Con la llegada de la pandemia del COVID-19 en el 2020, las prioridades sanitarias sufrieron un cambio radical en todo el mundo. Muchos pacientes con otras dolencias (crónicas, sobre todo) tuvieron que dejar en pausa sus tratamientos, poniendo en riesgo sus vidas. Entre ellos están las personas que viven con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), una pandemia que lleva más de 40 años sin solución.
“Hasta ahora no hay acceso a vacunas ni a una cura. Pero, gracias al avance de la ciencia, los tratamientos antirretrovirales –y el mismo acceso al tratamiento– permiten que una persona con VIH tenga una excelente calidad de vida y salud. Tanto así que estamos viendo cómo estos pacientes llegan a la tercera edad, afectándose por patologías propias de ese grupo etario y no por enfermedades relacionadas particularmente con el VIH”, comenta a El Comercio Andrea Boccardi, representante del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida) en el Perú.
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Si sacamos una foto del momento actual, lo que se ha visto es que el impacto que tuvo la pandemia de COVID-19, por ejemplo, en la atención de las personas viviendo con VIH, así como de todos los programas de prevención dirigidas a las poblaciones más vulnerables al VIH, incluidas las mujeres embarazadas con VIH, y otros, se detuvieron. Esto llevó a que haya un gran retroceso en el 2021 en todas las respuestas nacionales a escala global.
De acuerdo con el Minsa, desde 1983, año en que se reportó el primer caso de sida en el Perú, a setiembre del 2021, se ha notificado en el sistema de vigilancia un total de 143.732 casos de infección por VIH. De ese total, 46.641 han sido diagnosticados como estadio sida.
“Sobre esto es justamente de lo que trata el último informe de Onusida, lanzado a fines de julio. El título del informe es ‘En peligro’, porque demuestra que, más allá del compromiso político para continuar con lo trazado al 2025 y terminar con el sida como problema de salud pública hacia el 2030, tanto los países como la comunidad internacional nos hemos desviado de la meta. Todo a causa de la disrrupción de servicios durante el 2021. Ni que hablar de las situaciones documentadas de estigma y discriminación, y denegación de servicios a las personas con VIH, que además tenían COVID-19″, recalca Boccardi.
Momentos complicados
Aunque durante todas estas décadas se ha incrementado la investigación y la tecnología para el desarrollo de nuevos medicamentos, la cantidad de información con la que se cuenta no ha permitido que se avance tanto como podríamos suponer.
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“Hay líneas conservadoras muy fuertes, que son más evidentes en la política. Lo vemos también en los medios, en cómo influencian. Son muchos países, sobre todo en Europa, en los que se está retrocediendo, a cuestiones no solo de carácter homofóbico sino hasta xenofóbico. No podemos tener la complacencia de decir que ya todo está dicho, porque no es así”, advierte la funcionaria de Onusida para el Perú.
Por eso, Boccardi señala la importancia de comunicar permanentemente las necesidades de estas poblaciones. “¿Por qué en Latinoamérica no hemos logrado bajar el número de muertes relacionadas con el sida? Si existe un acceso universal al tratamiento en los países de la región, ¿por qué no bajan esos números? Porque siguen aumentando las nuevas infecciones. Aquí hay múltiples variables, pero con elementos estructurales muy particulares, como la forma de abordarlo. Debemos recordar que la discriminación mata más que el virus. Hay poblaciones que por una identidad de género diferente a la binaria o por ejercer el trabajo sexual sufren crímenes de odio. Hasta que no se hagan cambios estructurales que lleven a cambios en el comportamiento de las personas, vamos a continuar teniendo las políticas públicas en retroceso”, recalca.
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