Luego de dos décadas y mientras el país afronta la pandemia de COVID-19, un nuevo caso de difteria, una enfermedad que puede prevenirse, ha encendido las alarmas sobre el estado de la vacunación en el Perú.
La menor afectada por este mal -que falleció el sábado- no había recibido las dosis necesarias de una vacuna que está disponible en el país desde hace años de manera gratuita. Y el Ministerio de Salud se vio obligado a implementar brigadas para detectar los posibles contactos y así evitar un brote, que golpee aún más el ya debilitado sistema de salud nacional.
Esta situación demuestra, según los especialistas consultados por El Comercio, los efectos negativos de la baja cobertura de vacunación en el país. Los datos oficiales muestran que, en muchos casos, está por debajo de los estándares recomendados (más de 90%) y que la tasa de deserción (niños con dosis incompletas) es alta.
Según información de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la cobertura en el Perú de la tercera dosis de la vacuna pentavalente (difteria, tétanos y tos ferina) era de 95% en 2012 y esta cifra cayó al 84% en 2018.
“Lo ocurrido con el caso de difteria va a ser un llamado de atención para las autoridades. Nuestro sistema de salud va a encontrar serios problemas si aparece otra crisis sanitaria. Los programas de inmunización han sido afectados en todo el mundo por las medidas para evitar la expansión del SARS-CoV-2”, nos dice la doctora peruana Ángela Uyen, asesora en políticas de salud de Médicos sin Fronteras, con base en Bélgica.
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¿Qué enfermedades podrían presentar brotes?
En el último siglo, las vacunas han salvado millones de vidas; se estima que entre 2 y 3 millones de niños dejan de morir cada año debido a ellas. Sin embargo, enfermedades que se consideraban prácticamente erradicadas en varios lugares del mundo han resurgido, como el sarampión en Europa y Estados Unidos, debido al avance del movimiento antivacunas.
En este escenario, los programas de inmunización en el mundo se vieron afectados aún más este año por la pandemia: 13,5 millones de niños han dejado de recibir vacunas debido a la suspensión de campañas masivas de prevención, según la Organización Mundial de la Salud. Y en el Perú, el Ministerio de Salud no pudo lograr la meta de llegar a una cobertura del 70%; solo se alcanzó el 40% hasta octubre.
“Con malas coberturas pueden aparecer brotes de sarampión, rubeola, poliomielitis, tos convulsiva, tétanos neonatal, así como enfermedades en niños que pueden ser muy serias como meningitis o enfermedades invasivas bacterianas”, explica Verónica Petrozzi, médico pediatra especialista en vacunas y vocera de la ONG Una Vida por Dakota.
Roberto Somocurcio, médico pediatra, coincide en ello y añade el factor de la migración desde Venezuela, un país que desde hace años tiene problemas aún mayores en cobertura de vacunas. Para el especialista esta población debe ser atendida por las autoridades: “La migración, la baja cobertura de vacunación en el Perú y la pandemia son caldo de cultivo no solo para la difteria, sino para el sarampión, para el tétanos, para la polio. Ojalá que no volvamos a los años 70 en que fuimos de los últimos países en erradicar la polio”.
Sin embargo, si bien está comprobado científicamente que las vacunas salvan vidas, es necesario entender que estas deben formar parte de una estrategia más grande que busque controlar y erradicar enfermedades.
“El tema no solo pasa por la vacunación, que es importante, pero también debe tenerse en cuenta la vigilancia de las enfermedades inmunoprevenibles. No hay vacuna que asegure 100% de impacto. Si bien es cierto, hay enfermedades erradicadas en el país, como la difteria o la polio, esto no quiere decir que el 100% de casos del resto de enfermedades haya desaparecido. La idea es que la vacuna tenga un efecto en reducir la cantidad de casos”, explica el epidemiólogo Edward Mezones, especialista en inmunización.
