Su nombre es una combinación de Emilio, su padre, y Ramón, su abuelo. Emilram Cossío Palacios (Lima, 1981) creció entre la cuadra cinco de Trujillo y Chiclayo, por la Iglesia Nuestra Señora de Copacabana, en el Rímac. En un barrio picante, asegura. Un lugar donde alcanzó calle y picardía, los que ahora vuelca en sus personajes más efervescentes y palomillas, como Samuel, un expirañita que pese a los consejos de su madre adoptiva se involucra en negocios turbios y peligrosos, en “Perdóname”, telenovela de Del Barrio Producciones protagonizada por Aldo Miyashiro y Érika Villalobos en América TV.
“Cada vez que me toca interpretar a un personaje lumpen o de barrio saco esos perfiles que tuve en mi infancia y con los que me amanecí en la adolescencia. Pueden verse complejos, pero cuando los conoces te das cuenta que no lo son. A diferencia de otros menores, no he mataperreado tanto porque a los 14 años ya estaba ingresando al mundo de la actuación. A esa edad hice un telefilme, que era de Aldo Salvini. A los 15, “Tribus de la calle”, y a los 17, la película ‘No se lo digas a nadie’ de Pancho Lombardi”, comenta el versátil actor y educador.
Para dar vida al hermano de Lito (Miyashiro) en “Perdóname”, Cossío basó gran parte de su rol en dos “tipos” que conoció en el Rímac. También tuvo que cambiar radicalmente su look y reducir ocho kilos de peso, que fue lo que más le costó lograr.
“No fue fácil bajar de peso porque soy de los que comen un pan y se hinchan. Desde hace una década estoy peleando con ese tema. En casa como sano, pero por las noches tengo ansiedad, y termino comiéndome toda la olla de arroz integral (ríe). También me rapé y me puse un arete. Nunca antes me había perforado el cuerpo”, comenta el artista. “Los personajes están a la vuelta de la esquina, solo hay que observarlos. El cuerpo habla. Observando sus miradas y comportamientos, vamos dibujándolos”, añade.
─Como parte del elenco de “Perdóname”, ¿cómo percibes las controversias generadas en torno a la historia protagonizada por Aldo y Érika?
Pienso que todo esto se hizo por amor. Muchos dicen por qué exponer a los hijos. Yo no veo que haya una exposición negativa. Conozco a la familia. Mikael (18) venía chambeando en la AAA, desde hace algún tiempo, y Fernanda (15) ya venía trabajando con su mamá en el teatro. Son dos chicos que toman la decisión de trabajar en este medio y qué mejor que los padres para orientarlos. Me parece maravilloso porque pese a lo que pasó (separación de la pareja tras la infidelidad de Aldo) siguen unidos, apoyándose. Aplaudo eso.
─¿Cómo llegas a la actuación?
En mi casa nadie era artista. Mi papá es abogado y mi mamá, telegrafista, un oficio que ya no existe. Mi hermana Teresa, fue quien desarrolló un actor en mí, sin querer queriendo. Jugaba a bailar y cantar conmigo. Despertó mi niño. Al principio, pensé que mi norte era la imitación. Imitaba a Juan Gabriel, Mario Vargas llosa, a Alan García. Me gustaba mucho el trabajo de Carlos Álvarez y de Jorge Benavides. Me empecé a involucrar con la actuación a los 12 años, cuando una profesora de formación laboral nos llevó a hacer un casting para unos comerciales. De todos los que fuimos, solo eligieron a dos. Yo fui uno de ellos. Después vino otro comercial, y no paré hasta ingresar a una ficción. Aprendí a actuar empíricamente. Hice cortos en la Universidad de Lima. Luego ingresé a “No se lo digas a nadie”, película de Pancho Lombardi que tenía a Ricardo Velásquez como castinero. Él fue quien me recomendó estudiar actuación con Roberto Ángeles.
─“No se lo digas a nadie” (1998) marca tu debut en la pantalla grande a los 17 años y también tu primer desnudo. ¿Cómo fue esa experiencia?
