Un proyecto de la revista estadounidense National Geographic busca las rutas que siguieron nuestros ancestros desde que salieron de África hace 60.000 años, a través de muestras del ADN de voluntarios.*
El periodista peruano Javier Lizarzaburu es uno de ellos y a partir de este lunes y durante dos semanas nos cuenta su experiencia.
JAVIER LIZARZABURU
Cada familia tiene sus silencios. Pero también sus secretos y versiones oficiales. La mía no fue distinta, sólo que algo salió mal.
Durante años mi identidad fue un rompecabezas con piezas que no encajaban. Con apellidos europeos y rostro mestizo, no tenía idea de quién había sido ese ancestro indígena cuyo sello genético me hacía más cercano a él, o a ella, que a mis parientes inmediatos. Con el tiempo me di cuenta que este era un tema que formaba parte de esos silencios y secretos de mi propio grupo familiar.
Por suerte hoy existe la tecnología para abrir esos cajones cerrados. Y un proyecto de National Geographic (NG) me servirá de llave para ese propósito.
En las próximas dos semanas voy a compartir con ustedes la búsqueda de mis ancestros: los conocidos, los ocultos, y los que seguramente estoy por conocer. Es un tema de identidad, ADN, y de saber de dónde diablos vengo. Y con cada entrega vendrá una cita de algún autor latinoamericano, o español, que ha alimentado las reflexiones para esta serie.
Hace unos años que NG, conocida por sus proyectos de aventura, se embarcó en una investigación, el proyecto Geno 2.0, para conocer las rutas que siguieron los distintos grupos humanos desde que salieron de África, hace unos 60.000 años. Y eso lo hacen a través del análisis del ADN de cada persona dispuesta a participar.
Para lograr estas rutas de las migraciones humanas, NG ha venido tomando la muestra de ADN de más de medio millón de personas en todas las esquinas del planeta. Por primera vez, podemos empezar a entender cómo llegamos hasta donde estamos hoy. Estimulado por esta posibilidad, hace unas semanas compré el kit para hacerme la prueba.
¿100% BLANCO? ¿Por qué lo hago? Creo que por varias razones. La primera, para tener mi cuento claro. El mío, el de mi familia y, si me apuro, el de mi ciudad. En Lima, y en el Perú, los temas de raza y de racismo nos siguen movilizando mucho. Será porque no tenemos nuestro cuento claro. Así que, en mi caso, quiero saber cuáles son todas esas sangres que corren por mis venas. Cuáles esos secretos guardados.
Pero empecemos con el primer acto. Corramos el telón. En este escenario con poca luz aparecen mis abuelos y bisabuelos. Del lado de mi padre. Del lado de mi madre. Toda la documentación oficial señala dos orígenes. Uno vasco, Lizarzaburu. Otro italiano, Montani.
Según las historias contadas, yo debería ser 100% blanco. Pero no lo soy. Mi rostro es, digamos, el rostro común de un peruano. Un rostro que habla de un innegable proceso de mestizaje, del que nunca se habló en casa. Y si algo tan evidente como mi rostro no era cierto, ¿qué de las historias de familia?
De repente nadie mintió. De repente pasó lo que pasa con cierta frecuencia aquí. Se guardó silencio. Porque hay historias y hay orígenes de los cuales sencillamente no se habla. O no se hablaba. Y siento que de repente esta investigación me ayudará no solo a saber de dónde vengo. Me ayudará a entender el lugar en el que vivo y el tiempo que me tocó vivir.
Hace ya un par de semanas que envié mi muestra a la sede de la organización en la ciudad de Washington, y prometieron darme los resultados a más tardar el próximo viernes 13 de julio.
Esta investigación de National Geographic es el pretexto ideal para abrir esos cajones. Y cada día, a partir de hoy y hasta el 13, iré escribiendo sobre estas historias personales. Historias que salen de cajones sellados. Historias calladas.
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