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Enfermedades que no tienen vacunas
Las enfermedades incluidas en los programas de inmunización son aquellas que son inmunoprevenibles, es decir, que pueden evitarse gracias a las vacunas. Pero hay enfermedades que requieren mayor esfuerzo para su control, tales como la malaria, cuya vacuna tiene baja eficacia (en promedio 30%) o dengue, que cuenta con vacunas, pero existe controversia en cuanto a su eficacia y seguridad, por lo que requieren evaluaciones más sofisticadas para ser incluidas en esquemas de inmunización nacionales. Además se deben considerar a las no transmisibles crónicas, como la hipertensión y diabetes, que son además factores de riesgo para un mal pronostico de COVID-19. La atención de todas ellas también ha resultado afectada por la pandemia.
“Una mención aparte merece la tuberculosis: Perú tuvo el mayor número de casos de TBC multidrogo resistente (1.679 casos) y extremadamente resistente (98 casos) de la región en el año 2018. Sabemos que los factores socioeconómicos juegan un rol importante en la enfermedad, lo mismo ocurre con el COVID-19, lo cual hace que probablemente estas dos se superpongan en la misma población. Un gran reto en cuanto al control de la tuberculosis es la identificación temprana de casos y el inicio de tratamiento oportuno y adecuado. Por otro lado, son importantes la notificación de casos, el rastreo de contactos y, por supuesto, la prevención. Muchos de estos elementos han sido afectados por la pandemia, debemos prepararnos para un eventual incremento de casos y salir a buscar contactos y nuevos sintomáticos respiratorios”, detalla Uyen, quien ha trabajado en Haití y la República Democrática del Congo, entre otros temas, en estrategias de inmunización.
Como mostró El Comercio en un informe previo, si no se toman medidas oportunas, el dengue representará un especial problema en los próximos meses, porque los síntomas pueden confundirse con los del COVID-19 y porque es endémico en las zonas donde la emergencia sanitaria ha golpeado con especial fuerza.
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¿A qué se debe?
La baja cobertura de vacunación en el país se debe a múltiples factores, que deben ser abordados e investigados de manera integral, coinciden los especialistas consultados para este informe.
El primero puede ser una falsa percepción de seguridad respecto a las enfermedades prevenibles. “Cuando hay brotes, epidemias o muertes reportadas, se toma conciencia de la importancia de las vacunas. Cuando, por el contrario, la situación está ‘calmada’ existe una falsa percepción de que no es necesario vacunarse, que no existen tales enfermedades o de lo contrario se posterga frente a otras prioridades”, señala Petrozzi.
“Cuando una enfermedad comienza a desaparecer una de las consecuencias es que olvidamos fácilmente cómo se diagnostica y cómo se trata; es por ello que debemos siempre recordar que estas enfermedades son peligros latentes, más aún cuando nuestras coberturas de vacunación no son ideales”, añade Uyen.
También se debe considerar el avance de los movimientos antivacunas, que los profesionales de la salud no están siendo lo suficientemente claros respecto a la importancia de la vacunación y la ausencia de campañas de comunicación estatal sobre la inmunización.
Entonces, ¿qué hacer para evitar que esto se convierta en un problema mayor? Para el epidemiólogo Edward Mezones, es fundamental que se estudien a profundidad las causas de la reticencia a la vacunación en el país, con una mirada que incluya no solo a profesionales de la salud, sino también a especialistas en ciencias sociales, como sociólogos y psicólogos.
“Todas estas batallas pueden ser peleadas desde un mismo frente, debemos trabajar en el primer nivel de atención, reforzar las capacidades a este nivel y proteger a los trabajadores de salud del primer nivel. Además, esto debe ir de la mano con mucho trabajo en salud comunitaria, agentes de salud y grupos de la sociedad civil. El centrar esfuerzos en hospitales y en colocar 'parches` no es una solución, y puede costar caro”, concluye Uyen.
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