Hasta ese momento no tenía la formación actoral necesaria, solo había llevado pequeños talleres, igual me mandé porque estaba convencido de que no volvería a tener una oportunidad tan potente como esa. Mi padre autorizó mi ingreso. Me dijo que no me chupara. Y eso hice. Interpreté a Johny, el hijo de un capataz. La escena del desnudo se da en un río, cuando se está bañando con Joaquín (Santiago Magill), a quien le cuenta su anécdota sexual con una prima. Joaquín se pone caliente, y Johny, inocente, le muestra sus partes íntimas. Al final, la escena termina en una bronca (ríe).
─En 1999, vuelves a trabajar con Pancho Lombardi en “Pantaleón y las visitadoras”. No pasaste el casting, pero igual ingresaste a la película. ¿Cómo pasó?
En esa época, el actor Pierre Linares, con la formación que tenía con Roberto Ángeles, siempre me ganaba los personajes. Pasó en “Ciudad de M”, en “Pantaleón” y “Tinta roja”. No pasé el casting, pero luego que un actor se les cayó, me llamaron para grabar una escena con un cura español. Esa fue toda mi participación. Me hubiese encantado ser ‘El Sinchi’.
─Luego de algunos años, te sacaste ese clavo interpretando a ‘El Sinchi’ en “Pantaleón y las Visitadoras: El Musical“ (2019).
Fue como un regalo para Ari (Aristóteles). Fue muy bonito. Como dice una gran amiga directora, Marisol Palacios: “Los personajes llegan a ti y no son gratuitos”. Siempre te van a ayudar en muchas cosas personales y laborales.
─Algunos años después de formarte con Roberto Ángeles y Alberto Ísola, actuaste en “El Guachimán” (2011), interpretando al amigo del personaje principal. ¿Es verdad que le dijiste a Roberto que no vea la película?
(Ríe) Le dije: “Ojalá nunca veas la película que acabo de hacer”. Y no se lo dije porque pensaba que era mala, sino porque hice cosas que él me enseñó que no se debían hacer. Era un personaje lisuriento, entrador, criollo. Le puse toda la palomillada del barrio. Fue muy gracioso.
─¿Cómo logras mantenerte vigente tanto en el cine, como en la televisión y el teatro, tocando muy pocas puertas y sin hacer casting?
Creo que ha sido suerte porque somos un medio pequeño. En otros países te traumas, difícilmente trabajas porque compites con un montón de gente. Hace dos años, en pandemia, me llegó el llamado de una directora mexicana para hacer un casting para “Huesera” (2022), un thriller en el que interpreté a un ginecólogo. Tuve como siete escenas. No conocía a nadie, era el único peruano. Fue demostrarme a mí mismo de qué estoy hecho. Me gustó, fue un súper aprendizaje.
─¿Luego de esa experiencia, intentaste seguir una carrera afuera, en México?
No es tan fácil, tendría que competir con todos los mexicanos y hablar como ellos. Tendría que irme a España. Eso lo tengo considerado.
─¿En alguna etapa de tu vida, te enfrentaste a la discriminación, el racismo?
De niño me decían “negro” y cuando terminé el colegio y llegué a la televisión, me veían como serrano. Discriminación en cuanto a raza, no he tenido, pero sí clasista, por parte de personas que te maltratan y te hacen sentir menos, hasta con la mirada. Sucede mucho hasta el día de hoy. Es algo que tenemos en el ADN y debemos curar. Es muy duro.
─En “Contigo capitán” (2022) interpretaste a Edwin Oviedo, el ex presidente de la Federación Peruana de Fútbol. ¿Cómo lo construiste?
Me basé en el guion. El director me dijo que no tenía que ser una réplica.
─¿Qué piensas de la continuidad de Juan Reynoso? ¿crees que debe irse?
Debería dar un paso al costado, pero es difícil cuando hay plata, cuando eres un peruano en un país de recesión. Esa soberbia de este hombre hace que más allá de que los peruanos no lo quieran, lo maltraten. Solo espero que cuando se vaya, entre un buen técnico.
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