¿Cómo es la vida para aquellos que se sometieron a este proceso?
Jesse (que no es su nombre real) es un canadiense de 30 años que fue castrado mediante este método.
A continuación reproducimos el testimonio que le dio a la BBC.
En 2004 fui condenado por violación y posesión de pornografía infantil. En ese momento me encarcelaron por un periodo de unos 17 meses.
Durante ese tiempo, me internaron en un centro donde descubrí la existencia de ese tipo de medicación gracias a otros internos.
Al principio, mi médico tenía dudas de iniciar el tratamiento, pero se convenció cuando le dije que me asaltaban pensamientos “desviados” que podrían derivar en un riesgo de suicidio.
Cuando le dices a tu médico que vas a matarte, suele sentirse en la obligación de actuar.
El tratamiento es simplemente una inyección que se aplica cada cuatro o seis semanas en el hospital local.
Yo empecé a sentir los efectos de manera intensa al cabo de unas seis semanas. Básicamente, elimina por completo tus deseos sexuales.
Inicié el tratamiento en Navidades y sentí que mis pensamientos sexuales caían por completo hasta el punto de no tener ninguno.
Normalmente, antes, cuando veía la televisión tenía una fantasía sobre la persona que estaba en pantalla, pero después de unos minutos me di cuenta de que eso no estaba sucediendo.
Así que pensé que las medicinas estaban funcionando y decidí mantener el tratamiento después de mi liberación.
Puedo recordar de manera muy gráfica cómo eran mis instintos anteriormente.
De esto hace casi cinco años y estoy contento de no haber vuelto a pensar de aquella manera. Estas medicinas cambiaron mi vida por completo. Ya no soy la persona que era. Creo que podría dejar el tratamiento y seguramente lo haré en algún momento.
He estado trabajando con mi médico y la idea es desarrollar una relación sana con alguna persona de mi misma edad, alguien que comparta mis mismos intereses, como lo hacen miles de personas cada día en todo el mundo.
Conocí a una mujer y quiero ver cómo evoluciona nuestra relación. Con la ayuda de mi médico decidimos una fecha para dejar la medicación y ver qué pasa. Aunque de momento ella no conoce mis antecedentes, espero contárselo pronto.
Sólo quiero saber que es la persona adecuada antes de abrir la caja de los truenos. A partir de ese momento, le pediré que vigile ciertos síntomas y que me avise si empieza a percibirlos.
No tener nadie a quién contarle mi situación ni ningún lugar al que recurrir fue uno de los problemas que tuve en el pasado.
No sabía que existía un tratamiento y tenía miedo de que si se lo decía a alguien pudiera acabar en la cárcel sin haber hecho nada.
Al principio, la medicación tiene efectos secundarios como dolor en las rodillas y aumento de peso. Además, la medicina es cara, unos US$450 por inyección. Por suerte, mi seguro médico cubre el 90% de esa cantidad.
Si alguien me dijera que soy un riesgo por no estar en la cárcel, respondería que pienso que todo el mundo merece una segunda oportunidad.
El modelo estadounidense de encerrar al infractor y tirar la llave, creo que no funciona. Al final tienen que dejarlos salir.
Se suele decir que puedes mostrar el agua a los caballos, pero no obligarlos a beber.
Imponer a alguien el tratamiento hace que esa persona se sienta furiosa y eso puede ser un obstáculo para el tratamiento.
Si me hubieran obligado a medicarme, quizá el resultado hubiera sido el mismo, pero mi forma de pensar sería diferente.
Si las cosas no marcharan como están planeadas, volveré a la medicación. Pero tengo confianza en que todo saldrá bien.
Si reincidiera, probablemente iría a la cárcel de por vida. Pero eso no va a suceder.
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