¿Se imagina comer una hamburguesa y tener la certeza de que ningún animal fue sacrificado para producirla? Suena descabellado, pero se trata de algo real, y que llegaría a las tiendas en un futuro no tan lejano.
En el 2013, el científico Mark Post mostró al mundo la primera hamburguesa de laboratorio. En vez de obtener la carne a través de la muerte de una vaca, Post y su equipo tomaron células de ese animal y las empezaron a ‘cultivar’; es decir, mediante el uso de tecnología especializada y un caldo de nutrientes, lograron hacer que estos diminutos elementos se multiplicaran hasta formar tejido muscular y, finalmente, carne.
Hoy, ya son varios los emprendimientos que trabajan en perfeccionar este proceso y lanzar la primera carne ‘cultivada’ o de laboratorio al mercado, ya sea de ganado, ave o pescado. Entre estos están Mosa Meat, cofundada por Post, así como SuperMeat, Finless Foods y Memphis Meats.
–El problema–
Actualmente, la industria ganadera no es sustentable al 100%. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción ganadera genera al año alrededor de 7,1 gigatoneladas de gases de efecto invernadero, asociados al cambio climático. Hablamos de entre el 14% y 18% del total de emisiones producidas por el hombre.
Hay que tener en cuenta también que la ganadería emplea una gran cantidad de áreas verdes y agua. Pero la situación se agrava si se tiene en cuenta que –según la FAO– para el 2050 la demanda global de carne aumentará en un 70%.
En ese sentido, la carne ‘cultivada’ se presenta como una alternativa potencial para disminuir las emisiones, pues cambia el método convencional de producción de carne.
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–Regulación y límites–
Recientemente, el Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria de EE.UU. (FSIS) y la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) emitieron un acuerdo formal para abordar la supervisión regulatoria de los alimentos producidos mediante este tipo de técnica.
Sin embargo, la carne ‘cultivada’ todavía tiene limitantes. Uno de ellos es la utilización del suero fetal bovino, empleado en la ingeniería de tejidos. Este suero se extrae de fetos tomados de vacas preñadas durante el sacrificio. No es un elemento adecuado en un producto que busca estar libre de sacrificio animal, aunque Mosa Meat afirma que ha dejado de usarlo.
Otro problema es que no está completamente claro el efecto real que tendrá sobre el calentamiento global la producción a gran escala de carne de laboratorio, esto debido a las incertidumbres en torno a cuánta energía necesitará.
–Otras alternativas–
La misma industria ganadera es consciente de sus fallas. Por eso investigadores desarrollan formas de reducir las emisiones de metano –gas de efecto invernadero– que produce gran parte del ganado de forma natural debido a su alimentación.
El doctor Carlos Gómez Bravo, investigador y docente de la Facultad de Zootecnia de la Universidad Nacional Agraria La Molina (Unalm), indica que existen varias estrategias. Una de ellas es reemplazar los pastos fibrosos –que facilitan la formación de metano dentro del animal– por otros de mejor calidad. También se emplean prácticas de mejoramiento sobre los pastos de mala calidad.
Gómez comenta que en la Unalm se trabaja en otra alternativa: el desarrollo de aditivos que mitiguen la formación de metano en el organismo del ganado. Para eso, es necesario investigar los efectos de diversos compuestos orgánicos.
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