Seguramente usted lo recuerda tan claro como yo: hace pocos años, en medio de la incertidumbre de la pandemia, esperábamos que las primeras vacunas contra el COVID-19 llegaran al Perú. Además de las dudas razonables con respecto de si se comprarían las de mayor efectividad, también nos preguntábamos si seríamos capaces de llegar lo más rápido posible a la mayor cantidad de gente para protegerlas de la enfermedad.
Inmediatamente, muchos especialistas locales alzaron la voz para recordar que el Perú contaba con uno de los mejores calendarios de vacunación y que nuestros profesionales de salud habían sido capaces de colocar un promedio de 20 millones de vacunas en un lapso de dos o tres años.
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Y no estaban exagerando. Además, el Estado y la población entendían de la utilidad de la vacunación como herramienta para eficiente para la salud. Por ejemplo, según el Minsa, no se han registrado casos autóctonos de poliovirus desde 1991, y la viruela se erradicó en 1978, dos años antes de declararse su erradicación en el mundo. Y tras la última epidemia de 1992, en el 2001 el Perú se consideró como país libre de sarampión, hasta ahora.
A finales de enero de este año, el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades detectó un caso de sarampión importado, en un joven de 21 años proveniente de Europa. La entidad emitió, luego, una alerta epidemiológica por la posible presencia de otros casos importados de sarampión. Este viernes 16 se confirmó el caso de una bebe de 10 meses en Surco, la cual no había salido del país. Es decir, un caso autóctono.
Para el epidemiólogo Antonio Quispe, se trata sin dudas de un brote. A través de su cuenta de X detalla que, además de la bebe de 10 meses (caso principal), hay un caso secundario (el papá, de 43 años), contactos directos (padres y hermano de 3 años), contactos indirectos (los dos abuelos paternos y una tía abuela), así como 15 contactos sociales porque el papá acudió a una reunión presentando síntomas de la enfermedad. “Faltan muchos casos más por confirmar. El sarampión está de vuelta en el Perú”, sentenció el médico.
Por supuesto, la recomendación unánime fue –además de la atención médica inmediata– la vacunación. Pero si éramos casi un ejemplo en vacunación para la región, ¿qué nos pasó?
Puertas abiertas
¿La bebe de 10 meses estaba expuesta por no vacunarse? No, porque aún no le tocaba. Según el Minsa, la pequeña tenía el esquema de vacunación completo para su edad. La autoridad sanitaria explica que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola se aplica en dos dosis, a menores de 5 años. La primera a los 12 meses y la segunda a los 18 meses.
“El 16% de menores de 5 años no recibió ninguna dosis de la vacuna contra el sarampión en el 2023, y solo el 65% completó el esquema”.
Tal como aprendimos en la pandemia, tener altos niveles de vacunación (95%) crea una barrera de protección para los más vulnerables (quienes aún no se vacunan o quienes no se pueden vacunar). Lamentablemente, y de acuerdo con un informe de ECData publicado ayer en El Comercio, el 16% de menores de 5 años no recibió ninguna dosis de la vacuna contra el sarampión en el 2023 y solo el 65% completó el esquema. Es decir, mucha población vulnerable no tiene protección.
Hace poco, en el 2018, el Perú había alcanzado su tasa más alta de vacunación: el 97,6% recibió la primera dosis y el 75,2% las segunda.
Una de las ideas que muchos mantienen hasta hoy es que la desinformación o las ‘fake news’ son inocuas, que no le hacen daño a nadie. Pero esa es una gran mentira.
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En casos como este, se puede poner en riesgo la vida de las personas. Desde diversos frentes desinformadores, malos médicos y fanáticos, se instaló en muchos la idea equivocada de que las vacunas son dañinas, cuando está ampliamente demostrado que son de las principales herramientas para combatir enfermedades.
Las autoridades deben enfrentar el problema y tomar las decisiones necesarias, no solo para controlar este brote de sarampión, sino para mantener altos niveles de vacunación en los menores. No podemos darnos el lujo de permitir que enfermedades erradicadas reaparezcan y se conviertan en una desgracia más para nuestro ya golpeado país.
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