeño homenaje a esa tradición”, afirma.
Sobre el por qué Hollywood se está preocupando de ello ahora, cuando por décadas consideró similar ‘culturalmente hablando’ a todo lo que se ubicaba después de México, Mendoza responde: “Es verdad que América Latina no tuvo identidades particulares en esta industria por mucho tiempo. Aquí en Estados Unidos, lo que se ha sentido como una suerte de quiebre, son películas como Coco o Pantera Negra, que tuvieron mucho impacto al representar importantes comunidades como la mexicana y la afroamericana, respectivamente. Estrictamente, no es necesario que los productores consideren estos aspectos, pero qué bien hace. Dora, por ejemplo, tiene la oportunidad de enseñar al público del mundo que existen en Perú, Bolivia y Ecuador muchos saberes incas que aún se viven y que hay un gran valor en ello. Una responsabilidad de Hollywood hoy, por qué no, es mostrar que ninguna cultura es superior a otra. Que en sus diferencias, precisamente, está la riqueza”. //
LA OPINIÓN. Sebastián Pimentel, crítico de cineLa visión que el cine de Hollywood ha tenido de Latinoamérica, desde mediados del siglo XX, siempre ha sido bastante cliché y simplista. Estados Unidos ha sido presentada como la civilización occidental y el resto del continente como un solo conjunto cultural exótico, sin diferenciar países. Como dato anecdótico, uno de los idiomas que habla un fugaz personaje en El regreso del jedi es quechua, como si esta fuese una lengua extraterrestre. Sin embargo, también hay que considerar que los artistas tienen derecho a apropiarse de las culturas antiguas en cuanto nos refiramos a ficciones. No me parece muy legítimo que esta tenga que ser fiel científica, antropológica o arqueológicamente a los referentes que esté usando para fines que no son documentales. Después de todo, son fantasías que lo que hacen es transformar la realidad con un objetivo artístico. Yo creo que lo que viene sucediendo ahora, debido a la nueva era digital y de las comunicaciones que hacen que el conocimiento fluya de manera inmediata y masiva, es consecuencia de un nuevo reto al que se enfrenta Hollywood. De ahí que se busque ser más riguroso y actualizado sobre las culturas en general, como puede ser la andina. Ese parece ser, pues, el caso de Dora.