Como si fuera un presagio de lo que estaba por venir, Sergio Gabaldoni perdió súbitamente la visión. Sin razón aparente, primero uno de sus ojos dejó de ver. A las pocas horas le siguió el otro. Entonces quedó en completa penumbra.
Era 2002 y Sergio, que tenía en ese entonces 15 años, tuvo que ser internado en el hospital Eduardo Rebagliati. El diagnóstico se lo dio a conocer su padre justo el día de su cumpleaños: leucemia linfoblástica aguda de precursores T. En ese momento él no era consciente de lo que le había tocado vivir. En ese momento, solo quería regresar a su casa lo antes posible para poder seguir haciendo lo que le apasionaba: jugar golf.
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Aunque al poco tiempo recuperó la visión, su vida dio un giro drástico. Interrumpiendo sus estudios y sus actividades regulares, empezó el lento recorrido al que se enfrentan las personas que tienen cáncer.
Cáncer de la sangre
El doctor Jule Vásquez, oncólogo del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), explica a El Comercio que la leucemia es un tipo de cáncer que afecta a la producción de células sanguíneas (células blancas, glóbulos rojos y plaquetas).
“Se cataloga principalmente en dos categorías: agudas y crónicas. Las leucemias agudas pueden ser, a su vez, linfoblástica (B o T, dependiendo al tipo de linfocito que ataquen) o mieloides. Su desarrollo es muy rápido, en cuestión de semanas atacan al organismo”, dice.
“Las leucemias crónicas también pueden ser linfoblástica o mieloide, pero se diferencian de las agudas en que los pacientes pueden vivir con ellas incluso años antes de su diagnóstico”, agrega.
Cada tipo de leucemia, dependiendo del riesgo, tiene un tratamiento específico. Se pueden aplicar medicamentos inhibidores, quimioterapias, trasplantes de médula, entre otros.
La leucemia es el cáncer más común en menores de 15 años, seguido de los tumores cerebrales, linfomas, tumores renales y retinoblastoma. La leucemia linfoblástica aguda (LLA) es la más frecuente en la población pediátrica.
Trasplante de cordón umbilical
Sergio pasó casi un año entre consultas, chequeos y quimioterapias. Sin embargo, llegó un momento en el que la leucemia regresaba tan rápido que las quimioterapias casi no servían.
Los doctores le dijeron a su familia que la única forma de salvarle la vida era realizándole un trasplante de médula ósea, así que se decidió llevarlo al MD Anderson Cancer Center (MDACC) de Houston, Texas (EE.UU.), uno de los hospitales más renombrados en el tratamiento de cáncer.
“El trasplante de médula ósea es un procedimiento muy utilizado a nivel mundial. En el contexto de la leucemia, consiste en usar las células madre de un hermano compatible para controlar con ellas las células tumorales del paciente”, comenta a el Comercio Antonio Carrasco, médico hematólogo de la clínica Anglo Americana, que fue uno de los doctores de Sergio.
"En su caso, sus hermanos no eran compatibles, por eso se optó por buscar sangre en un registro de banco de donantes internacional. Pero lamentablemente los candidatos tampoco eran completamente compatibles", añade el especialista.
Los doctores no sabían qué hacer con Sergio, el problema era que los días transcurrían y la deuda de la familia Gabaldoni se incrementaba. Consciente de la situación, el joven paciente hizo una insólita petición.
“Yo sabía que estábamos endeudados, a tal punto de que le pedí a los doctores que me pusieran las inyecciones sin anestesia, para ahorrar costos. Fue algo que a mí me nació, mis papás jamás me lo pidieron”, dice a este Diario el protagonista de esta historia.
Después de tantos infortunios, recibieron una noticia que los llenó de esperanza. Al hospital acababa de llegar un equipo médico que estaba probando una nueva tecnología. Al escuchar sobre el caso de Sergio, se interesaron en él.
El equipo estaba estudiando un protocolo experimental: el trasplante de células madre de cordón umbilical expandido,y estaban interesados en probarlo en Sergio.
“En ese momento yo no quise saber nada. Tenía mis brazos y piernas negras por todos lo moretones que me dejaban las inyecciones. Para colmo me había dado una septicemia. Recuerdo que les dije a todos que quería irme a Lima y morir ahí. Felizmente mi mamá me hizo reaccionar”, recuerda Sergio.
