A finales de 2017, César Zapata, de 24 años, empezó a sentir fuertes dolores de espalda. Acababa de finalizar sus estudios en la universidad y se encontraba trabajando en una agencia de relaciones públicas.
Él pensó que su fastidio se debía a alguna lesión en la columna, así que, como cualquiera hubiera hecho, fue al traumatólogo. Sin embargo, los exámenes que le hicieron no mostraron ningún tipo de problema en esa zona; además, la terapia que le prescribieron tampoco tuvo efecto, por el contrario, el dolor se volvió cada vez más intenso.
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Mientras esto sucedía, había comenzado a sentir un malestar en el testículo, pero –a pesar del susto- no fue al urólogo sino hasta unos meses después. La aparición de dos pequeñas protuberancias en su cuello, que los médicos dijeron que podrían tener una causa viral, deberse a una inflamación o ser una señal de cáncer, lo puso alerta.
“En ese momento, mis dolores se habían vuelto más agudos, ya no soportaba estar parado ni sentado demasiado tiempo y se me dificultaba respirar. En esas condiciones, me era imposible seguir trabajando, por lo que no tuve más remedio que renunciar a mi trabajo”, comenta César a El Comercio.
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Cuando al fin llegó a consulta urológica, César recuerda que el doctor le dijo que, solo con verlo, ya sabía que tenía una lesión en el testículo, pues muchos jóvenes acudían asustados por ese tipo de problema y con la misma expresión en su rostro.
Al palpar, el especialista detectó un bulto en uno de los testículos y sospechó que podría tratarse de cáncer, de manera que le ordenó una ecografía y pruebas de marcadores tumorales. Estos últimos son análisis de sangre u orina que pueden ayudar a diagnosticar el cáncer a través de los niveles de ciertas proteínas que se segregan con la aparición de este mal.
Los resultados fueron alarmantes. De los tres valores examinados en la prueba de marcadores tumorales (AFP, HCG y DHL), todos estaban muy por encima de la medida normal. La ecografía terminó por confirmar lo se había comenzado a temer: cáncer de testículo. El médico dijo que había que extraer los testículos de inmediato, procedimiento siempre necesario en estos casos, que tiene como finalidad retirar el tumor y también poder estudiarlo.
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El doctor Víctor Destéfano Urrutia, director ejecutivo del Departamento de Cirugía Urológica del INEN (Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas), explica a este Diario que el cáncer de testículo es la neoplasia maligna más frecuente entre los varones de 15 a 45 años. De hecho, en el rango de 15 a 29 años, representa más del 20% de todos los casos de cáncer que se diagnostican a los hombres en el Perú.
En la mayoría de las veces no está clara cuál es la causa. No obstante, se sabe que no se origina por golpes, por infecciones ni por herencia. Lo que sí se ha comprobado es que la condición conocida como criptorquidia o testículo no descendido (cuando uno o ambos testículos del niño recién nacido no bajan al escroto) puede ser un factor de riesgo para desarrollar este cáncer, si no se trata a tiempo.
En general, el mal no presenta muchos síntomas. Lo más común es la aparición de un bulto o aumento de volumen en uno –o ambos - testículo, que solo en un 10% de los casos presenta dolor, lo que hace más difícil su detección.
En etapas avanzadas, este cáncer sí puede presentar dolor, comúnmente en la espalda baja, en la ingle y pulmones.
“En etapas avanzadas, el cáncer se extiende del testículo al interior del abdomen, específicamente detrás de los intestinos, a una parte que se llama retroperitoneo. Ahí produce masas gigantes que comprimen los riñones, la columna y producen un dolor severo, incluso se pueden extender a los pulmones o al cerebro”, aclara el especialista del INEN.
Otros síntomas pueden ser sensación de pesadez en el escroto, dolor o acumulación de líquidos, así como dolor sordo en el abdomen, molestia en el testículo, agrandamiento o sensibilidad en las mamas y dolor de espalda.
Cabe aclarar que no siempre un aumento en el tamaño del testículo va a significar la aparición de cáncer, puede haber otras razones, pero es una señal de alarma que debe ser consultada con un especialista.
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En el caso de César, el mal ya se encontraba en una etapa avanzada; sin embargo, luego de la operación que tuvo, el médico le aseguró que el cáncer iba a desaparecer y que todo iba a estar bien. Nada de eso ocurrió.
“Las pruebas patológicas mostraron que el tumor no había salido de la pared del testículo, por eso el médico creyó que la enfermedad aún no se había expandido, pero realmente ya había avanzado vía sanguínea a otras partes del cuerpo. El especialista debió haberlo previsto”, comenta el joven.
