La primera universidad de videojuegos, el Instituto de Tecnología Digipen, cumplió 25 años. Y según su creador, Claude Comair, el centro educativo en Washington (EE.UU.) está viviendo su mejor momento.
Cuenta con entre 1.500 y 2.000 estudiantes y poco a poco ha logrado convertir a Seattle, la ciudad más grande del estado de Washington, en un centro de creatividad tecnológica y una seria competencia para Silicon Valley donde también están basadas las sedes de Amazon y Microsoft.
En los enormes estudios del centro educativo se puede ver a los estudiantes trabajando asiduamente en sus proyectos de juegos o asistiendo a cátedras de temas que van desde inteligencia artificial hasta creación de personajes.
Y ahora Digipen ha puesto su mirada en horizontes más amplios: en el entrenamiento de la próxima generación de diseñadores de videojuegos. El año próximo la universidad planea inaugurar un colegio para niños de entre 5 y 12 años.
POCO CONVENCIONAL
Ante los que se burlan de la idea, Comair no muestra ningún remordimiento. Obviamente no se tratará de jugar videojuegos todo el día. El juego es un aspecto de lo que nos hace humanos y entretenernos a nosotros mismos es algo que necesitamos todos los días“, le dice a la BBC.
“Jugar un videojuego implica una serie de eventos para resolución de problemas”.
La idea de Digipen es ampliar los fundamentos que ya estableció con un programa de verano desarrollado hace una década, en el que los niños pasan la mitad del tiempo aprendiendo el currículo estándar y la otra mitad enfocándose en materias de tecnología, matemáticas y ciencia.
“La escuela le presentará al niño un proyecto que él mismo tendrá que terminar. Esto es algo que en la mayoría de los colegios convencionales nunca ocurre. Los proyectos que se le dan al niño no se finalizan ni se pulen así que el estudiante pasa quizás 18 años de su vida sin ser testigo de un proyecto realmente terminado y perfeccionado”.
“Y esto, creo yo, es una situación muy triste”, agrega el fundador de Digipen.
El objetivo final, explica Comair, es equipar a los estudiantes con las habilidades que se requieren para convertirlos en la próxima generación de diseñadores de videojuegos.
En gran parte del mundo muchos desdeñarían esa actitud tan radicalmente progresiva con los videojuegos y la criticarían de irresponsable e insana. Pero esto es Seattle, la ciudad más grande del estado liberal de Washington.
Una ciudad con una comunidad de buscadores de sueños provenientes de todas partes del mundo. Una comunidad cuya fuerza laboral, amante de la cultura del café al aire libre, tiene una actitud mucho más relajada ante la vida.
El área tiene todos los fundamentos para la innovación y, quizás pronto, con sus nuevas generaciones de diseñadores de juegos podría robarle la corona a Silicon Valley.