Finalmente, el procedimiento se pudo llevar a cabo luego de una preparación. Así, en 2003, Sergio se convirtió en la segunda persona en el mundo en haber recibido un trasplante de células madres de cordón umbilical, y el primero en llevar el tratamiento y sobrevivir a la enfermedad.
“Era un protocolo que se tenía en el MD Anderson Cancer Center. Él recibió la sangre de cordón de una bebita de un banco de Italia con la que sí era compatible. Fue uno de los pocos que recibió el tratamiento, y tuvo mucha suerte porque es un procedimiento de muchas complicaciones”, dice Carrasco.
Efectivamente, no fue nada sencillo. Primero estuvo bajo un periodo de observación de 100 días. En ese lapso, sufrió varios trastornos alimenticios. Perdió el sentido del olfato y ya casi no sentía gusto por la comida; de hecho, la rechazaba, lo que le llevó a adelgazar tremendamente.
“Luego del trasplante todo se volvió un infierno: no podía comer, tomar agua ni podía moverme, solo dormía todo el día. Inicié el tratamiento con 120 kilos y salí con 40, se me veían todos los huesos”, comenta el joven.
Pero tantos sacrificios valieron la pena. Poco a poco su salud se empezó a restablecer, aunque quedó ligado por cinco años más a consultas y chequeos periódicos, tiempo tras el cual por fin le dieron de alta. Había sobrevivido a una experiencia espantosa, había vencido a la leucemia.
Cuestión de actitud
Sergio reconoce que su actitud fue determinante a la hora de enfrentar su enfermedad. Si bien hubo varios momentos en los que quiso tirar la toalla, él siempre asumió todo su proceso como si se tratara de un resfriado, jamás aceptó que tenía leucemia.
"No sé cuál fue la receta mágica para soportar todo lo que pasé, pero creo que mucho ayudó mi actitud despreocupada. Quizás en ese momento no era consciente de la real magnitud de mi enfermedad, pero eso me ayudó a no preocuparme por lo que fuera a venir".
“Para mí todo se trató de un refriado del cual me curé. Varias veces me dijeron que me iba a morir, incluso llegaron a ponerme los santos óleos; pero yo jamás lo acepté, les decía a todos que estaba bien, que en dos semanas me iba a pasar”.
Aunque Sergio sí reconoce que encontró grandes aliados a la hora de afrontar los momentos más difíciles: la risa y aprender a burlarse de sí mismo.
“Hice todo lo habido y por haber para tratar de pasarla bien. Me escondía para asustar a las enfermeras, bromeaba con los doctores, me burlaba de mi cabeza pelada y pedía baños de esponja. Estaba mal, pero trataba de ver alguna forma de divertirme”.
En Houston, hubo ocasiones en que estuvo al borde de la muerte, por eso él y su papá dejaron de usar relojes, ya no podían pensar en el mañana. Así fue como aprendió a vivir el momento. Ahora la vida la vive más despacio.
"Es complicado haber estado en algún momento sin ver, sin poderte bañarme, sin poder hacer un montón de cosas, y después darme cuenta de que ya puedo hacer todo eso que antes se me hacía imposible. Ahora me tomo mi tiempo para cada cosa que hago".
Espíritu emprendedor
Sergio ha tenido la chispa emprendedora desde pequeño. Tanto es así que cuando estaba internado en Estados Unidos vendía por internet los regalos que su madre traía de Lima para los doctores. No se sentía bien echado todo el día sin hacer nada.
De vuelta en Perú, ya curado, inició varios negocios. Además, distintas empresas lo comenzaron a llamar para que comparta su historia de superación.
“Al comienzo ni yo mismo me lo creía, pero me di cuenta de que mi historia impactaba en las personas. Incluso he dado charlas en colegios. Los padres de familia y profesores me han llamado para agradecerme por el cambio que han visto sus hijos”.
Hoy, Sergio se encuentra trabajando en un proyecto para contar su experiencia por escrito y así poder ayudar a personas que pasan por lo mismo que a él le tocó vivir.
Cómo donar médula ósea
La mayoría de nosotros estamos aptos para la donación de médulas ósea para trasplante, y hacerlo es muy sencillo. Primero se tipifica tú código genético, que queda en un banco de datos de donantes. Si algún día algún paciente de cualquier parte del mundo es compatible contigo, te buscan para donar.
En el Perú es posible ser donante voluntario mediante el Registro Nacional de Donantes de Médula Ósea, que depende del Ministerio de Salud (Minsa). Para más información puedes ingresar aquí.
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