La semana pasada, informamos que la variante B.1.351 del SARS-CoV-2, identificada en Sudáfrica, había demostrado en experimentos del Instituto Nacional de Enfermedades Comunicables de ese país que era capaz de escapar a la actividad neutralizante de anticuerpos producidos contra las cepas originales del virus. Ahora, un reciente reporte de la eficacia de la candidata a vacuna del laboratorio Novavax confirma esa sospecha. El producto fue menos eficaz contra la variedad sudafricana.
Por otro lado, un artículo publicado en “The Lancet” el 27 de enero describe el caso de la severa segunda ola de COVID-19 en Manaos que, tras tener a 76% de sus pobladores infectados en la primera ola, pensó que podía estar libre de la segunda.
Los investigadores postulan que es posible que la nueva variante P.1, identificada primero en Brasil, sea causante de reinfecciones en la población, lo cual echaría por tierra la posibilidad de protección de la manada.
Estos dos sucesos (resistencia a vacunas y posibles reinfecciones) obligan a replantear la lucha contra la enfermedad y desarrollar nuevas estrategias para impedir que se formen nuevas variantes.
“Esto obliga a replantear la lucha contra la enfermedad y crear nuevas estrategias”.
—El caso de Novavax—
Esa candidata a vacuna usa la misma tecnología que se utiliza en la vacuna contra la hepatitis B, el virus papiloma humano y algunas vacunas contra la gripe. Se empieza aislando el gen del coronavirus que codifica la proteína de la espiga, gen que es introducido en un virus llamado báculo virus. Luego, se deja que este infecte a células de polilla, para que estas –siguiendo las instrucciones del gen– empiecen a producir las proteínas de espigas, las que son aisladas y agrupadas en nanopartículas.
Posteriormente, esas nanopartículas, que contienen las proteínas de las espigas del virus, son mezcladas con la resina derivada del árbol quillay (de Chile), que es un potente estimulante del sistema de defensa.
Los resultados preliminares del estudio de fase 3 fueron dados a conocer el 28 de enero pasado, y en él se describen, por separado, la experiencia con 15.000 voluntarios en el Reino Unido y con 4.400 en Sudáfrica. El estudio inglés demostró una eficacia de 96% contra la versión original del coronavirus, pero de 86% contra la variedad B.1.1.7 descubierta en ese país.
En tanto, los resultados en Sudáfrica fueron completamente diferentes. El estudio en ese país incluyó a personas positivas al VIH, y en ellos la eficacia de la vacuna fue de 49%, mientras que en los voluntarios negativos fue de 60%. Esa enorme diferencia entre el estudio británico y sudafricano sería debido a que el 90% de los casos de COVID-19 en ese país son causados por la variante sudafricana, la que –como se insinuó en el experimento del Instituto Nacional de Enfermedades Comunicables– burlaría la acción de la vacuna.
Por otro lado, los resultados del estudio de fase 3 de la vacuna de Johnson & Johnson mostraron la misma tendencia, una eficacia de 72% en Estados Unidos, 66% en América Latina y 57% en Sudáfrica. En una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el viernes 29 de enero, el doctor Anthony Fauci dijo que ese dato era muy preocupante y debería poner en alerta a los fabricantes de vacunas para que determinen si sus vacunas funcionan contra las variantes.
De comprobarse que el virus muta constantemente y que burla a las vacunas, quizá –como en el caso de la gripe estacional– nos tengamos que vacunar cada año, con vacunas diferentes.
—El caso de Manaos—
El caso de Manaos pone en el tapete el rol de las nuevas variantes en las reinfecciones. Un estudio de donantes de sangre en octubre del 2020 reveló que el 76% de donantes tenía anticuerpos contra el SARS-CoV-2, lo cual indicaba una infección pasada.
Después de haber sufrido una severa epidemia, la que llegó a su punto máximo a fines de abril, las hospitalizaciones se mantuvieron bastante bajas, a pesar de haberse relajado las medidas de control de la infección.
Hasta que la enfermedad reapareció con furia. Al respecto, del 1 al 19 de enero del 2021 se produjeron 3.431 hospitalizaciones, comparadas con solo 552 del 1 al 19 de diciembre.
Los autores esbozan cuatro posibles razones para explicar esa brusca reaparición de casos en una ciudad que se pensaba había ya alcanzado la protección del rebaño.
“Deberán reforzarse los esfuerzos de vacunar cuanto antes a la mayor parte de la población”.
La primera es que pudo haberse sobreestimado la tasa de ataque del SARS-CoV-2 durante la primera ola y, por tanto, nunca se llegó a ese 76%. La segunda es que la inmunidad contra el coronavirus haya comenzado a disminuir en la población a partir de diciembre del 2020, lo que la volvió susceptible a una segunda infección. La tercera es que las nuevas variedades del SARS-CoV-2 –B.1.1.7 o británica, B.1.351 o sudafricana y P.1 o brasileña– podrían evadir la inmunidad generada en respuesta a una infección previa. De esas, dos (B.1.1.7 y P.1) circulan en Brasil. La cuarta es que las variantes de SARS-CoV-2 que circulan en la segunda ola podrían ser mucho más contagiosas que las variedades preexistentes en Manaos.
Sin duda, esas mismas consideraciones pueden estar ocurriendo en Iquitos, que luego de alcanzar una prevalencia de más de 70%, se encuentra ahora con todas sus camas de cuidados intensivas ocupadas.
—Corolario—
Sin duda, las variantes cambiarán la estrategia de lucha contra la pandemia. No solo se tendrán reinfecciones y necesidad de cambiar las vacunas anualmente, sino que deberán reforzarse los esfuerzos de vacunar cuanto antes a la mayor parte de la población. Sin infecciones, no hay mutaciones; sin mutaciones, no aparecen variantes.
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