En El Comercio continuamos con nuestra serie de entrevistas a personajes relevantes de la ciencia peruana. El extracto presentado a continuación forma parte de la nueva serie de podcast “Mentes Peruanas”, en donde buscaremos conocer lo que hay detrás de los científicos locales.
La doctora Theresa Ochoa sostiene que, a la luz de la nueva evidencia obtenida, es necesario replantear la estrategia nacional para enfrentar la pandemia del COVID-19. En especial, si se consideran las altas posibilidades de que se presente una segunda ola. La experta conversó con El Comercio sobre lo que se ha aprendido en este año tan complicado.
— ¿El Perú reaccionó bien ante la pandemia?
Se trata de un hecho sin precedentes que ha requerido iniciativas y estrategias muy diferentes en cada país, obviamente sin que se tenga experiencia previa de esta magnitud y sin tener un conocimiento previo del nuevo virus. Sin embargo, en general, el Gobierno y las instituciones peruanas han actuado bien. Pero hay muchas cosas que se han podido hacer mejor.
“En general, el Gobierno y las instituciones peruanas han actuado bien, pero hay cosas que se han podido hacer mejor”.
— ¿Como cuáles?
Por ejemplo, en la parte del diagnóstico oportuno de los casos de COVID-19. Al inicio de la pandemia, no sabíamos cómo iba a ser el comportamiento del virus, había posibilidad de acceso a pruebas rápidas de diagnóstico serológico. Pero en los siguientes meses quedó en claro que para cortar la cadena de transmisión era indispensable identificar a los sujetos en los primeros días o semanas de enfermedad, que es cuando más posibilidades tienen de contagiar. Y es justo, en ese período, cuando esas pruebas serológicas no nos permiten hacer ese diagnóstico. Eso es algo que se mantuvo, lamentablemente, por mucho tiempo y hasta ahora las seguimos usando, cuando sabemos que su utilidad es para el diagnóstico posterior, más allá de las dos semanas de infección. Otro tema es el manejo de la medicación. En un primer momento, sin tener conocimiento del virus y basado en pocos estudios in vitro, por supuesto que se tenían que tomar medidas, como probar si servían la hidroxicloroquina o la ivermectina. Sin embargo, a medida que pasaron los meses se fue acumulando la información científica, de ensayos clínicos, donde se mostró que estas intervenciones no eran efectivas. Ha habido mucha demora del Ministerio de Salud (Minsa) para modificar esas normas. Por eso, a la luz de la nueva evidencia, se tiene que evaluar, replantear y reformular estrategias.
— ¿En qué otros aspectos se pudo actuar mejor?
Aunque al inicio me pareció adecuado, el haber mantenido cerrada la atención primaria por tantos meses ha hecho que se congestionaran los sistemas de salud en el ámbito hospitalario, cuando realmente lo que se debería fortalecer es la atención primaria y, para los casos más leves, con manejo comunitario, con supervisión de las familias, por barrios, con un monitoreo muy cercano de la saturación del oxígeno –que se puede hacer con un con pulsioxímetro– para identificar a aquellos casos que sí merecerían ir a un hospital. El cierre prolongado de la atención primaria de salud ha hecho que otros programas fundamentales se vean afectados en su funcionamiento, como los de vacunación o de control de la anemia.
— ¿Y en cuanto al tema de la falta de camas UCI?
En cuanto a la deficiencia en la capacidad hospitalaria se ha respondido bien, expandiendo la capacidad de camas, camas con oxígeno y camas UCI. Pero ese es un problema que venía de años. En general, ha habido una buena respuesta. Lo que está faltando es evaluar las cosas que se hicieron mal a la luz de la nueva evidencia para replantear la estrategia. Para la segunda ola –que no sabemos cómo será– debemos estar preparados y cambiar la estrategia.
“Ha habido una disminución de enfermedades pediátricas [...] todo por el distanciamiento y el lavado de manos”.
— A inicios de la cuarentena, se informó que las enfermedades más comunes en los menores de 5 años habían disminuido. ¿Es así?
Los datos son contundentes. Por la cuarentena, por el aislamiento, el uso de mascarillas y el constante lavado de manos, ha habido una disminución de enfermedades infectocontagiosas en la población pediátrica. Las tasas de diarrea se fueron al piso, los nuevos casos de neumonía han sido mínimos, los casos de infecciones respiratorias virales (producidas por otros virus) han sido muy bajos. Todo por el distanciamiento y el lavado de manos. No podemos vivir así siempre –con un contacto mínimo entre niños– para la disminución de la transmisión de patógenos. Esto ha sido bueno porque no se recargó el sistema de salud. Cuando volvamos a la normalidad, sería bueno mantener esas medidas de higiene. Lavarnos las manos es la primera herramienta para prevenir transmisiones de enfermedades, sobre todo de los gérmenes resistentes que no solo se presentan en ambientes hospitalarios, sino también en el ámbito comunitario.
— Esa resistencia a los antibióticos puede ser fatal...
Cada vez tenemos más infecciones asociadas a gérmenes (virus, bacterias, parásitos, hongos) resistentes. El uso de antibióticos es, a veces, necesario, pero muchas otras veces hacemos un uso inadecuado de ellos, sobre todo en la población pediátrica. Se estima que, si no hacemos nada para controlar la resistencia de los gérmenes, para el 2050 la principal causa de muertes en el mundo será por gérmenes resistentes, superando a la diabetes, el cáncer y otras patologías crónicas.
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