Un reciente artículo, publicado en la revista “Science” por economistas norteamericanos y europeos, devela los resultados de un estudio sobre la honestidad en 355 ciudades de 40 países, incluido el Perú. Hoy haremos un resumen de tan importante e interesante informe.
La honestidad cívica, definida como el cumplimiento de las normas de buena conducta en una sociedad, es considerada un elemento esencial del capital social y el desarrollo económico de una nación. En una sociedad deshonesta, las promesas no se cumplen, los contratos no se ejecutan o se fraguan, la gente no paga impuestos y la corrupción campea. Los costos de la deshonestidad son inmensos. En el Perú, la contraloría ha estimado que la corrupción le cuesta al país 17 mil millones de soles al año. Por eso estudiar y entender la honestidad de una nación es importante para prevenir el comportamiento deshonesto de sus habitantes.
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En el estudio, un investigador voluntario le entregaba una billetera “que acababa de encontrar en la calle” a un empleado de cinco tipos de instituciones: bancos, cines, oficina de correos, hoteles y estaciones de policía. Sin esperar respuesta, ni identificarse, el voluntario le dejaba al empleado la billetera encontrada, y arguyendo que estaba muy apurado, le pedía que hiciera lo posible para devolver el objeto a su dueño, inmediatamente después se retiraba del lugar.
Todas las billeteras eran iguales, de plástico transparente. Contenían una llave, un papel con una lista de víveres y tres tarjetas de presentación idénticas con el nombre y el correo electrónico del dueño. Algunas billeteras no contenían dinero y otras tenían el equivalente a 13,45 dólares. En tres países (Estados Unidos, Polonia e Inglaterra), algunos de estos objetos contenían, además, el equivalente a 94,15 dólares.
Imagine la situación, estimado lector, un empleado recibe una billetera encontrada y no hay nada –excepto su honestidad– que lo obligue a devolver la billetera a su dueño, en otras palabras, la persona podía quedarse con la billetera y no pasaba nada, no había cómo probar que no la había devuelto. Antes de continuar, quiero pedirle una predicción: ¿qué billeteras cree usted que fueron las más devueltas: las que tenían dinero o las que no lo tenían? Y de las que guardaban efectivo, ¿se devolvieron más aquellas con mayor cantidad?
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El experimento se hizo –por orden alfabético– en Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Croacia, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, España, Estados Unidos, Francia, Ghana, Grecia, Holanda, India, Indonesia, Inglaterra, Israel, Italia, Kazajistán, Kenia, Malasia, Marruecos, México, Noruega, Nueva Zelanda, Perú, Polonia, Portugal, República Checa, Rumanía, Rusia, Serbia, Sudáfrica, Suecia, Suiza, Tailandia y Turquía.
En total, se repartieron 17.303 billeteras, 400 de ellas en el Perú. Se escogieron las ciudades más importantes de cada país para hacer el experimento. En el Perú fueron Arequipa, Chiclayo, Cusco, Iquitos, Lima, Piura y Trujillo.
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Contra todo pronóstico (incluyendo del público general y de 279 economistas académicos micos), las billeteras más devueltas fueron las que contenían dinero, y cuanto más dinero tenían, mayor fue la frecuencia de su devolución.
Tratando de buscar una explicación a esa contradicción, los autores apelan a la teoría de la psicología humanística de Carl Rogers, que postula que el ser humano es inherentemente bueno y que está siempre tratando de buscar una congruencia entre su autoimagen y el ideal de la persona que desea ser.
La autoimagen –dice Rogers– es la respuesta a una pregunta básica: ¿quién soy yo? Según el especialista, la respuesta a esa pregunta se centra en dos grupos principales, quién soy yo en mi rol social (hijo, maestro, amigo) y quién soy yo de acuerdo con mis rasgos de personalidad (gregario, impaciente, divertido). Por otro lado, todos ansiamos inconscientemente ser alguna persona ideal (la que, por sus valores, proezas u otra característica nos hace admirarlas).
Al recibir una billetera ajena y decidir qué hacer con ella –quedársela o entregarla al dueño–, el empleado debe entonces compatibilizar ambos elementos: el quién soy yo desde mi rol social (persona honrada y empleado probo) y el con quién me identifico como persona ideal (alguien honrado que admira). Si ambos elementos coinciden –según la teoría de Rogers–, la persona se autorrealiza, hace lo correcto y devuelve el objeto. De lo contrario, surge un conflicto que se resuelve actuando de acuerdo con el medio social en el que se vive; es decir, se sale del campo psicológico personal y se entra en el campo de la sociología, de la influencia del medio ambiente. En otras palabras, al recibir la billetera, el empleado supera su psicología personal y actúa de acuerdo con la norma social de su nación. Si en su país, la corrupción campea, el empleado se queda con la billetera y ocurre lo opuesto en el lugar donde la corrupción es rara.
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Es muy triste comprobar que en el estudio el Perú está entre los países con menor frecuencia de devolución de billeteras. Independientemente de si contenían dinero, simplemente, los empleados peruanos se quedaban con las billeteras. Solo el 20% las devolvió, en comparación con Suiza o Noruega, en que el 85% de los objetos fueron devueltos. Marruecos y China son los únicos más deshonestos que el Perú. Argentinos, chilenos y brasileños devolvieron casi la mitad de las billeteras entregadas.
¿Qué tenemos que hacer para que el clima social peruano sea menos deshonesto? ¿Qué ejemplo deben recibir los peruanos para que las nuevas generaciones admiren la honestidad y rechacen la deshonestidad? ¿Cómo podemos promover la honestidad cívica? ¿Quién debe liderar ese cambio?
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