Él cree que el médico no estuvo a la altura y que su interés por operar tan deprisa fue más que nada monetario.
“El cáncer de testículo se extiende por unas estructuras que se llaman vasos linfáticos o por sangre. El tumor puede tener una cápsula que lo envuelve, pero eso no significa que el cáncer no ha salido a otra parte”, explica el doctor Destéfano.
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Al poco tiempo, César pudo llegar al INEN, donde le dieron la noticia de que el cáncer se encontraba en estadio III C, el más avanzado. Allí le explicaron también que la enfermedad se había expandido hacia los ganglios del abdomen (zona retroperitonial) y al pulmón.
Si bien el cáncer testicular es uno de los más sencillos de tratar cuando se lo detecta a tiempo, su caso había sido -según le comentaron los doctores que lo atendieron- uno de los más agresivos que veían en mucho tiempo.
Pese a todo, aún había muchas esperanzas. Así que, sin dejarse intimidar por la enfermedad, empezó un tratamiento de quimioterapia.
No fue fácil. A los dos días de haber comenzado con la quimio, comenzaron los efectos secundarios.
“Me dolían los músculos de los brazos y de las piernas, no tenía equilibrio ni podía pararme sin ayuda. Si las ventanas del cuarto estaban cerradas, sentía que me faltaba el aire. Perdí el apetito y además se me bajó el sentido del gusto. Pero lo peor fue cuando se me empezó a caer el cabello. Fue un choque emocional. Cuando te ocurre, recién tomas consciencia de la situación por la que estás pasando”, recuerda.
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Si bien la quimioterapia logró acabar con los tumores del pulmón, los médicos se dieron cuenta de que no iba a eliminar los tumores del abdomen. Y aunque en un primer momento no querían operar por lo riesgoso que era (podía implicar a las venas principales), a estas alturas no tenían otra opción.
Finalmente, tras el procedimiento sacaron 17 tumores y lograron estabilizar la salud de César. Sus valores volvieron a la normalidad. Todo parecía indicar que la enfermedad estaba, por el momento, controlada. Ahora, solo había que hacer chequeos constantes para vigilar que el mal no regrese. Para eso, iba a tener que estar en observación por un periodo de cinco a diez años, tras lo cual, si todo se mantenía estable, podría considerarse curado.
Lamentablemente, a los cuatro meses, en uno de los exámenes de rutina, sus marcadores comenzaron a subir otra vez: era una recaída.
Esta vez los médicos decidieron optar por un autotrasplante de médula ósea, un recurso más complejo que sirve para proteger la médula de las quimioterapias más agresivas, y que se usa sobre todo cuando el cáncer ha rebrotado.
Hoy César se encuentra preparándose para este nuevo tratamiento. Enterarse de que la enfermedad volvió, fue un duro golpe. No obstante, a pesar de todo lo que ha pasado, sus ánimos no se amilanan. Está confiado que esta vez también saldrá adelante.
“En esta enfermedad, si te deprimes pierdes. Aunque no lo creas, las emociones negativas te pueden perjudicar. Ya salí adelante una vez, así que espero que con este tratamiento más efectivo pueda retomar mi vida”.
Cesar no le desea a nadie esta experiencia, por eso exhorta a todos los jóvenes a hacerse un autoexamen de testículo y acudir al especialista ante cualquier sospecha, sin miedos o prejuicios.
Por su parte, el doctor Destéfano explica que esta enfermedad es sumamente tratable. Siempre y cuando se detecte e inicie a tiempo el tratamiento, existe un 98% de posibilidad de curación. También hace hincapié en la importancia de examinarse uno mismo.
“Hay que incentivar a que las personas de entre 15 y 45 años se realicen constantemente un autoexamen de testículo. Así como se ha hecho énfasis en el autoexamen de la mama, en el caso del testículo se busca educar a la población a una detección temprana del cáncer”.
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El portal web de la Biblioteca Nacional de Medicina de los EE. UU. recomienda realizar este examen durante o después de tomar una ducha con agua caliente. De esta manera, la piel del escroto está caliente y relajada. Es mejor realizar el examen estando de pie. Lo que se busca es identificar algún bulto, aumento de tamaño o endurecimiento del testículo.
El procedimiento es el siguiente:
- Palpar el saco escrotal suavemente para localizar un testículo.
-Usar una mano para estabilizar el testículo. Usar los dedos y el pulgar de la otra mano para palparlo de manera firme pero suave.
- Palpar toda la superficie.
- Revisar el otro testículo de la misma manera.
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